¿Has oído decir de aquel Santo Romano Imperio, que no era imperio ni romano, ni santo?
Cierta vez en Popayán, Simón Bolívar, el libertador, pues, quiso darse el placer de una se- mana santa suya propia. Era en noviembre. Pero como Popayán participa con León de Nicaragua y con Sevilla maravilla, del privilegio de una frase recibida: «Semana Santa en ... » el obispo, inteligentísimo dio la debida autorización y como se había querido se hizo. Pasan siglos y siglos y nacen todos los días mercaderes de pueblos, pero un Bolívar Salvador se ve y no se toca y hasta parece mentira.
Si mañana nosotros, después de tantos bailes de unos hombres, así dicen, que van al congreso y se sientan y se levantan para hablar, llegásemos a tener un Bolívar de verdad; y quisiera darse el lujo de una semana santa, entonces sí, aun cuando fuera en noviembre, bien valdría la pena de que floreciese de nuevo la frase recibida: Semana Santa en León.
La Semana Santa es para los que tienen alma como Bolívar. Pero todos estos palabreros, todos estos maniquíes, todas estas máscaras, todos estos personajes de comedia italiana, todas estas cineras pintadas y pelicortas, todos estos radicalillos vargasvilescos, todos estos caballeretes barbilindos, etcétera, no merecen de
ninguna manera tan dulces y silenciosas pascuas floridas de nuestro Jesús Buen Amor.
Las alfombras de la Calle Real, para que sobre el manso animal de las largas orejas pase el Único Señor del Triunfo, el encanto primitivo de la luz que se enciende sobre una vela de cera negra, símbolo de Nicaragua que todavía va en la procesión de los pueblos con una vela encendida a pesar de sus políticos, la gracia matinal
de la reseña de San Felipe, las sagradas colmenas del jueves, el Viacrucis del Señor Caído de la Ermita de Dolores, el último Viacrucis de San Francisco al Calvario bajo «el nicaragüense sol de encendidos oros», y por último la gloria legítima de las campanas del sábado ...
Que siga sin embargo la Semana Santa en León. Por ella, giman un poco, muchos que durante todo el año casi no habían ganado nada. Que haya trabajo aunque no sea todavía bien pagado, para el zapatero, la costurera y el sastre, esto vale más que Bolívar. Además están los niños. Va por las calles clavado en la cruz, el más hermoso de los hijos de los hombres ¡ojos para ver con ellos! el político palabrero, el blasfemo, el barbilindo y la que se sienta cruzando las piernas nada vieron. Poco importa. Han visto los niños, y también esto vale más que Bolívar.
Nota:
Artículo para nuestra sección dominical IGLESIA VIVA. Tomado de "El Libro de las Palabras Evangelizadas", del poeta y sacerdote Azarías.H.Pallais
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