Contradicción
El movimiento llamado “No Pago” es quizás el mejor ejemplo de la contradicción que define al orteguismo. Son gobierno pero gustan comportarse como oposición. Son ahora los obligados a cumplir y hacer cumplir las leyes, pero prefieren resolver al “trompón y la patada”, asaltar las leyes, ignorar la Constitución, atacar encapuchados a quienes piensan distinto y para justificar sus tropelías y no sentir que están peleando solos, asumen que hay un poder imaginario que los confronta y ese poder puede ser desde el “imperialismo norteamericano”, “los 16 años de gobiernos neoliberales” o la “derecha recalcitrante y vendepatria”.
Control remoto
Los “No Pago” son, como ellos lo han dejado claro, un movimiento enraizado en el orteguismo. Basta que Daniel Ortega atice la hoguera, como ocurrió cuando los llamó a reclamar en Ocotal, para que se multipliquen y aparezcan por todos lados, comportándose como rebeldes pero amparados en la seguridad que les da el poder. Basta que Ortega les diga que se desmovilicen, como ocurrió ayer con los tranques de la Panamericana, para que los protestantes recojan sus maritates y regresen porque “no queremos dañar al Gobierno”. En resumen: Ortega tiene el control remoto en sus manos y los apaga y los enciende a su gusto. Así que no nos hagamos.
Los 17 mil millones
Otro ejemplo de este contrasentido. Daniel Ortega reclama con verbo ardiente y en plaza pública los 17 mil millones de dólares que según sus cálculos Estados Unidos debió pagarle a Nicaragua por los daños ocasionados durante la guerra de los ochenta. Independientemente que pensemos que hay o no razón en ello, la gran pregunta es: ¿Por qué diablos no los reclama como Estado, metiendo una demanda legal como correspondería? ¿O se le olvida que él ahora es jefe de Estado y con arengar posiblemente entusiasmará a sus seguidores, pero no recibirá un solo peso de los Estados Unidos por ello?
Hippies
Tengo un amigo que creció con la música de Los Beatles, la marihuana, los pantalones campana y las melenas largas. Paz y amor. Bueno, muchos amigos míos crecieron con eso, pero el caso de este es que nunca se bajó de ahí y al día de hoy, siendo ya un señor bastante maduro, cree sentirse joven con su extraviada pinta de hippie, como si no hubiese más juventud que la que le tocó vivir. Algo parecido veo en la primera dama doña Rosario Murillo. Con su obsesión por lo sicodélico, los cintillos en la melena, el revivido símbolo de “peace and love” y ya vieron, las dos últimas campañas electorales del Frente Sandinista montadas sobre las canciones de su época, clásica y lindas por cierto, Give peace a chance y Stand by me, que solo me recuerdan al amigo del que tanto nos reíamos.
Guión
La gran diferencia entre mi amigo y doña Rosario Murillo es que para aquel, su gusto es suyo y no busca (ni puede) imponerlo a los demás. En cambio, doña Rosario Murillo ha uniformado a los jóvenes sandinistas con la nostalgia de sus buenos tiempos y estos sin mayor razonamiento copian una juventud que no es la suya, posiblemente sin entenderla y solo actuado según el guión que les han dado.
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