Reconozco que durante los últimos años me he dedicado a estudiar la Nicaragua que tenemos y no tanto la que queremos. Los comentarios que siguen a continuación reflejan en una buena medida este estado de ánimo.
Inicio con los números de la encuesta nacional de M&R Consultores de abril del 2011, los cuales son congruentes con su encuesta de principios de diciembre de 2010. Debo resaltar que, hasta ahora, M&R ha sido considerada como una firma encuestadora seria, principalmente entre los partidos de oposición.
En cuanto a identificación partidaria, 47.6% de los encuestados se denominaron independientes, seguidos por el FSLN con 40.8%. La oposición en su conjunto suma apenas 11.7% de los encuestados; la alianza PLC-PC reúne 6.9%, seguidos por VCE/MRS 3.8%, ALN 0.6% y otros, 0.3%.
En cuanto a intención de voto, Daniel Ortega obtuvo 47.8%, seguido por los que no se han decidido con el 31.8%; mientras, Fabio Gadea recibió el 12.8% de los votos de los encuestados; Arnoldo Alemán 5.7% y Enrique Quiñónez 1.2%. Entre los que definitivamente y probablemente sí votaran en las elecciones nacionales de noviembre de este año, la suma es de casi 84% de los encuestados.
Más aun, entre los candidatos a la presidencia, el que tiene el mayo porcentaje de reconocimiento entre los votantes, como era de esperarse, es Daniel Ortega, junto con Arnoldo Alemán con 90.4%. Pero Daniel Ortega se diferencia de Fabio Gadea, para no decir nada de Arnoldo Alemán, con el porcentaje más alto de agrado, con 63.6%. Este porcentaje de simpatía por Ortega se asemeja dal 58.1% de opinión favorable obtenida en la encuesta nacional de Borge y Asociados de principios de octubre del 2010.
¿Qué explican estos números?
La balcanización de la oposición, la cual cuenta con pocos recursos, en contraste con la maquinaria vertical en su estructura de mando del FSLN que, además, cuenta con los fondos públicos y los de la cooperación privada venezolana. Esto último es de importancia vital, ya que por la naturaleza del arreglo petrolero con Venezuela, sobre la base de los números del Banco Central de Nicaragua, pudiésemos afirmar, conservadoramente, que durante los últimos tres años, el gobierno ha contado con US$1.000 millones para gastos discrecionales fuera del presupuesto.
En una sociedad como la nicaragüense en la que las expectativas ciudadanas son modestas y giran alrededor de la satisfacción de sus necesidades inmediatas semejando volumen de recursos es el equivalente de un Potosí.
Estos recursos permiten que un gobierno que cuenta con un presupuesto formal de apenas US$1.600 millones y el cual ha sido negociado con la disciplina propia de los programas del FMI, pueda mantener múltiples subsidios, incluyendo el del transporte urbano, así como otros programas como el de “Hambre Cero” o los de la distribución de láminas de zinc, los cuales a pesar de su esencia clientelar, no dejan de ser un alivio importante para aquellos que reciben sus beneficios.
Insisto, en una sociedad como la nicaragüense, con baja densidad ciudadana y un PIB per cápita que apenas supera los US$1.000, un buen porcentaje de sus habitantes –para no decir su mayoría- están más preocupados por la efectividad de sus gobiernos y no tanto por la legalidad y la legitimidad.
En la penúltima encuesta de M&R conducida entre el 27 de noviembre y el 6 de diciembre del 2010, ante la pregunta “¿si un presidente está respondiendo a las necesidades de la población, no importa cuantas veces haya sido presidente, puede seguir optando por la presidencia?, el 60% de los encuestados respondió afirmativamente, 31% registró su desacuerdo y el 9% restante dijo no saber o no respondió.
Continuando con la explicación de estos números, tengo la impresión de que los votantes sandinistas del MRS regresaron al FSLN, que el PLC como marca continúa siendo devaluada y que entre los independientes , según la última encuesta de M&R, vemos señales de abstención (28.3%), mientras casi un 24% tiene la intención de votar por Daniel Ortega, 14.5% por Fabio Gadea y 4.7% por Arnoldo Alemán.
Esta tendencia entre los independientes (el principal segmento del mercado electoral) es una advertencia para la oposición que, en el 2011, la emoción del miedo pareciese no estarle produciendo réditos como el mensaje ancla de la campaña electoral del antisandinismo.
Finalmente, los números tan favorables de Daniel Ortega son el reflejo de que una buena parte del sector privado nicaragüense se siente a gusto con el manejo de la macroeconomía y tasas de crecimiento del 4.5% en el 2010, con proyecciones de crecimiento sólidas para el 2011. Pareciese ser que el modelo del presidente Ortega que he caracterizado en otras ocasiones como “populismo responsable”, de compaginar a Chávez con el FMI, funciona bien para los muy ricos y para los muy pobres.
¿Qué explica entonces la aparente renuencia del gobierno a la observación internacional para las elecciones de noviembre del 2011?
Si estos números auguran la reelección de Daniel Ortega, qué explica lo que hasta ahora ha sido una suerte de aparente renuencia por parte del gobierno de aceptar la presencia de observadores /acompañantes internacionales para los comicios de noviembre de este año. Sobre todo si se toma en cuenta el quid pro quo implícito ofrecido por muchos países de reconocer una candidatura de legalidad dudosa a cambio de unas elecciones dotadas de la legitimidad que imprimiría la observación de afuera y de adentro.
Las respuestas pudiesen ser lo que el empresario César Zamora ha denominado como “el trauma de 1990”, la memoria reciente del fiasco electoral del 2008, la burocratización de las últimas marchas del FSLN, evitar el máximo posible de imponderables, o bien, esperar hasta el último momento para realizar “concesiones” a la comunidad internacional.
Concluyo con una observación: sin instituciones sólidas que trasciendan la personalización de la cosa pública, la crisis de sucesión en algún momento de la vida política de cualquier sociedad es inevitable.
Pero también cuando la sociedad, en su mayor parte, está abrumada por la inmediatez, cuando los clientes son más numerosos que los ciudadanos, es muy difícil construir dichas instituciones.
En sociedades como las nicaragüenses, los modelos de democracia liberal se asemejan a los planes de los arquitectos, blueprints en los que se manifiesta el buen gusto, salvo que, por lo general, son planes que a la hora de su realización carecen de las columnas necesarias para sostener el edificio.
En sociedades donde los ciudadanos son minoría y los clientes son mayoría los modelos de democracia liberal carecen de columnas sociales para dar sustento a su edificación.
Publicado en la revista Estrategia y Negocios
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