Luis Rocha
Cuando en Nicaragua hablamos de “obispos”, nos referimos a los episcopus del catolicismo, prelados superiores de una diócesis “a cuyo cargo está la cura espiritual y la dirección y el gobierno eclesiástico de los diocesanos. Los obispos forman un colegio episcopal presidido por el Papa. El colegio episcopal no puede ser suprimido por el Papa, y sus miembros, en cuanto pertenecen a él con la comunión con el Papa, tienen poder pastoral, emanado directamente de Cristo, para dirigir una Iglesia en particular (en nuestro caso la de Nicaragua) representativa de la Iglesia total o Cuerpo Místico de Cristo”. (Enciclopedia SALVAT).
De manera que el Cardenal Obando ya no tiene más vela que en el entierro de la neodictadura del orteguismo, y eso porque quiere –en su carácter particular como cualquier funcionario de este gobierno- y porque lo hace con mucho gusto, pues le permite conservar su vieja afición de figurar. Ya dijimos que el somocismo procuró hacerse de prelados para que avalaran y bendijeran su “obsesión por el poder”, y es por ello que mucho se especula sobre las razones, sobornos o chantajes con los que el danielismo logró reclutar incondicionalmente al Cardenal Obando para servir a sus siniestros propósitos de perpetuarse en el poder. No hay diferencia entre aquellos prelados venales y este simple mortal, salvo el tiempo transcurrido. Salvo la canallada de dar la espalda a lo que nos enseñó la Historia.
El caso es que el apoyo “religioso” que el Cardenal Obando le brinda a éste régimen-mara, está en permanente contradicción con la orientación espiritual, cívica y moral que los obispos le brindan valientemente –sin ningún provecho económico- a nuestro pueblo. Pero de lo que haga el Cardenal con su alma, no son responsables los obispos. Dicho de otra manera, el Cardenal está apostando al Reino de éste mundo, y por ello su actitud choca, desventajosamente para él y sus dueños, con la verdad evangélica, y a la vez se ve disminuido cada día más ante el empuje de los obispos en “la defensa de la libertad y la democracia”.
Desde que Obando fue defenestrado como arzobispo, ¡gracias a Dios!, es solo un título: el de Cardenal; un prelado en desuso que no se resigna a una situación que, dentro de la Iglesia, el mismo se buscó; tan solo una indumentaria cardenalicia de segunda mano, siempre de la mano de la pareja presidencial: ¡Capellán de ambiciones!. Según SALVAT, aparte de como Sacro Colegio formar el cónclave para la elección del Sumo Pontífice, los cardenalis “son los consejeros del Papa en los negocios graves de la Iglesia.” Por lo que podríamos concluir que grave negocio tiene la Iglesia en Nicaragua, en el Cardenal Obando al servicio de la “obsesión por el poder”.
Si bien el gobierno es dueño de Obando, el obispo emérito de Granada Monseñor Bernardo Hombach nos recuerda que “el gobierno no es dueño del pueblo. El gobierno es expresión, es delegado del pueblo y no dueño del pueblo”. En cuanto a los dirigentes políticos dijo que “si son del gobierno o si son de la oposición tienen la misma tendencia de perpetuarse en el poder. Se aferran al poder con el pretexto de que la calle es dura.” Y otro señalamiento crucial y que también comparto, es el que refiriéndose obviamente a la “oposición” con cargos de diputados, magistrados, etc., denuncia que tienen tendencia a conservar sus privilegios económicos en detrimento de lo que es justo y necesario. En otras palabras, esa seudo oposición prefiere venderse a ir a la “dura calle” que todos sabemos que para los sinvergüenzas no tiene nada de dura. Conservan posiciones corruptas, para que los más corruptos avancen en posiciones que les permitirán perpetuarse en el poder. En definitiva no cabe duda de que donde huele a podrido es en Nicaragua y no en Dinamarca. Viendo todo lo que ocurre alrededor, Hombach tiene toda la razón. Como consecuencia de estas reflexiones, diría que “la obsesión por el poder” es nuestro pecado capital. Es más, agregaría que es el mayor pecado del Capital nicaragüense.
“Extremadura”, Masatepe, 5 de febrero de 2011. (“Me quema la palabra”).
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