La celebración del 32º aniversario de la revolución sandinista que derrocó la dictadura somocista en Nicaragua se convirtió el martes en un gran mitin político en el que el presidente Daniel Ortega oficializó su candidatura a la reelección, prohibida por la Constitución de este país. "Habrá Frente Sandinista para siempre", dijo Ortega, arropado por la premio Nobel de la Paz, la guatemalteca Rigoberta Menchú, y enviados especiales de los Gobiernos de Cuba y Venezuela, aliados del sandinista.
Ortega lanzó de esta forma una controvertida candidatura apoyada por una estrategia electoral en la que el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) ordena usar los recursos del pobre Estado centroamericano de cara a un triunfo electoral en las elecciones de noviembre, en las que el oficialismo pretende arrasar con los escaños en la Asamblea Nacional.
En el acto del martes Ortega hizo suyo el mítico pasado de la revolución y del FSLN, cuyas principales figuras ahora son críticas con el mandatario. Para ellos, Ortega secuestró el Frente y lo convirtió en una organización política familiar con él como caudillo.
Ese control quedó claro hace una semana, cuando se filtró a los medios de comunicación la estrategia electoral del Frente, preparada por la primera dama, Rosario Murillo. El programa cuenta con un marcado discurso religioso y ordena a los miembros del Frente Sandinista desarrollar una gran campaña enfocada en los estratos más pobres de la población nicaragüense. "Esta es la Campaña del Bien Común. La campaña de la multiplicación de los panes, donde Dios obra milagros, para que el bien se establezca", se lee en uno de los documentos oficiales.
El FSLN pretende un "triunfo holgado" en las elecciones de noviembre y el control de la Asamblea Nacional, lo que le permitiría dictar leyes sin contrapeso, incluida una reforma constitucional que garantice a Ortega la permanencia en el poder.
Además, el Frente Sandinista cuenta con la millonaria cooperación petrolera de Venezuela, que entre 2007 y el primer trimestre de 2011 sumó más de 1.500 millones de dólares, que son usados de forma discrecional por el Gobierno. De hecho, sin esa cooperación sería imposible que Ortega pudiera financiar su gigantesca campaña electoral y su Gobierno de corte populista.
"Cualquier proyecto de consolidación del régimen requiere el apoyo económico permanente del Gobierno de [Hugo] Chávez. Sin ese apoyo incondicional, el orteguismo no es sostenible a largo plazo y esa variable está sumergida en la incertidumbre, no solo por la reciente enfermedad de Chávez, sino por la tendencia al ascenso de la oposición venezolana, que por primera vez concurrirá a unas elecciones [diciembre de 2012] con una posibilidad real de triunfo", ha escrito el periodista Carlos Fernando Chamorro, una de las voces más críticas con el Gobierno de Ortega.
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