Cuando el sol sale en Nicaragua, lo hace a las 3.45 de la tarde en este día sin lluvia. Esta vez 15 minutos antes de la cita y vestido de blanco. El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, sienta a su diestra a la primera dama, Rosario Murillo, bufanda multicolor, blusa blanca, pulseras verdes en sus manos cubiertas de decenas de anillos, visera rosada y unos lentes como los en que vida usó Lennon contra este sol que se resiste al invierno, al menos por hoy.
Lo que se ve en el anfiteatro, además de los jóvenes saltando y ovacionando al presidente, podría ser descrito como un juego de luces de color naranja colocadas allí para recordar, según las palabras de Murillo, la jefa de campaña de Ortega y todopoderosa secretaria de comunicación, los rayos del sol que iluminan Nicaragua, una metáfora que el oficialismo insiste en explicar un mes antes de que inicie oficialmente la campaña electoral.
Murillo maneja la campaña con la dosis de personalismo con que ha compartido el poder con su esposo, que le ha valido despidos a ministros por no solicitarle permiso para ofrecer entrevistas y hasta el cambio del escudo nacional, formado con colores fucsia, celeste y amarillo, al que la oposición bautizó como psicodélico.
Los anuncios promoviendo la candidatura de Ortega le dicen a los nicas, además, que "unidos somos dos", ella y él, en el lenguaje más directo de los juegos de palabras de la pareja presidencial.
Lennon y las luces cuentan cómo cambió este país, cuya clase política en un tiempo mereció respeto desde Europa y todo el mundo y que hoy, hablando del sandinismo, está huérfano de colectividad y sólo exhibe a Ortega, Tomás Borge y Bayardo Arce, los más ricos del partido, como parte de la antigua dirección nacional, la mayoría en la acera de enfrente por el control personal de la familia presidencial.
"Después de la derrota, los referentes políticos y morales en el partido sandinista ya no tienen que ver nada con esa idea que nosotros llamamos Revolución Popular Sandinista. Ahora lo que tenemos es un proyecto personal, de una familia, cuyas ambiciones menoscaban el dolor de los sandinistas vivos que están mal, que se sienten desamparados, que se sienten traicionados", dice a la prensa nacional Henry Ruiz, uno de los comandantes sandinistas que rivalizó con Ortega por la secretaría general del partido antes de la dominación total.
Este año se cumplen 32 años de la caída de la dictadura de la familia Somoza con un presidente que combatió la tiranía y que, contradictoriamente, ahora pretende reelegirse contra la prohibición expresa de la Constitución. Sea en la oposición o en el poder ejecutivo, Ortega manda desde 1984, cuando se ciñó por primera vez la banda presidencial.
Los jóvenes bailan y celebran con una canción que en una producción televisiva viene a aclarar lo que sucede en el país. Además de canciones de Bob Marley, con letras cambiadas en otras campañas electorales, a las que Ortega se acostumbró antes de volver a gobernar en enero de 2007 tras dos fracasos consecutivos desde que dejó el poder en 1990, nuevamente vuelve a sonar Lennon, el de los lentes de la primera dama.
Si a la derecha del mandatario está su esposa, a su siniestra se ubica el cardenal Miguel Obando, completando la trinidad del poder en el país. El religioso, enemigo de otras épocas, invita al "señor presidente" a sentarse antes de describirse como testigo de la nueva revolución que se proclama cristiana, socialista y solidaria desde las tarimas. "Yo he tenido la oportunidad de recorrer estos últimos meses por gran parte del territorio nacional y soy testigo de las obras que han llevado a cabo en los diferentes departamentos de Nicaragua, tanto en la ciudad como en el campo. Hemos visto nuevos hospitales, clínicas y centros de salud, en lugares que nunca antes habían tenido acceso a la medicina, hoy nuestros campesinos tienen acceso a la atención médica", dice Obando.
La juventud sigue al religioso en su discurso, que durará muy poco, porque debe irse antes de que Ortega hable, y éste lo acompaña hasta la salida.
El vídeo Nicaragua triunfará, que suena en la concentración, dura 5,32 minutos y se pone, a cada rato, en los canales de televisión que controla Ortega a través de sus hijos, empresarios afortunados en un país donde lo que se multiplican son los pobres, tanto como los actos de corrupción y la falta de transparencia de sus más excelsos partidarios.
El rostro de Ortega, ya cansado y viejo, no abre el vídeo. Los héroes son siempre jóvenes. Son tomas en blanco y negro las de la entrada, pero vuelven el ojo hábilmente a los días de gloria: al 20 de julio de 1979, cuando los corresponsales extranjeros transmitían desde "Nicaragua libre".
Así, uno de ellos nos da la bienvenida a esta lección de historia. Atrás se ve la catedral vieja de Managua con la gente que se subió en su techo para celebrar la caída de la dictadura y ahí está el rostro cándido de una abuela, con una bandera, empuñando la mano y Ortega, el único de los viejos dirigentes de la revolución que aparece gracias al buen ojo del camarógrafo.
"Aquí Nicaragua libre, aquí Nicaragua libre", "¡patria libre y venceremos!", luego todo se queda mudo, y una chavala de la juventud sandinista, rebelde, pelo largo, da lugar a una frase: "Cuando el sol salió / cuando el sol volvió". El rostro de Sandino abre la frase y la culmina Ortega, que se dice así miembro del Olimpo revolucionario.
Aparece Ortega con la banda presidencial cruzada en el pecho (valga la aclaración porque una vez usó la bandera como capa). A quienes vivimos en el país ya no nos asusta, porque en los rótulos de las calles, desde el 10 de enero de 2007, el poeta Rubén Darío, Ortega y Sandino son colocados al mismo nivel. Próceres son próceres y ese territorio no es de mortales.
Muy fácil se pueden abrir dos ventanas en el ordenador para escuchar el Stand by mede Lennon y el Nicaragua triunfará de Ortega.
"Cuando la noche ha llegado / y la tierra está oscura / y la luna es la única luz que veremos, / no, yo no tendré miedo", dice Lennon.
La música de Ortega recita: "Cuando el sol que yo veo aquí / se alza con fe. Yo no tengo ni un temor / yo ya sé, que viviré en unidad, comunidad / yo ya sé que Nicaragua triunfará / y otra vez, otra vez, triunfará, porque hay amor, paz y dignidad".
Y en el acto, el presidente, que ha ordenado traer desde los confines más lejanos a sus partidarios y movilizarlos en buses alquilados incluso en Honduras, recordará "y otra vez, y otra vez, Nicaragua triunfará" en el acto del 19 de julio, con la música de otros años sonando, las banderas rojinegras ondeando, los campeones nacionales de boxeo rindiéndose al político, noqueados por el poder, cuando el sol sale en Nicaragua. Cuando el sol sale, Nicaragua repite su historia.
Octavio Enríquez es periodista nicaragüense, Premio Ortega y Gasset 2011.
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