SERRAT Y MIGUEL HERNÁNDEZ, ENTRE LUCES Y SOMBRAS
Juan Manuel Roca
Durante los primeros días de marzo, Serrat visitó Colombia como parte de su gira por América Latina, donde está comprobada su vigencia e identificación con este público que no hace más que manifestarle afecto y admiración. La entrevista tuvo lugar un día antes de su concierto en el teatro Jorge Eliécer Gaitán, de Bogotá, donde no cabía un alma más (la Redacción, La Otra-Gaceta)
Miguel Hernández es un desenterrador, no solamente quiso desenterrar a su amigo Ramón Sijé en una hermosa elegía, sino que a cada tanto vuelve a desenterrar la memoria de los caídos en la guerra civil española, como si le opusiera un “no pasaran” a las tretas del olvido.En esta labor, como si fuera su amanuense pero dándole otra música a sus poemas, Joan Manuel Serrat presta su voz al poeta de Orihuela, el gran cantor del paisaje, la libertad y las miserias humanas, un poeta que es una raíz importante de la memoria de una España que no acaba de cerrar sus heridas, de saldarle cuentas al pasado.
Resulta maravilloso que la poesía logre al unísono con la música atrapar una época, para recordar que el presente no es el tiempo del olvido.
Serrat llega a Colombia con una muestra de su espectáculo “Hijo de la luz y de la sombra”, a partir de algunos poemas de Hernández puestos en su voz, con el apoyo de un grupo de notables músicos y directores de cine.
A propósito de este espectáculo y de su nuevo trabajo con poemas del poeta pastor, hicimos esta conversación:
-Su primer disco con poemas de Miguel Hernández data de 1972. ¿Qué lo movió, casi 40 años después, a hacer un segundo trabajo?
- En el centenario del poeta quise refrescar la memoria de algunas viejas canciones con un par de canciones nuevas. Me puse a trabajar y cuando me di cuenta tenía un manojo de canciones abundantes que me impulsaron a hacer un disco nuevo, con el desafío que esto representaba. Entonces fui más allá para hacer “Hijo de la luz y de la sombra”, que todo el año pasado me llevó por muchos sitios de España y de América. Esa razón para insistir en la poesía me llevó a plantearme un nuevo espectáculo pensando en la escenografía y a buscar la colaboración de directores cinematográficos que pusieran su mirada, sobre cada una de las canciones.
-¿Cuál cree que es la vigencia de un poeta que escribió buena parte de sus poemas entre la guerra y la cárcel, en una España que por años se negó a recordar sus miserias? No debe ser bueno para algunos, en un país colmado de magrebíes, de migrantes, recordar sus versos, “tened presente el hambre”…
-Efectivamente, la España del 2011 no tiene una conciencia de lo que fue en 1931. En estos 80 años ha desaparecido prácticamente la generación que mantuvo viva esa memoria, tan necesaria por otras parte, y se han producido unos tiempos que no ayudan precisamente a ello. Es más, existe un fomento incesante del olvido, con la excusa de mirar al futuro, como si por tener presente el pasado no fuera la mejor de las llaves para abrir las puertas del mañana. Por no hurgar en el pasado no acabamos de limpiar la casa.
La de Hernández, como toda obra bien hecha, pervive en cualquier otro tiempo y circunstancias y en cualquier ubicación geográfica. Como pasa con cualquier obra artística verdadera, con Brahms, Velázquez o Fidias, ¿no?
-Muchos de sus poemas, como los del libro “El hombre acecha”, que por momentos son versos de emergencia, logran la maravilla de conservar un alto rango estético…
-Sí claro. Es un libro escrito en la guerra. Son poemas de barricada, con conciencia del público al que los dirige, para ser leídos en las trincheras. Es un lenguaje más cercano al mitin que a la reflexión poética, desde la profundidad de su lenguaje sencillo.
-Ese lenguaje de difícil sencillez le viene de la calle, ¿no le parece?
- Sí, le viene de fábrica. Le viene de los demás. Si usted pasa lista por la poesía de su generación, verá que es el único que no viene de la burguesía ni de la aristocracia.
-Por momentos Hernández parece un poeta libertario. García Lorca decía que en el fondo todo poeta es anarquista…
-Por su educación y su vida en el pueblo de Orihuela y por la influencia de Ramón Sijé, fue primero un poeta social-católico. Cuando va a Madrid en los años 30, conoce a Neruda, tiene conciencia de las brutalidades del ejército y la derecha, va pasando de ser un poeta social-católico a ser un poeta socialista. El hecho de vivir la guerra en primera línea le estimula otra visión y luego, a medida que la guerra se pierde y crece la decepción, entra en otra fase más humanista.
En principio sus amigos no eran libertarios. Fue más esta cosa de la comunión entre la cárcel y la guerra y la profunda admiración por los brigadistas internacionales, que fueron una fuerza de combate de una generosidad maravillosa, realmente ejemplar en la historia del hombre.
-Quizá de todo en este trabajo musical, en este disco que nos entrega, el poema más declaradamente amoroso sea “Tus cartas como el vino”. ¿Cómo ve ese entrelazamiento de su poesía de amor con el sesgo social de su obra?
-No olvide usted que Miguel Hernández es un poeta levantino, que su poesía está hecha de sensualidad y de juegos eróticos. Es un hombre muy estimulable en su sensualidad, aunque con una vida amorosa no muy cumplida.
-¿Sigue siendo la poesía de Hernández la voz de los olvidados?
-De acuerdo, Es la voz, constantemente, de los olvidados.
-¿Nunca pensó en ponerle su música al poema “Las cárceles”, tan dramático y retador a la vez?
-Cuando hacía el concierto entero de “Hijo de la luz y de la sombra”, que no es lo que voy a hacer en Bogotá, en esta ciudad voy a hacer solo una parte, antes de empezar “Cerca del agua”, yo citaba un fragmento de “Las cárceles”. Es un poema sumamente bello.
-En Bogotá habrá canciones de otros trabajos diferentes?
-Habrá una parte extensa de lo realizado en 1972, lo mismo que las canciones de ahora y algunas que hemos compartido durante muchos años.
-Hace casi 20 años lo entrevisté en Cartagena. Disculpe que repita una afirmación de Mallarmé recordada en ese momento, y es que si los poemas ya tienen música podría resultar redundante agregársela… ¿Cómo hace el acople musical de estos poemas, que resulta rico y diverso y que no repita un recetario?
-Es verdad. La poesía tiene una cierta música. Repito que no es una música objetiva. En cierta ocasión vi una serie de televisión que hacía Leonard Bernstein, era fantástica. En una de esas emisiones hablaba de la música y de la imagen. Y entonces tomó a Vivaldi (“Las cuatro estaciones”) y empezó a poner imágenes y tú veías que funcionaba perfectamente tanto el campo de trigo que Vivaldi trataba de evocar, como un combate de boxeo. Lo que ocurre es que la imagen tiene que estar. La música tiene que ser buena y todo funciona por apoyo o por contraste.
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