Antonio Torres Rodriguez
Juan me decía esta mañana que desde la de Hitler no había existido una muerte que hubiese alegrado a tanta gente como la de Bin Laden. Y será verdad. Apostaría que pocos son los que no recuerdan dónde estaban cuando se enteraron del atentado terrorista que costó la vida a tantas personas inocentes, cuando unos locos sin sentido ni razón les dio por dar rienda suelta a su ira estrellando los aviones sobre las Torres Gemelas, incluso aportando la suya propia a la masacre... Hay que estar un poco mal de la cabeza para tanta sinrazón.
Juan me decía esta mañana que desde la de Hitler no había existido una muerte que hubiese alegrado a tanta gente como la de Bin Laden. Y será verdad. Apostaría que pocos son los que no recuerdan dónde estaban cuando se enteraron del atentado terrorista que costó la vida a tantas personas inocentes, cuando unos locos sin sentido ni razón les dio por dar rienda suelta a su ira estrellando los aviones sobre las Torres Gemelas, incluso aportando la suya propia a la masacre... Hay que estar un poco mal de la cabeza para tanta sinrazón.
New York, Madrid, Londres... Son tantos los lugares donde este asesino escurridizo ha dejado su seña de identidad, a mano propia o a mano prestada, que daría por seguro que me dejaría atrás alguno de sus atentados terroristas si tratara de recordarlos todos. También me decía Juan que su mujer, que es musulmana, temía por la venganza que pudieran llevar a cabo sus seguidores por todo el mundo, que mejor casi hubiera sido dejarlo escondido donde estaba. Cuesta entender esa personalísima opinión, pero será más fácil si aceptamos que el miedo nos hace a veces hasta desvariar y perder la cordura. Al fin y al cabo, libre, muerto o encarcelado, el felizmente difunto siempre es sinónimo de terror, así que mejor muerto, por si hay suerte y sucede lo del perro y la rabia.
Pero lejos de toda esta satisfacción vengativa, uno se pregunta cómo es posible que el barbudo personaje llevara varios años viviendo en un acomodado complejo en Pakistán, sin que sospecharan de su presencia, esto también cuesta entenderlo después de tanta persecución y tantos medios de espionaje al servicio de la causa.
Así mismo, las interrogantes se me acumulan cuando pienso en la recompensa del gobierno norteamericano, en quién se la habrá llevado, si la operación ejecutora es justicia o venganza, si honestamente se puede considerar legal y, si con esto se acaba con la rabia, a qué perro le colgarán el nuevo cartelito de eje del mal o enemigo número uno de la humanidad.
Mientras se me aclaran las dudas y los noticieros continúan rebuscando detalles sobre el tema, para rellenar páginas y vender ríos de tinta en forma de letras, se introduce una novedad en todo esto que probablemente marcará el principio de una nueva era mediática. Las imágenes de Obama y los responsables de tan feliz acontecimiento para la humanidad en la habitación de guerra, siguiendo al dedillo el acontecimiento. Esto me dice que se abre la veda a nuevos royalties televisivos, en vivo y en directo, que nos traerán las batallas del día por capítulos hasta nuestras pantallas, al tiempo que votamos por sms cuál debe de ser el próximo enemigo a batir.
Así mismo, las interrogantes se me acumulan cuando pienso en la recompensa del gobierno norteamericano, en quién se la habrá llevado, si la operación ejecutora es justicia o venganza, si honestamente se puede considerar legal y, si con esto se acaba con la rabia, a qué perro le colgarán el nuevo cartelito de eje del mal o enemigo número uno de la humanidad.
Mientras se me aclaran las dudas y los noticieros continúan rebuscando detalles sobre el tema, para rellenar páginas y vender ríos de tinta en forma de letras, se introduce una novedad en todo esto que probablemente marcará el principio de una nueva era mediática. Las imágenes de Obama y los responsables de tan feliz acontecimiento para la humanidad en la habitación de guerra, siguiendo al dedillo el acontecimiento. Esto me dice que se abre la veda a nuevos royalties televisivos, en vivo y en directo, que nos traerán las batallas del día por capítulos hasta nuestras pantallas, al tiempo que votamos por sms cuál debe de ser el próximo enemigo a batir.
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