Por P. José Mulligan, SJ |
Lo más importante en el discurso de Jesús sobre la Segunda Venida y el fin de la historia no es la cuestión de cuándo va a suceder sino qué debemos hacer mientras. Él mismo nos llamó a estar “despiertos” (Mateo 24:42; 25:13), pero no en el sentido de estar todo el tiempo esperando o rezando, ni mucho menos temblando con preocupación o temor, sino “manteniéndose firmes” (24:13) contra la tentación de permitir que “el amor se enfriará en muchos” (v 12).
Hay que estar “despiertos, porque no saben en qué día vendrá su Señor” (v 42); hay que estar también “preparados” (v 44) y “cumpliendo su deber” (v 46). ¿Cómo? ¿Cumpliendo qué deber?
La versión según Mateo de este largo discurso de Jesús explica claramente el punto, lo más importante, la conclusión de todo el discurso: “Cuando el Hijo del Hombre venga [es decir, en cualquier momento que venga] en su gloria..., separará a unos de otros.... Entonces el Rey dirá a los que están a su derecha: ‘Vengan ...y tomen posesión del reino.... Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y ustedes me dieron de beber. Fui forastero y ustedes me recibieron en su casa. Anduve sin ropas y me vistieron. Estuve enfermo y fueron a visitarme. Estuve en la cárcel y me fueron a ver.’
“Entonces los justos dirán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te recibimos, o sin ropa y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y te fuimos a ver?’ El Rey responderá: ‘En verdad les digo que cuando lo hicieron con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí’” (25:31-40).
Viviendo así, en compasión y solidaridad, y luchando por un mundo en que no haya tantos hambrientos, el amor no se enfriará. Es como si Jesús dijera: “No se preocupen por el día ni la hora de mi venida, no pierdan su tiempo en eso, sino dedíquense a encontrarme y servirme en los necesitados(as). En ellos estoy y he venido. Vendré otra vez en gloria cuando venga el reino de Dios, pero lo importante no es especular sobre cuándo sino sobre lo que hay que hacer ahora para ayudar que se acerque el reino de justicia, paz, y amor”.
También hay otro elemento significativo en este discurso y tiene relación con el llamado del Señor a amar y servir. Me refiero a su predicción del sufrimiento que los discípulos(as) experimentarán por ser profetas anunciando el reino de justicia: “Entonces los denunciarán a ustedes, y serán torturados y asesinados. Todas las naciones los odiarán por mi causa…. Pero el que se mantenga firme hasta el fin, ése se salvará” (24:9,13).
Muchas personas han tratado de predecir cuando viene el fin de la historia, la segunda venida de Cristo. Muchas fechas han pasado y no hubo nada extraordinario. El mismo evangelio dice: “Jesús contestó: ‘Estén sobre aviso y no se dejen engañar; porque muchos usurparán mi nombre y dirán: ‘Yo soy el Mesías, el tiempo está cerca.’ No los sigan’” (Lucas 21:8).
También en Mateo: “Entonces, si alguien les dice: ‘Miren, el Mesías está aquí o está allá, no le crean. Porque se presentarán falsos mesías y falsos profetas, que harán cosas maravillosas y prodigios capaces de engañar, si fuera posible, aun a los elegidos de Dios. Miren que yo se lo he advertido de antemano.
“Por tanto, si alguien les dice: ‘¡Está en el desierto!’, no vayan. O dicen: ‘¡Está en tal lugar retirado!’, no lo crean. Pues así como resplandece el relámpago desde oriente a poniente, así será la venida del Hijo del Hombre” (24:23-27).
Aun el Hijo (de Dios) no sabe! Jesús mismo dijo: “Pasarán el cielo y la tierra, pero mis palabras no pasarán. Por lo que se refiere a ese día y cuándo vendrá, nadie lo sabe, ni siquiera los ángeles de Dios, ni aun el Hijo, sino solamente el Padre” (24:35-36).
Llama la atención no que alguien dijo que el 21 de mayo iba a acabarse el mundo, sino la atención masiva que este aviso ha ganado en todo el mundo. ¿A qué se debe tanto interés y excitación? Claro, un factor es la campaña publicitaria internacional que costó una fortuna. Pero, ¿qué hay en los seres humanos que nos prepare a recibir tal predicción casi con satisfacción en muchos casos?
Posiblemente muchos tienen una experiencia de la vida y del mundo tan miserable y triste que estén listos a dar la bienvenida a un anuncio del catastrófico fin del mundo. No teniendo ninguna esperanza por un mejoramiento de su vida o del mundo, tal vez sientan una satisfacción en la contemplación del fin de todo y en la limitada esperanza de que unos pocos sean llevados fuera del mundo. Esto sí es un triste y preocupante comentario sobre la realidad del mundo actual y la consiguiente desesperación de muchos de sus habitantes.
Hay que renovar y fortalecer nuestras luchas por un mundo más justo y alegre para que aumente el número de personas que tengan esperanza para este mundo y cuya fe sea en un Cristo que es encarnación de un Dios que tanto amó al mundo que “le dio al Hijo Único, para que quien cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió al Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que se salve el mundo gracias a él” (Juan 3:16-17). Rezemos y gritemos: “Venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.” Es decir que, con la fuerza del Cristo Liberador y nuestros esfuerzos organizados, este mundo y la sociedad sean transformadas en tierra nueva y civilización nueva, no obliteradas.
Creo que Jesús nos enseñó a seguir viviendo el evangelio de amor, sin especular mucho sobre cuando venga el fin, para que, cuando venga el fin (de nuestra vida o de la historia) no haya problema. Debemos estar “despiertos”, “firmes” y trabajando, sirviendo a Cristo en los demás y luchando por un mundo mejor.
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