Luis Rocha
El sábado por la noche vi la deslucida pelea entre el estupendo filipino Manny Pacquiao y el estropeado mito Shane Mosley, quien por no devaluar su legendaria aureola, dentro del cuadrilátero cambió de deporte y se dedicó a correr para evitar un desprestigiante nocaut. En ese sentido ganó el maratón Mosley y Pacquiao, la verdad, no puso mucho empeño en alcanzarlo. Como la pelea, que por fin ganó éste último por decisión, no despertaba interés por desapasionada, me dediqué a pensar en otras cosas observando como Pacquiao se persignaba constantemente, no únicamente al inicio de la pelea o round a round como lo hacía Alexis Arguello –el único- sino casi cada vez que lanzaba un puñetazo. Por la inocencia de quienes creen que es lícito encomendarse a Dios para no perder y tenerlo como cómplice a la hora de inflamarle el rostro al contrario, o de mandarlo inmisericordemente a la lona, respeto estas supercherías basadas en un concepto religioso muy particular, pues equivale a amar al prójimo solo cuando el rival ha sido decorado con pómulos morados y sangrantes cortaduras en las cejas, producto –podría creerse- de persignarse y santiguarse.
Esto, obviamente, ocurre en un nivel cultural donde darse de porrazos es deporte, y por lo tanto lícito encomendarse a Dios para ser el triunfador. No hay dolo, sino una muy elemental y personal interpretación de la caridad cristiana, o si se quiere ignorancia de que religión, por ejemplo según el diccionario de la RAE, es el “conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas morales para la conducta individual y social, y de prácticas rituales, principalmente la oración y el sacrificio para darle culto.” Pero la persignadera no se da únicamente, como bien sabemos, en estratos sociales boxísticos, sino que también en sectores supersticiosos pertenecientes a las más diversas capas sociales: Políticas, empresariales o fundamentalistas. Exorcizar la mala suerte persignándose, es tan común y corriente como rezar para que otros la tengan. Eso ocurre, en la Nicaragua de hoy, con el concepto que de gobernar “religiosamente” tiene la pareja real, ignorando que lo que ellos practican y quieren inculcar en el pueblo, es superchería: “Engaño, dolo, fraude” según también el diccionario de la RAE. En los tanto insoportables como insulsos comerciales políticos, así como en los comentarios del cronista partidario, la noche del sábado Dios aparecía tan constantemente en boca del dictador, como el nombre de Daniel en boca del narrador de la pelea. Aquí si hay dolo y fraude. Pero lo que es en esa pelea de trasfondo, de momento, no hubo ganador: ¿Dios o Daniel? ¿Quién apuesta? Yo opino que Dios no llegó para disputarle la corona a un reyezuelo de este mundo.
La Fe cristiana es un acto de sinceridad permanente. No admite que se engañe al prójimo, y no es producto de conveniencias o circunstancias temporales, como las de la próxima reelección. No es autoproclamarse socialista, cristiano y solidario para tirarle golpes bajos a los templos vivos de Dios, que son todo el pueblo .Esa no es política, es politiquería: “Intrigas y bajezas. Brujulear en política. Tratar de política con superficialidad y ligereza.” (RAE). Continuaba la aburrida pelea entre Mosley y Pacquiao y yo viendo innumerables golpes bajos de Daniel contra Dios, que no cantaba el juez. ¡Y claro, cómo los iba a cantar si pertenece al Consejo Supremo Electoral! Salía Daniel en la pantalla, se persignaba y le tiraba otro golpe a Dios. Todo en él era fraude, dolo y engaño. Recordé entonces a mis inolvidables amigos Felipe y Mary Barreda, “mártires de la Iglesia de Estelí”, quienes fueron secuestrados en un cafetal el 28 de diciembre de l982, y asesinados después de innumerables y atroces torturas, probablemente el 6 de enero de 1983. En su libro “Dieron la vida por el pueblo” (1984) del querido sacerdote claretiano Teófilo Cabestrero, se consigna, de la Agenda de Mary de 1982, ésta lección de lo que es ser un verdadero cristiano, escrita sin saber que sería un insuperable testimonio rubricado con sus propias muertes de pareja y matrimonio indisoluble:
“Cuando nosotros comenzamos a colaborar con el Frente, sentíamos que esa era ya la única solución que Nicaragua tenía para su liberación, pues nosotros como cristianos ya sentíamos que era mentira que cambiaríamos nada con nuestras prácticas, ya que solo andábamos poniendo parches. Sabíamos que sin un cambio de estructura no podríamos actuar eficazmente, de modo que después de mucho pedirle al Señor su luz, nos pusimos a colaborar. Esta experiencia es para nosotros lo más valioso en nuestra vida de cristianos, pues estábamos conscientes de que en el mejor de los casos la muerte nos acechaba continuamente, la sentíamos que nos rondaba. De modo que en cada trabajo que salíamos a hacer, meditábamos y nos preparábamos por si no regresábamos más; nosotros no pensábamos que íbamos a salir bien o mal, simplemente sentíamos que si no actuábamos de esa manera estábamos traicionando al Señor y a nuestras conciencias.” Esto es cristianismo sin superchería. Solidaridad sin politiquería. Fueron secuestrados un 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes, y asesinados un 6 de enero, Día de reyes. Santos. Inocentes. Reyes de la verdad. Reyes de verdad. Ya regresaron.
“Extremadura”, Masatepe, 12 de mayo de 2011. (“Me quema la palabra”).
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