He vuelto. Viajé por el mundo literario del escritor Alejandro Bravo y me viví personaje de cuento –ya les diré cuál- en las páginas de su más reciente libro Baile con el diablo y otros cuentos, publicado en Nicaragua por el Centro Nicaragüense de Escritores (CNE). Bravo, mejor conocido en el mundo mundial como El Negro Bravo, o más archiconocido como El Pueta Bravo.
Nicaragua tiene sus asuntos particularísimos, a los poetas se les dice pueta con “u”. Es una certificación de calidad que otorga la gente del pueblo. A los poetas les dicen poetas, y a los poetas con P mayúscula les dicen pueta con u.
Las historias contadas por el pueta Bravo en este libro son sabrosas. Sabrosas de leer, y de comer, pues un buen número de cuentos se refiere a la comida, a lo que la gente hace con la comida, al cómo cocinar ciertos platos. También son historias con gran sentido del humor. Y son textos con una riqueza descriptiva del quehacer de la gente, los personajes, ese quehacer que algunos llaman costumbres. El libro así pertenece a lo mejor de la tradición del cuento nica.
Me gusta la variedad de escenarios en los que ocurren las narraciones, las calles, cantinas, Granada (el escritor nació allí), Managua, la Costa Caribe, otras ciudades, otros países, descritos con detalles cotidianos, y también el más acá, el pasado del cuento que más me ha gustado.
Es impresionante la capacidad del autor para crear personajes, unos ficticios, unos reales, con esa tendencia que hay en Nicaragua de meter a la gente real como personaje de cuento y de novela, con el agravante o beneficio de que cuando les llegás a conocer (a los personajes reales ya salidos del cuento) nunca les podés tratar como lo que son de verdad sino como se los imaginó el autor y la autora que les inmortalizó en tinta y papel.
Hay en el libro cuentos fascinantes, como el que da título a la obra: Baile con el diablo, ambientado en Granada y en la bohemia. Hay un cuento que es un extraordinario guión de película de cine –El Juego de Pelota-, que si lo ha sabido Hollywood a tiempo se habrían ahorrado el hacer el ridículo con Apocalypto. Ese cuento, sobre el jugador de pelota maya, que es riquísimo en detalles históricos (reales e imaginados) tiene el halo de querer ser novela.
Hay varios cuentos extraordinarios sobre comidas, les comento tres en particular: uno sobre el vigorón titulado La fuerza de los esclavos; La gloria del rice and beans, que es la historia sobre el nacimiento del gallopinto y El alimento de los dioses, que es el cuento que me raptó a su interior desde las primeras palabras con la fuerza que sólo la buena escritura es capaz de ejercer para raptar a la lectora dentro del escenario de danzantes indígenas que han comido indio viejo, aderezado con carne humana.
Para mí, que este libro de Alejandro Bravo le ha hecho el trabajo fácil a los y las cineastas nicaragüenses, ofreciéndoles historias dignas de película. Quizá de ahí su fama, pues Alejandro Bravo goza de un reconocimiento en el que se menciona su capacidad para narrar ambiente del estilo “me parece que lo estoy viendo”.
Tiene el escritor la habilidad de narrar y la de hablar. Se le conoce como un gran hablador, en pláticas de trabajo y de ocio suelta su talento narrando con maestría las especificidades técnicas más grises, y mejorando noches de tertulias entre amistades con chispeantes notas literarias.
El escritor nació en Granada, en noviembre del 57. Estudió Derecho, tiene 3 hijos y una nieta. Es un hombre enamorado, revela. Y se define a sí mismo como poeta y narrador. Habrá que añadirle, cocinero, pues el pueta maneja muy bien las artes culinarias. Alejandro Bravo vive en El Salvador, con estancias largas en Guatemala y Nicaragua.
Nunca podrá el pueblo nicaragüense rendir sus respetos, como se merece, a la cooperación económica que el gobierno de Noruega ha brindado a la literatura nicaragüense, pues gracias al Programa de Apoyo a la Cultura Nicaragüense han visto la luz valiosas obras de artistas de distintas edades, generaciones. Esta obra de Alejandro Bravo ha sido publicada gracias a este fondo, y por eso el precio se torna accesible para el público en general.
No he querido hacer una crítica literaria del libro de cuentos, porque eso les corresponde a otras personas mucho mejor formadas y documentadas para tal oficio. He querido ser sincera con mi propio placer de lectora: todos son cuentos que proveen la atmósfera de ese fascinante fenómeno de no querer dejar de leerlos, no querer que se acaben, el de empezar a leer y sentir que algo te hace estar ahí dentro de la historia, el de saber que estás leyendo un buen cuento, el hecho real de que la historia se queda con vos como si fuera real.
He vuelto, dije antes, del cuento que narra el alimento de los dioses. No estoy tan segura. Me parece que sigo ahí.
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