Onofre Guevara López
No voy a ser original: quien escribe sobre lo que piensa, cuando no lo hace como portador oficial de mensajes políticos partidarios, es el único responsable de lo que dice, y no espera alcanzar la aceptación de su criterio por disciplina entre ningún colectivo político. A lo que aspira, es despertar un mínimo de interés entre sus lectores. Y el interés no supone aceptación, pero sí ofrece espacios para discutir sobre lo escrito. Cuando no sucede eso, pues tampoco será motivo de duelo para nadie. Ni siquiera para el que escribe.
Si resulta positivo el interés del lector, no es raro, sino lógico, que aborde el tema del escrito por el lado que sea de su mayor interés e interpretarlo a su gusto. Es lo que hizo el señor Nicolás Blanco –a quien no tengo el gusto de conocer—, en su comentario (*) sobre mi artículo “¿Gobierno de “izquierda” o “derecha”? Mejor un gobierno honrado”. (**)
Lo extraño fue que el señor Blanco utilizara mi artículo para repasar sus lecciones escolares sobre Platón, Sócrates y Rousseau, lo cual no es mérito que debo atribuirme, porque nunca pretendí despertar en los lectores el interés por elevarse a las más altas cumbres del pensamiento universal. Al escribirlo, sencillamente, tenía mis pies puestos sobre esta tierra mancillada durante siglos por propios y extraños, pues es un tema de hoy y de hace mucho tiempo en nuestro país, como es la corrupción.
Cuando escribo el título para mis artículos, procuro hacerlo conciso y que refleje al máximo el sentido o fondo del tema que pretendo tratar. Y el título del artículo comentado por el señor Blanco, constituido con una pregunta y su respuesta, anuncia mi única intención: pretender demostrar que dentro de la disputa preelectoral –de aquí, de ahora y de ninguna otra parte—, entre una falsa izquierda y una derecha democrática no le conviene al país y, por ende, tampoco a nuestro pueblo, por el conocido y probado hecho de que ambas corrientes han establecido gobiernos corruptos.
En estos momentos, uno de ellos trata de prolongar el suyo ilegalmente, y hay otro que pretende restaurar el único que tuvo. Y ambos candidatos han tenido gobiernos corruptos, al margen de su pertenencia a esas corrientes ideológicas. Quiero decir, pues, que en ese artículo no pretendí hacer teoría sobre lo “ético descriptivo” ni lo “ético normativo”, sino tratar de despertar interés por la adopción de una posición ética concreta a la hora de votar: que entre dos propuestas probadamente corruptas, lo que se requiere y es mejor para el país, es un gobierno honrado. No invité a hacer una disquisición filosófica sobre lo ético, sino a tomar una decisión en pro del respeto de los bienes públicos, que no sean robados. Nada complicado, sólo una posición política ante un hecho lamentable.
Quien se complica con sus ejercicios académicos es el señor Blanco. Para reclamar, como ciudadano, un gobierno honrado no es necesario hacer enjuagues filosóficos sobre las clases ni ejercitar los conocimientos de latín, porque delinquir en el ejercicio del poder no es una actitud filosófica ni es necesario tener un origen en cuna de seda ni en un tapesco campesino, ni en una tijera de vivienda urbana pobre. El origen de clase influirá en la persona para la formación de su conciencia, pero no es algo mecánico ni la única influencia; su conciencia la adquirirá y forjará con su actitud y su relación social, organizado y luchando por sus intereses acordes a su posición de clase. Y aún así, eso tampoco será garantía absoluta de que en el proceso de lucha y en la práctica de la conducción del gobierno no va a ser portador de vicios y ni de prácticas aberradas que lo lleven a cometer ilegalidades y abusos de poder.
Todo gobierno de clase representa sus intereses, aunque pregone sustentarse en una u otra ideología favorable a los pobres, o por “el bien común”, pero eso no es patente que le autorice utilizar los mecanismos del poder para robarse lo que le plazca. Y si, como lo hemos visto durante tantos años, los gobernantes roban, independiente de su origen de clase, no les vamos a reclamar que abandonen sus vicios por amor a su ideología, sino, de modo concreto, que el presidente y sus funcionarios no sean ladrones, es decir, que sean honrados con los bienes nacionales. Desde luego, no existe un “honradómetro” para saberlo, sino por su práctica en el ejercicio del poder, así como combatirlo por todos los medios será su antídoto.
¿Se contradice el reclamo de tener un gobierno honrado, con el hecho de que la ética proletaria tenga “como sustancia los principios teóricos y filosóficos con que se concibe el mundo sin propiedad privada ni explotación humana”? No. Y aunque este gobierno no tiene “ética proletaria” –porque no es ese su carácter de clase—, tampoco está liberado de la obligación se administrar los bienes públicos de forma honrada y transparente. La otra realidad contraria, es un gobierno que por tener una ética burguesa, defiende la propiedad privada –de la gran propiedad hablamos, no de la propiedad privada personal— y practica “la explotación humana”, pero tampoco está liberado de la obligación ser honrado y transparente.
Por saber que nada autoriza a nadie a robar los bienes públicos porque tiene el poder, es que decimos: el problema de los electores, a la hora de depositar su voto, no es plantearse si el candidato X o Y tiene determinada ideología, sino asumir que si determinado candidato ha probado ser honrado en su vida privada, no importa su ideología, es mejor opción, porque la honradez administrativa del Estado nos conviene a todos. Estamos hablando en un momento histórico concreto: aquí y ahora, resumiendo una larga experiencia, de que lo conveniente en lo social y económico al país. Y lo que conviene, no es la tendencia de “izquierda revolucionaria” o “derecha democrática” de los candidatos porque sí, sino porque –además de respetar los derechos democráticos estatuidos en la Constitución y las leyes—, no se enriquezca a costa de los bienes públicos, no comercie con ellos ni utilice su influencia para obtener beneficios ilícitos para familiares y grupos partidarios.
Es todo lo que han hecho todos los gobiernos, máxime en los últimos años, debido a lo cual insisto: “estos gobiernos han nacido corruptos, no por su ideología, sino, sencillamente, porque sus líderes son políticos corruptos.” Y cuando el ciudadano se encuentra ante opciones políticas igualmente corruptas, su opción deberá ser no fijarse en la ideología del candidato, sino tomar una posición ética. No es una invitación a escapar de su conciencia política, sino a que asuma una posición ética desde su conciencia política, si es que ésta le induce a rechazar a los corruptos. Si no le molestan los corruptos, le será fiel toda su vida, sean de “izquierda” o “derecha”. Es que no se trata de una disquisición teórica. Se trata de una actitud ética en la política.
(*) 26/4/2011,
(**) 12/5/2011.
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