El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

sábado, 15 de enero de 2011

LA AMÉRICA QUE QUEREMOS

Cinco frases que hacen crecer la nariz de Pinocho


Eduardo Galeano


1. ¿Somos todos culpables de la ruina del planeta?

LA SALUD DEL MUNDO está hecha un asco. "Somos todos responsables", claman las voces de la alarma universal, y la generalización absuelve: si somos todos responsables,
nadie lo es.

Como conejos se reproducen los nuevos tecnócratas del medio ambiente. Es la tasa de natalidad más alta del mundo: los expertos generan expertos y más expertos que se
ocupan de envolver el tema en el papel celofán de la ambigüedad
.

Ellos fabrican el brumoso lenguaje de las exhortaciones al "sacrificio de todos" en las declaraciones de los gobiernos y en los solemnes acuerdos internacionales que nadie cumple.

Estas cataratas de palabras -inundación que amenaza convertirse en una catástrofe ecológica comparable al agujero del ozono- no se desencadenan gratuitamente. El lenguaje oficial ahoga la realidad para otorgar impunidad
a la sociedad de consumo, a quienes la imponen por modelo en nombre del desarrollo y a las grandes empresas que le sacan el jugo.

Pero las estadísticas confiesan. Los datos ocultos bajo el palabrerío revelan que 20% de la humanidad comete 80% de las agresiones contra la naturaleza, crimen que los asesinos llaman suicidio y es la humanidad entera quien paga las consecuencias de la degradación de la tierra, la intoxicación del aire, el envenenamiento del agua, el
enloquecimiento del clima y la dilapidación de los recursos naturales no renovables.

La señora Harlem Brundtland, quien encabeza el gobierno de Noruega, comprobó recientemente que si los 7 000 millones de pobladores del planeta consumieran lo
mismo que los países desarrollados de Occidente, "harían falta diez planetas como el nuestro para satisfacer todas sus necesidades". Una experiencia imposible.

Pero los gobernantes de los países del sur que prometen el ingreso al Primer Mundo, mágico pasaporte que nos hará a todos ricos y felices, no sólo deberían ser procesados por estafa. No sólo nos están tomando el pelo, no: esos gobernantes también están cometiendo el delito de apología del crimen.

Porque este sistema de vida que se ofrece como paraíso, fundado en la explotación del prójimo y en la aniquilación de la naturaleza, es el que nos está enfermando el cuerpo, nos está envenenando el alma y nos está dejando sin mundo.
Extirpación del comunismo, implantación del consumismo: la operación ha sido un éxito, pero el paciente está muriendo.

2. Es verde lo que se pinta de verde

Ahora, los gigantes de la industria química hacen su publicidad en color verde y el Banco Mundial lava su imagen repitiendo la palabra ecología en cada página de sus
informes y tiñendo de verde sus préstamos. "En las condiciones de nuestros préstamos hay normas ambientales estrictas", aclara el presidente de la suprema banquería del
mundo.

Somos todos ecologistas, hasta que alguna medida concreta limita la libertad de contaminación. Cuando se aprobó en el Parlamento del Uruguay una tímida ley de
defensa del medio ambiente, las empresas que echan veneno al aire y pudren las aguas se quitaron súbitamente la recién comprada careta verde y gritaron su verdad en términos que podrían ser resumidos así: "los defensores de la naturaleza son abogados de la pobreza, dedicados a sabotear el desarrollo económico y a espantar la inversión extranjera".

El Banco Mundial, en cambio, es el principal promotor de la riqueza, el desarrollo y la inversión extranjera. Quizá por reunir tantas virtudes el Banco manejará, junto con las Naciones Unidas, el recién creado Fondo para el Medio Ambiente Mundial.

Este impuesto a la mala conciencia dispondrá de poco dinero, cien veces menos de lo que habían pedido los ecologistas, para financiar proyectos que no destruyan la naturaleza. Intención irreprochable, conclusión inevitable: si esos proyectos requieren un fondo especial, el Banco Mundial está admitiendo, de hecho, que todos sus demás proyectos hacen un flaco favor al medio ambiente.

El Banco se llama Mundial, como el Fondo Monetario se llama Internacional, pero estos hermanos gemelos viven, cobran y deciden en Washington. Quien paga, manda: y la
numerosa tecnocracia jamás escupe el plato donde come
.

Siendo, como es, el principal acreedor del llamado Tercer Mundo, el Banco Mundial gobierna a nuestros países cautivos que por servicio de deuda pagan a sus acreedores
externos 250000 dólares por minuto; y les impone su política económica en función del dinero que concede o promete. No hay manera de apagar la sed de esa vasija agujereada: cuanto más pagamos, más debemos, y cuanto más debemos, mejor obedecemos.

La asfixia financiera obliga al negocio de jugo rápido, que exprime en plan irracional a la naturaleza y a la gente, y que al precio de la devastación ofrece divisas inmediatas y
ganancias a corto plazo.

Así se veta el desarrollo hacia adentro y se desprecia el mercado interno y las tradiciones locales, sinónimos de atraso, mientras pueblos y tierras son sacrificados, en
nombre de la modernización, al pie de los altares del mercado internacional
.

Las materias primas y los alimentos se entregan a precio de regalo, cada vez más a cambio de menos, en una historia de desarrollo hacia afuera que en América Latina

lleva cinco siglos de mala vida, aunque ahora mienta que es nueva -neoliberalismo, nuevo orden mundial- y que sólo ha servido -a la vista está- para desarrollar colosales
mamarrachos.

La divinización del mercado, que compra cada vez menos y paga cada vez peor, permite atiborrar de mágicas chucherías a las grandes ciudades del sur del mundo, drogadas por la religión del consumo, mientras los campos se agotan, se pudren las aguas que los alimentan y una ostra seca cubre los desiertos que antes fueron bosques.

Hasta los dragones asiáticos, que tanto sonríen para la propaganda, están sangrando por esas heridas: en Carea del Sur sólo se puede beber un tercio del agua de los ríos; en
Taiwán un tercio del arroz no se puede comer.

3. Plantar árboles es siempre un acto de amor a la naturaleza

El mundo está siendo desollado de su piel vegetal y la tierra ya no puede absorber y almacenar las lluvias. Se multiplican las sequías y las inundaciones mientras sucumben las selvas tropicales, devoradas por las explotaciones ganaderas y los cultivos de exportación que el mercado exige y los banqueros aplauden.

Cada hamburguesa cuesta nueve metros cuadrados de selva centroamericana. Y cuando uno se entera de que el mundo estará calvo más temprano que tarde, con algunos restos de selva en Zaire y Brasil, y que los bosques de México se han reducido a la mitad en menos de medio siglo, uno se pregunta: ¿Quiénes son peligrosos? ¿Los indígenas que se han alzado en armas en la selva lacandona, o las empresas ganaderas y madereras que están liquidando esa selva y dejan a los indios sin casa y a México sin árboles? ¿Los banqueros que imponen esta política, identificando progreso con máxima rentabilidad y modernización con
devastación? Pero resulta que los banqueros han abandonado la usura para consagrarse a la ecología, y la prueba está en que el Banco Mundial otorga generosos créditos para forestación. El Banco planta árboles y cosecha prestigio en un mundo escandalizado por el arrasamiento de sus bosques.

Conmovedora historia, digna de ser llevada a la televisión: el destripador distribuye miembros ortopédicos entre las víctimas de las mutilaciones.

En estas nuevas plantaciones madereras no cantan los pájaros. Nada tienen que ver los bosques naturales aniquilados, que eran pueblos de árboles diferentes abrazados a su modo y manera, fuentes de vida diversa que .sabiamente se multiplicaba a sí misma, con estos ejércitos de árboles todos iguales, plantados como soldaditos en fila y destinados al servicio industrial.

Las plantaciones madereras de exportación no resuelven problemas ecológicos, sino que los crean, y lo hacen en los cuatro puntos cardinales del mundo.

Un par de ejemplos: en la región de Madhya Pradesh, en el centro de la India, que había sido célebre por la abundancia de sus manantiales, la tala de los bosques
naturales y las plantaciones extensivas de eucaliptos han actuado como un implacable papel secante qu
e ha acabado con todas las aguas; en Chile, al sur de Concepción, las
plantaciones de pinos proporcionan madera a los japoneses y producen sequía en toda la región. El presidente del Uruguay se hincha el pecho de orgullo: los finlandeses
esn produciendo madera en nuestro país. Vender árboles a Finlandia, país maderero, es una proeza, como vender hielo a los esquimales. Pero ocurre que los finlandeses
plantan en el Uruguay bosques artificiales que en Finlandia están prohibidos por las leyes de protección a la naturaleza.

4. Entre el capital y el trabajo, la ecología es neutral

Se podrá decir cualquier cosa de Al Capone, pero él era un caballero: el bueno de Al siempre enviaba flores a los velorios de sus víctimas.

Las empresas gigantes de la industria química, la industria petrolera y la industria automovilística han pagado buena parte de los gastos de la Eco-92, la conferencia internacional que en Rio de Janeiro se ocupó de la agonía del planeta. Y esa conferencia, llamada Cumbre de la Tierra, no condenó a las empresas transnacionales que
producen contaminación y viven de ella, y ni siquiera pronunció una palabra contra la ilimitada libertad de comercio que hace posible la venta de veneno.

Como señaló en aquellos días el comentarista André Carothers en el programa de acción finalmente aprobado, la principal referencia a las compañías transnacionales entra
dentro de la categoría de grupos cuyo papel en los procesos decisorios nacionales debe reforzarse, de manera que los .. gigantes de la industria figuran junto a los niños, las
mujeres y los grupos indígenas.

En el gran baile de máscaras del fin de milenio, hasta la industria química se viste de verde. La angustia ecológica perturba el sueño de los mayores laboratorios del mundo,
que para ayudar a la naturaleza están inventando nuevos cultivos biotecnológicos.

Pero estos desvelos científicos no se proponen encontrar plantas más resistentes que puedan enfrentar las plagas sin ayuda química, sino que buscan nuevas plantas capaces de resistir los plaguicidas y herbicidas que esos mismos laboratorios producen.

De las diez empresas productoras de semillas más grandes del mundo, seis fabrican pesticidas (Sandoz, Ciba-Geigy, Dekalb, Pfizer, Upjohn, Shell, lCI). La industria química no tiene tendencias masoquistas.

En cambio, las tendencias homicidas y "rnundicidas" de los grandes laboratorios no sólo se manifiestan en los países del sur del mundo -adonde envían, bautizados con otros
nombres, los productos que el norte prohíbe-, sino también en sus países de origen.

En su edición del 21 de marzo de 1994, la revista Newsweek informó que en el último medio siglo el esperma masculino se ha reducido a la mitad en los Estados Unidos,
al mismo tiempo que se han multiplicado espectacularmente el cáncer de mama y el de testículo. Según las fuentes científicas consultadas por la revista, los datos disponibles indican que la intoxicación químic
a de la tierra y el agua tiene la responsabilidad principal en estos desastres, y esa intoxicación proviene, en gran medida, de ciertos abonos y pesticidas industriales.

¿Lo que es bueno para las grandes empresas es bueno para la humanidad? La reconquista de este mundo usurpado, la recuperación del planeta o lo que nos quede de él implica

la denuncia de la impunidad del dinero y la libertad humana. La ecología neutral, que más bien se parece a la jardinería, se hace cómplice de la injusticia de un mundo
donde la comida sana, el agua limpia, el aire puro y el silencio no son derechos de todos sino privilegios de los pocos que pueden pagados.

Han sido pobres todos los muchos muertos del cólera en América Latina, ahora que volvió la peste de los tiempos viejos: las aguas y los alimentos contaminados por los desechos industriales y los venenos químicos han matado gente como moscas.

¿Será que Dios cree, como los sacerdotes del mercado, que la pobreza es el castigo que la ineficiencia merece? Toda esa gente que había cometido el delito de ser pobre, ¿fue
sacrificada por el cólera o por un sistema que pudre lo que toca y que en plena euforia de la libertad de mercado desmantela los controles estatales y desampara la salud blica?

Chico Mendes, obrero del caucho, cayó asesinado a fines le 1988, en la Amazonia brasileña, por creer lo que creía: que la militancia ecológica no puede divorciarse de la lucha social. Chico creía que la floresta amazónica no será salvada mientras no se haga la reforma agraria en Brasil. Sin reforma agraria, los campesinos expulsados por el latifundio seguirían siendo puntas de lanza de la expansión del propio latifundio selva adentro, un ejército de colonos muertos de hambre arrasa bosques y extermina indios por cuenta del puñado de empresarios que acaparan la tierra conquistada y por conquistar.

Cinco años después del crimen de Chico Mendes, los obispos brasileños denunciaron que más de cien trabajadores rurales mueren asesinados, cada año, en la
lucha por la tierra, y calcularon que cuatro millones de campesinos sin trabajo se encaminaban a las ciudades desde las plantaciones del interior
.

Adaptando las cifras de cada país, la declaración de los obispos retrata a toda América Latina. Las grandes ciudades latinoamericanas, hinchadas a reventar por la incesante invasión-de exiliados del campo, son una catástrofe ecológica: una catástrofe que no se puede entender ni cambiar dentro de los límites de la ecología sorda ante el clamor social y ciega ante el compromiso político.

Nuestros hormigueros urbanos seguirán siendo infiernos de la ecología aunque se pongan en práctica los proyectos surrealistas que deliran ante las consecuencias por
impotencia ante las causas: en Santiago de Chile proponen volar un cerro con dinamita para que los vientos puedan limpiar el aire; en la ciudad de México se proyectan ventiladores del tamaño de rascacielos.

5. La naturaleza está fuera de nosotros

En sus diez mandamientos, Dios olvidó mencionar la naturaleza. Entre las órdenes que nos envió desde el monte Sinaí, el Señor hubiera podido agregar, pongamos por caso: "Honrarás a la naturaleza de la que formas parte". Pero no se le ocurrió.

Hace cinco siglos, cuando América fue apresada por el mercado mundial, la civilización invasora confundió a la ecología con la idolatría. La comunión con la naturaleza era pecado. Y merecía castigo.

Según las crónicas de la Conquista, los indios nómadas que usaban cortezas para vestirse jamás desollaban el tronco entero, para no aniquilar el árbol, y los indios sedentarios plantaban cultivos diversos y con periodos de descanso, para no agotar la tierra.

La civilización que venía a imponer los devastadores monocultivos de exportación, no podía entender las culturas integradas a la naturaleza, y las confundió con la vocación demoniaca o la ignorancia.

Y así siguió siendo. Los indios de Yucatán y los que después se alzaron con Emiliano Zapata perdieron sus guerras por atender las siembras y las cosechas de maíz. Llamados por la tierra, los soldados se desmovilizaban en los momentos decisivos del combate. Para la cultura dominante, que es militar, los indios probaban así su .cobardía o su estupidez.

Para la civilización que dice ser occidental y cristiana, la naturaleza era una bestia feroz que había que domar y .castigar para que funcionara como una máquina, puesta a nuestro servicio desde siempre y para siempre. La naturaleza, que era eterna, nos debía esclavitud. Muy recientemente nos hemos enterado de que la naturaleza se cansa, como nosotros, sus hijos; y hemos sabido que, como nosotros, puede morir asesinada. Ya no se habla de someter a la naturaleza: ahora hasta sus verdugos dicen que hay que protegerla.

Pero en uno u otro caso, naturaleza sometida y naturaleza protegida, ella está fuera de nosotros. La civilización que confunde los relojes con el tiempo, el crecimiento con el desarrollo y lo grandote con la grandeza también confunde la naturaleza con el paisaje, mientras el mundo, laberinto sin centro, se dedica a romper su propio cielo.

Nota: "La América que queremos" es una nueva sección sabatina de EL CORREO. Los ensayos "en defensa de la vida" -de autores de primera línea- son tomados del libro con igual título, publicado por el Fondo de Cultura Económica en 1998, en el contexto del Programa de las Naciones Unidad para el Medio Ambiente.

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