El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

viernes, 28 de enero de 2011

El Güegüense, la frontera metafisica y el pensamiento mágico

*Nuestra participación en las audiencias de La Haya terminó. Sólo queda evaluar nuestro desempeño y tratar de predecir sus consecuencias (con alguna dosis de cinismo y pensamiento mágico, que también son ingredientes del conflicto).

Luis Gutiérrez Cortes, ingeniero civil

Cuando un ex Canciller reveló a La Prensa que nosotros hemos propuesto a Costa Rica la “densificación de mojones” por lo menos 50 veces, una dama llamada Elena comentó la noticia preguntando: “¿Alguna autoridad nica puede explicar cómo se amojona un río? o al menos ¿Cómo se amojona la separación entre las aguas de un río y la tierra firme que éstas tocan en su ribera sur?” La pregunta se refiere a la margen del río, o sea la línea que separa las aguas de la tierra firme, es decir la frontera de Alexander.

La precisión de la pregunta revela su trasfondo. Algún filósofo aficionado hasta podría insinuar que tiene matices metafísicos. Es posible que Elena se haya planteado interrogantes como: ¿Es real esa línea de separación?, ¿En qué sentido se podría decir que tiene existencia?, ¿No es evidente que la línea de separación que Alexander vio ayer, hace más de cien años, ya no existe hoy; y que la que vemos hoy no existirá mañana.? Con su pregunta, Elena bien podría sacarnos de Harbour Head y trasladarnos a territorios metafísicos.

Quedándonos, sin embargo, en Harbour Head podemos ver cómo la pregunta ilustra la futilidad de la socorrida “densificación de mojones” para intentar fijar una frontera que se mueve con el río. Futilidad que además se extiende al intento del Gobierno, y otros personajes importantes, de acusar a los ticos de provocar el conflicto en que estamos metidos, por negarse los ticos a colaborar con esa densificación. No importa que el universo cibernético haya sido testigo de que Google tuvo que protegerse a la velocidad de la luz, para que no los enredáramos en un conflicto que, como sabemos muy bien, fuimos nosotros los que lo provocamos espontánea y gratuitamente. Y esto, nos lleva a La Haya.

Al salirnos del río, cruzando la línea metafísica, terminamos embarrando literalmente a Nicaragua con el lodo de la draga. De nada nos sirvió excavar una zanja para escondernos de la acusación de invasión. Y así, dimos lugar a que los ticos sentaran a Nicaragua en el banquillo de los acusados. Ahora, hemos tenido que responder a ocho preguntas diseñadas por los jueces para dilucidar nuestra responsabilidad en el conflicto. De estas, hay tres preguntas de especial interés.

El finquero más humilde de Nicaragua entiende perfectamente que el día en que descubra que tiene problemas de lindero con su vecino, lo primero que tendrá que hacer será revisar su escritura de propiedad y el trazado de sus linderos sobre el terreno, posiblemente con ayuda del abogado y el agrimensor del pueblo. Y también entiende que si quiere evitar una respuesta hostil por parte del vecino, tendrá que conversar con él antes de siquiera pensar en mover el cerco.

El juez Bruno Simma, entiende eso tan bien como lo entendería el finquero, y así lo manifiesta en su primera pregunta, que básicamente requiere explicar algo que parece inexplicable: ¿Por qué no procedimos como lo hubiera hecho el finquero, comenzando por verificar nuestra frontera y notificar al vecino?

No se sabe si el Gobierno pidió ayuda a Ineter para verificar la frontera pero sabemos, por palabras del operador de la draga, cómo él personalmente se hizo cargo de ese detalle. Nuestro delegado en La Haya, por su parte, ya ofreció a los medios una respuesta tentativa al asunto de la notificación, refiriéndose al Estudio de Impacto Ambiental del dragado, que Nicaragua dió a conocer a Costa Rica.

El juez Simma, sin embargo, sabe perfectamente que dicho estudio no expresa en absoluto ninguna incertidumbre en cuanto a nuestros límites con Costa Rica y que ni siquiera menciona, ni establece ninguna relación, entre el dragado y la limpieza a mano de un “caño” que nosotros iniciamos inmediatamente antes de comenzar a dragar. Tenemos mucho que explicar al respecto.

La segunda pregunta de Simma se refiere a por qué Nicaragua dejó pasar más de un siglo sin tratar de negociar una nueva frontera o al menos cambiar sus mapas. Nuestro delegado también ya insinuó una respuesta, admitiendo que el delta del San Juan ha sido siempre una región abandonada; que en más de cien años nuestros mapas no habían sido comprobados en el terreno, razón por la cual no eran dignos de credibilidad; y que no fue sino hasta que decidimos dragar el río, cuando visitamos el sitio y nos enteramos de que la frontera había cambiado y nuestros mapas habían estado equivocados. Si ya hemos confirmado a Simma esa respuesta, hemos dejado la puerta abierta a otras preguntas más dificiles de contestar, por ejemplo: ¿Cuál fue el cambio que observamos cuando fuimos al sitio?, ¿Cómo fue que comprobamos en el terreno el cambio del trazo original de la frontera, al trazo que nosotros defendemos ahora?, ¿Dónde estaba la frontera originalmente?, ¿Cómo podemos explicar que los fenómenos naturales hayan movido la frontera (y por consiguiente el río) de su posición original, según el mapa de Alexander, a la posición específica del caño que acabamos de limpiar? Y de mayor interés todavía: ¿Podrían presentar a la Corte un estudio de Ineter que responda a esas interrogantes?

La segunda pregunta del juez Mohamed Bennouna ya fue contestada por el propio Presidente de la República, cuando explicó que no mantenemos tropas en el territorio en conflicto. Que lo único que hacemos es entrar en, y salir de ese territorio, para patrullar con unos pocos soldados. El juez tendrá que explicarse a sí mismo cual es la diferencia entre tropas y patrullas o entre mantenerse en un terreno y entrar y salir de éste, como Pedro por su casa.

El conflicto está iluminado por destellos patrióticos que nos inducen a predecir triunfalmente que, a pesar de algunos inconvenientes con Simma y Bennouna, no tendremos dificultad en convencer a los jueces de la Corte Internacional de Justicia. Para eso, hemos aplicado en las audiencias una estrategia muy bien estudiada en nuestras academias literarias.

Se trata de la estrategia de ese personaje que muchos, pero afortunadamente no todos, se sienten orgullosos de llevar dentro. Es la estrategia de El Güegüence, que en su Diriamba natal, siempre se salía con la suya haciéndose el sordo y el que no entendía. Así, cuando el alguacil le exigía “Reales de plata”, él hablaba de “Redes de platos” y cuando aquel insistía en “Pesos duros” él comenzaba a hablar de “Quesos duros”. De igual modo nosotros, siguiendo con escrupulosa fidelidad la misma estrategia, fuimos a La Haya a hablar de “Sedimentación” cada vez que nos acusaban de “Invasión”, y a hablar de “La droga” cada vez que nos mencionaban “La draga”. El sainete del Güegüence tiene por objeto divertir, pero no sabemos nada acerca del sentido de humor de los jueces de La Haya.

Lo que sí sabemos, es algo acerca de “ El Sentido Mágico de la Vida”. Sabemos que es uno de los elementos básicos de nuestra cultura, incluyendo el aspecto político de ésta (1). El concepto se refiere a la inclinación de nuestra mente a dar cabida a mitos, supersticiones, influjos, vibraciones mágicas, creencias en poderes sobrenaturales etc. Nada protege nuestra mente de la tentación de intentar usar esos recursos cuando la realidad de la vida se opone a nuestras aspiraciones.

El mago de la tribu sabía como usar esos recursos recurriendo a la intercesión de entes sobrenaturales, con los que podía comunicarse mediante conjuros diseñados para ese fin. Nosotros no contamos con un mago en nuestra tribu, pero podemos recurrir al pensamiento mágico para invocar a ese ente inmaterial, un genio, que habita en el traspatio de nuestra mente con la seguridad de que no se negará a responder a nuestro conjuro.

El ejemplo más simple de la aplicación de esa magia es quizás, el proceso mental que se usa para generar un insulto (o una maldición si se necesitara llegar a ese extremo). El proceso es sencillo y totalmente irracional. Al conjuro de un insulto, nuestro subconsciente simplemente invoca los poderes de nuestro genio, para que satisfaga el maleficio expresado por el insulto, y el conjuro se cumple, al menos en nuestra imaginación. De esa manera podemos convertir instantáneamente a nuestro oponente en un bastardo (aplicación más común), o un burgués neo-liberal, o un contra-revolucionario vende patria, con sólo que pensemos o digamos que lo es.

Ese mismo proceso mental funciona en aplicaciones más sofisticadas. Con el auxilio de diputados y magistrados, el pensamiento mágico, operando en modalidad colectiva, es capaz de hacer que un artículo de la Constitución se convierta en anticonstitucional; o que algún párrafo de la misma recobre la vida después de 23 años de extinción. En estos casos, el conjuro tiene necesariamente que ser más sofisticado y puede tomar la forma de un decreto presidencial o una resolución de la Corte Suprema de Justicia.

Ni siquiera los números se escapan al poder del pensamiento mágico. Los duros datos de un levantamiento topográfico pueden ablandarse y transformarse en garabatos sin sentido con sólo pronunciar el conjuro de que carecen de valor jurídico, que son intrusos ilegales en texto de las Actas. No importa que los números hayan dejado su rastro en el mapa de Ineter o en el agua del canal de Harbor Head, no importa que hayan sido ellos, y no los mojones, los que en algún momento definieron la frontera.

Hemos visto lo fácil que es convertir un mapa oficial en papel mojado o basura electrónica. Basta con enunciar el conjuro de “que no fue comprobado en el terreno”; aunque no entendamos que parte del mapa es la que no está comprobada en el terreno.

Y si llegamos a necesitar un caño, el pensamiento mágico también resuelve. Basta con que pensemos que está allí para ponerlo donde queramos, de manera que hasta podamos limpiarlo. La misma magia también funciona en sentido negativo. Podemos desaparecer un caño con sólo pensar que ya no está donde dicen las Actas. Y hasta podemos combinar los dos procesos en uno solo, lo cuál sería equivalente a trasladar el caño de donde estaba y ponerlo donde queremos que esté, en un solo paso ¡Como en el procesador de texto!

Naturalmente, el pensamiento mágico no altera la evidencia de la geografía, mapas y levantamientos topográficos, pero altera nuestras expectativas, nuestras convicciones, y éstas dictan nuestro comportamiento. Por eso se dice que el pensamiento mágico está en la base de nuestra cultura política.

Por eso somos capaces de ir a La Haya convencidos de que a pesar de toda la evidencia en contra y lo absurdo de nuestros argumentos vamos a convencer a los jueces de la Corte Internacional de Justicia. Por eso nuestro Gobierno, nuestros diarios, nuestros eruditos y expertos internacionales siguen pronosticando nuestro mágico éxito en las audiencias de La Haya.

Mientras los jueces deliberan y nosotros esperamos, conservemos el optimismo que nuestros diarios se empeñan en inyectarnos. Todavía tenemos la opción de seguir creyendo que, con el auxilio del pensamiento mágico, la estrategia del Güegüence seguirá funcionando, como en un bailete:

Tanto en Holanda como en Diriamba,

Tanto en La Haya como en Masaya.

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(1) E. Alvarez Montalván, Cultura Política Nicaraguense

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