El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

sábado, 8 de enero de 2011

Si eres turista, encomiéndate a Dios

* Moraleja de una odisea: No vayas a Nicaragua, y si vas a Nicaragua no vayas a San Carlos…si llevas lancha, no vayas a la autoridad portuaria.

Una pareja de estadounidenses, residentes en Nicaragua, decidieron llevar su lancha a San Carlos para pescar en el Río San Juan y conocer el área de San Carlos.
Para este viaje invitaron a un matrimonio compuesto por un ciudadano mexicano, casado con una ciudadana canadiense, en viaje turístico por Nicaragua.
El viaje se inició el lunes 3 de enero, por tierra, recorriendo la carretera en construcción, un viaje que duró aproximadamente 7 horas de polvo y piedras.
Al llegar a San Carlos preguntaron dónde se podía poner la lancha en el Río y se llegó al muelle de la autoridad portuaria, se guardó la lancha, después de hacer el pago correspondiente.
El martes 4 de enero, temprano en la mañana, pese a la lluvia, los turistas se hicieron presente en el muelle, para iniciar los trámites que habían identificado el día anterior; tramitar en permiso de zarpe, con valor de 20 córdobas y obtener un permiso de pesca de Marena.
La odisea inició cuando las autoridades de la caseta en la entrada del muelle, avisaron que hacía falta un trámite más, un permiso de navegación. La oficina de navegación informó que la lancha necesitaba tener matrícula nicaragüense. El dueño de la lancha informó que no podía tramitar esta matrícula, porque aún no ha recibido su cédula nicaragüense. Entonces se nos informó que por medio del pago de 550 córdobas, nos podían dar un permiso temporal de navegación. Se hizo el pago y se obtuvo el permiso.
Posterior a esto, las autoridades en la caseta nos informaron que el pago de zarpe, ya no era 20 córdobas, que ahora era de 40 córdobas. Nos pareció raro, pero lo aceptamos. Nos dijeron que Marena ya estaba en camino para darnos el permiso de pesca deportiva. Que mientras tanto podíamos ir de compras a San Carlos.
En esos momentos apareció una señora que informó que era de Marena y antes de pedirle nada, nos informó que ella no tenía autoridad para dar permisos de pesca. Pero que podíamos ir con un señor privado que ella conocía y que tenía licencia de pesca y nos podía llevar en su embarcación a pescar. Le dijimos que era muy raro que ella como autoridad no podía dar el permiso, pero que un privado sí tenía autoridad. Además le informamos que el soldado en la caseta nos había dicho que ella era la única persona que nos podía dar permiso. Marena insistió que podíamos ir a negociar con su conocido o ir a hablar con su jefe. Nuestra respuesta fue que como turistas, no teníamos interés de andar haciendo trámites, solo teníamos intenciones de poner la lancha en el río e ir a pescar.
Durante estas conversaciones apareció una señora policía turística, que no se interesó en nuestra discusión, pero tuvo conversaciones en baja voz con el soldado y otras autoridades en la caseta.
La conclusión fue, alrededor de las nueve de la mañana, le informamos a las autoridades de la caseta, que ante la complejidad y los nuevos cobros habíamos decidido no seguir el juego y regresarnos a Managua.
Cuando el mexicano y la canadiense intentaron salir, a bordo de la camioneta, fuimos informados que no podíamos abandonar el muelle, ya que no contábamos con pasaportes, pese que nadie pidió ver identificación o pasaporte, y pese que a nadie le piden identificación de la mucha gente que constantemente entra y sale por ese portón. (Nosotros les habíamos dicho el día anterior que nuestros pasaportes se encontraban en Managua).
El ciudadano mexicano preguntó si estaba detenido, nadie supo responder, solo dijeron que teníamos que esperar por otras autoridades. En ese momento se le dijo a las autoridades de la caseta, a Marena, al guardia de la puerta y a la policía turística que este caso iba a ser reportado con nuestras embajadas y hecho público, así como los múltiples intentos de cobrar dinero y recomendar a operadores turísticos en lugar de cumplir con sus responsabilidades, se les dijo que estaba muy mal su trato al turismo.
Durante estas últimas conversaciones, les negaron la salida a los dos ciudadanos estadounidenses, por una media hora, pese a que ellos pedían salir y repetidamente preguntaron si también estaban detenidos. Finalmente los dejaron salir.
Mientras tanto el mexicano y canadiense tuvieron que esperar la llegada de las otras autoridades, un sargento del ejército, muy amable y consciente, así como un inspector de migración, quien hizo algunas preguntas, pidió identificaciones y se fue. El militar se quedó con nosotros hasta que vino una persona de migración, quien pidió que fuéramos a la oficina de migración.
En migración fuimos informados que no había ningún problema, que habían verificado nuestro ingreso y todo estaba normal, nos hicieron un recibo de 25 córdobas a cada uno y nos dijeron que estábamos en libertad de proceder a donde quisiéramos. En ese instante, la mujer de policía turística y un policía nos informaron que debíamos acompañarlos a un interrogatorio de investigación policíaca. La ciudadana canadiense pidió ver una identificación y el policía se mostró molesto y no enseñó nada. (Ninguna autoridad en ningún momento se identificó, dijo su nombre o mostró nada, además nunca supimos que éramos sospechosos por la policía)
Nos llevaron a un cuarto con una silla e iniciaron un interrogatorio, principalmente a la ciudadana canadiense, fotografiaron su licencia de manejar y tomaron fotografías de ambos. Al inicio del interrogatorio, nos informaron que ellos tenían autoridad de detener a cualquier persona por tres horas.
El ciudadano mexicano le dijo que podía proceder su interrogatorio, pero que teníamos una sola pregunta: ¿con cuál autoridad nicaragüense nos podíamos quejar del maltrato y privación de libertad que habíamos sufrido por las autoridades de la caseta?. Les reiteramos que el trato recibido no era adecuado para ningún turista, además de la violación de nuestros derechos. Un tercer policía que se había acercado al interrogatorio, nos dijo textualmente que nuestros derechos se habían quedado en México, que aquí no teníamos ningún derecho. Le dijimos que habíamos tomado nota de que la policía de Nicaragua nos había informado que no teníamos derechos en Nicaragua. También se nos dijo que la ley nicaragüense exige que todo extranjero tenga consigo su pasaporte todo el tiempo, a lo que respondimos que todas nuestras embajadas recomiendan mantener el pasaporte en algún lugar seguro y no cargarlo siempre.
También les dijimos que inocentemente habíamos pensado que la policía se había interesado en nuestro caso, para protegernos, no para investigarnos.
El interrogatorio duró aproximadamente una hora, al final del cual nos dijeron que estábamos en libertad de irnos, con el típico “usted disculpe”. Fuimos a buscar a los amigos estadounidenses, quienes estaban preocupados y ya habían sacado nuestro equipaje del hotel, habían enganchado el remolque con la lancha y nos fuimos de San Carlos sin detenernos.
De las nueve hasta las 11 de la mañana, estuvimos básicamente privados de nuestra libertad.
A nadie le preocupó nuestra odisea, ni el comportamiento de las autoridades de la caseta.
La moraleja del evento es:
No vayas a Nicaragua.
Si vas a Nicaragua, no vayas a San Carlos
Si vas a San Carlos, no lleves lancha
Si llevas lancha, no vayas a la autoridad portuaria.
Si eres turista, encomiéndate a Dios
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