A Pedro Joaquín Chamorro Cardenal,
en el treinta y tres aniversario de su martirio.
Guillermo Rothschuh | 9/1/2011
¿Qué elementos políticos y geográficos persisten para que Los Pies descalzos de Nicaragua - serie de reportajes escritos por Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, publicado en 1970- continúe siendo un referente en la memoria histórica de los nicaragüenses? ¿Se deberá a la insistencia costarricense de aprovechar el Río San Juan como factor de su desarrollo económico? ¿Será más bien porque nos recuerda la negligencia de los distintos gobiernos de no haber procedido a densificar los mojones de la frontera sur, conociendo el empeño costarricense por apropiarse de esta franja del territorio nacional? ¿Su vigencia obedecerá a que testimonia el abandono de un espacio vital para nuestro progreso socioeconómico? ¿Su actualidad se debe por recordarnos lo adverso que ha sido para el país no percatarnos que la “geografía de Nicaragua es eminentemente fluvial”? El texto mantiene su importancia debido a que sus preocupaciones y planteamientos más relevantes no han sido superados o no se les ha brindado respuestas.
El tema del Río San Juan ha formado parte de la agenda política de los gobiernos costarricenses, desde mediados del siglo diecinueve. Su vocación explícita por anexarlo como parte de su territorio fue el paso ensayado después de la integración del Guanacaste. Las luchas de poder entre las potencias coloniales hicieron del Caribe la frontera imperial. Inglaterra se apoderó del San Juan de Nicaragua el 1 de enero de 1848. La acción bélica estuvo motivada por sus deseos de expandir sus dominios sobre las costas orientales del país. Los problemas con Costa Rica datan desde la delimitación colonial, desde entonces ha mostrado un interés inusitado por apropiarse del Río San Juan. Los acuerdos que lograron concertar con los británicos fueron acogidos de manera elogiosa por la prensa costarricense. La búsqueda de una salida hacia el Caribe sirvió como detonante para reconocer y entenderse con los ingleses. Los empréstitos suscritos en aquel momento con Inglaterra fueron con la finalidad de construir un Canal Interoceánico y apropiarse del Lago Cocibolca.
Como recuerda Lizandro Chávez Alfaron en Trágame tierra, (1969) la creación del Canal Interoceánico a través del San Juan ha sido el origen de todas nuestras desgracias, desde la colonización española e inglesa a la fecha. La visión de las potencias imperiales ha sido preclara. El dominio de los mares era su principal objetivo para someter al mundo. Hoy es el dominio de los cielos, no por eso el control de los mares ha perdido importancia. En Los pies descalzos de Nicaragua, Pedro Joaquín reconoce la larga espera de los nicaragüenses por la canalización del San Juan. Ante la posposición indefinida de su edificación, sus tesis son similares a las vertidas por Chávez Alfaro. Ese sueño inconcluso generando falsas quimeras, ilusiones que impiden hacer lo inmediato, con la finalidad de “no estorbar con cuestiones accesorias y provisionales, lo que algunas imaginaciones creen más importante y definitivo”. Ningún gobierno nicaragüense se ha desprendido de estos sueños. Cada uno a su manera, incluyendo al actual, ha declarado su intención de crear un canal por Nicaragua. Algunos inversionistas incluso hablaron hace algunos años de construir un canal seco.
La codicia sobre el San Juan y el Cocibolca sigue originando sinsabores. Las acechanzas actuales de Costa Rica no son más que una reedición en pleno siglo veintiuno, de resituar la discusión en otro nivel para ver que ganancias obtienen, como lo han hecho siempre. Se trata de movimientos tácticos dentro de una planificación de largo aliento. Una vez más se ha mostrada agredida por los nicaragüenses. El olvido de la historia y la falta de firmeza de los gobiernos por delinear una estrategia, acompañada por una política de Estado, que incorpore el tema del San Juan como prioritario en la agenda nacional, ha permitido que Costa Rica continúe indeclinable en sus pretensiones de aprovechar esta falta de coherencia y sistematicidad para revertirla a su favor. Como apunta Nelly Ramírez Moncada, Nicaragua no puede continuar improvisando, debe pasar de una política reactiva a una política proactiva. La cadencia y el ritmo de lo que acontece en el San Juan han sido fijados siempre por los ticos.
Uno de los aspectos más importantes esbozados por Pedro Joaquín Chamorro, consiste en resaltar la inexistencia de una política de fronteras de parte de Nicaragua. Advierte la urgencia de adoptar una política de esta naturaleza, sin que esto suponga “una actitud cerrada, chauvinista, ultranacionalista”. La ley de régimen jurídico de fronteras, aprobada el 13 de diciembre de 2010 por el Asamblea Nacional, podría ser valorada como el primer paso. Ahora hay que dotarla de contenido. La ley únicamente proporciona el marco jurídico-político, falta desplegar las acciones necesarias para que la presencia del Estado Nacional en esa zona sea efectiva. El abandono fronterizo obliga a los nicaragüenses a fijar su mirada hacia Costa Rica. Igual ocurre en la frontera mexicana y guatemalteca, donde todos pretenden emigrar hacia los Estados Unidos, con la diferencia de que ninguno de estos dos países discute sus bordes fronterizos. Ni siquiera Honduras ha saltado por los recientes desplazamientos de los mojones ocurridos en la frontera nica-hondureña.
Son tan falaces los argumentos costarricenses y nosotros tan faltos de memoria, que han adelantado una estrategia de comunicación global para crear corrientes de opinión en la que Nicaragua aparece como país agresor. Nunca como ahora resulta conveniente dar a conocer las diversas iniciativas históricas emprendidas por Costa Rica - inclusive agresiones militares- en su propósito indeclinable por aprovechar los múltiples beneficios que ofrece el San Juan y su salida al Caribe. El texto de Alejandro Bolaños Geyer, San Juan de Nicaragua, publicado por el Banco Central de Nicaragua en 1998, debería reeditarse y distribuirse profusamente en escuelas y universidades. Así los nicaragüenses y el mundo, conocerían que las ambiciones desmedidas de los costarricenses son de vieja data y durante muchos años de carácter bélico.
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