El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

martes, 25 de enero de 2011

Ortega, el Cosep y el sindicalismo domesticado

Onofre Guevara López

Si acaso hubo alguna idea en la mente de alguien, acerca de que en la plática del Cosep con el presidente Ortega se abordaría la amenaza de la ruptura definitiva que él haría al orden constitucional si continuara con su ilegal pretensión de reelegirse, hubiese sido una idea ingenua. Ingenua digo, porque en toda lid política cada sector social ejerce su propia defensa, de la forma que más le conviene; y el Cosep no representa, precisamente, al sector social en el cual la ciudadanía deba depositar la defensa de la Constitución, de las leyes y de los derechos sociales. Obvias razones respaldan esta afirmación.
Tampoco esta reunión debió verse fuera del orden en que se desarrollan –o deberían desarrollarse— las relaciones del gobierno con todos los sectores sociales, por una obligación elemental de quien, como el presidente Ortega, quiere pasar como el “presidente de todos los nicaragüenses”. Pero, en realidad, eso no cuenta para otros sectores sociales. Es más, habiendo intereses comunes entre los gobernantes y los representados por el Cosep, una reunión entre ambos ni debería ser motivo de sorpresas el hecho de que el tema de la reelección no se hubiese tratado.
Ese tema no fue el objetivo de la reunión de martes pasado, ni puede ser discrepante para ellos la reelección de ortega, porque sus intereses económicos se los garantiza a plenitud. Y porque les vale más su estabilidad económica que el deterioro de los derechos democráticos. Si, como clase, la burguesía de ayer concilió con Somoza, no hay motivo para que la de hoy no lo haga con Ortega.
Es lógico, entonces, que Ortega no da cabida a su demanda ni ejerza la misma práctica de reunirse con los sectores laborales, ni siquiera con los sindicatos que responden a sus criterios y decisiones políticas. Si no, veamos la reacción de Roberto González, de la Central Sandinista de Trabajadores, ante la reunión de Ortega con el Cosep. Entre celoso e ingenuo, y más que todo, simple, González confesó, a manera de queja, que su central sindical sólo ha podido reunirse con el presidente Ortega en muy pocas ocasionales, y en años anteriores. Los puntos de su agenda como central obrera, siguen marginados y esperando.
Efectivamente, algunos de esos puntos son los mismos que Ortega tuvo en el centro de su entrevista con el Cosep, como el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional; una reforma a la Seguridad Social; y la Ley del Salario Mínimo, aunque --naturalmente, y pese a ser incondicionales de Ortega— los líderes de la CST tienen puntos de vista, diferentes a los del Cosep. Pero lo que González omitió, es el hecho de que Daniel Ortega, actúa abusivamente diciéndose representante de los trabajadores (¿para eso no es que se cree “pueblo presidente”, pues?), y todo lo que arregle con el Cosep sobre esos temas serán de obligatorio cumplimiento para “sus sindicatos” y centrales, como la que dirige González.
Su queja es como ponerse a brincar estando el suelo bien parejo. Claro, ojalá los sindicalistas pudieran brincar con libertad e independencia de clase, ante este y otros hechos en los cuales Ortega decide por ellos. Pero no es así, porque sus dirigentes han priorizado la sectaria disciplinaria partidaria, dejando en segundo término los intereses laborales de los trabajadores. Lo que es peor; han trabajado para castrar la conciencia de clase de los trabajadores, a quienes no ven como sujetos conscientes de su propia lucha reivindicativa, sino como masa obediente ante los dictados de un caudillo político que no tiene ninguna afinidad con sus intereses, porque tampoco la tiene con respecto al trabajo productivo que los trabajadores realizan para vivir de su salario. Por cierto, un salario del cual se queja todo el mundo, y a la cual los dirigentes sindicales orteguistas le ponen sordina, hacen reclamos pasivos o tratan de aplacarlos.
Y lo dicho no es gratuito ni casual. Los mismos líderes sindicales que se quejan de la triste condición de hijos de casa que se han buscado ante el presidente Ortega, desde hace varios días ya se proclamaron defensores de sus ambiciones reeleccionistas. Haremos de todo por la reelección del presidente Ortega, dijo el propio González. ¿Cómo asociar, entonces, su incondicional posición política orteguista con su preocupación por reunirse con Ortega para exponerle problemas a los que él ya le dio “solución” en su encuentro con los patronos del Cosep?
La anulación, de hecho, de los sindicatos como organismos activos en la defensa de los interese inmediatos de sus afiliados, es parte de una política que comenzó con la destrucción de su estructura orgánica e ideológica, cuando Ortega convirtió a en propietarios a sus líderes bajo el cuento de crear el “área propiedad de los trabajadores”. Para esta destrucción, el orteguismo utilizó varios recursos, entre ellos, maniatar su actividad natural como organizaciones obreras; desviar sus objetivos de lucha clasista hacia una posición política al servicio de los objetivos políticos del orteguismo; desnaturalizar su función de organismos defensores de sus intereses laborales a favor de la participación como masa amorfa en las manifestaciones político-partidarias; en fin, amellar su carácter combativo para que admitan su condición de organismos subordinados, pasivos y obedientes.
¿Cómo, entonces, podrían sentirse “importantes para Ortrega”, si han renunciado a su independencia, a su autonomía sindical e ideológica? De Ortega sólo podrán seguir recibiendo “orientaciones” para el cumplimiento de tareas ajenas a sus objetivos e intereses como organizaciones sindicales, pero de mucho interés para sus ambiciones continuistas como único factor de
poder.
Aunque todo lo que la propaganda oficialista dice estar haciendo en pro de los trabajadores fuera cierto, y aunque de manera restringida lo hace en algunas áreas sociales, nada es compatible con la sumisión política, mucho menos que compense lo que pierden los trabajadores en dignidad, independencia y libertad de sus sindicatos. Nada de lo que le ofrezca el orteguismo como señuelo para seguirlo domesticando, vale para los trabajadores la vida, fortaleza y combatividad de su organización sindical. Y son ya bastantes los sindicatos que este gobierno ha destruido en los centros de trabajo, donde el jefe administrativo o el ministro, con la complicidad de líderes sindicales oportunistas, hacen de todo para someterlos.
“La liberación de los trabajadores es obra de los trabajadores mismos”, es una consigna que, tenga la edad que tenga, venga del área geográfica del mundo que sea, y se haya producido en cualquiera de las circunstancias históricas de su lucha, es una consigna verdadera e incuestionable. En algún momento, la clase obrera nicaragüense podrá salir de su letargo y volver por sus fueros. Pese a quien le
pesare.

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