El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

miércoles, 5 de enero de 2011

"PARA FRANCISCO"

Francisco tenía muchos amigos y de muchos lugares, pero estaba solo. Lo dejó dicho en su libro Alguien me ve llorar en un sueño, que le prologué hace un par de años. Si no era efusivo, nunca pensé en un desamparo tal que lo llevara a quitarse la vida. Nos vimos varias veces. Se me hacía un tipo muy despierto, cálido y calmo, por lo menos eso percibí. Los poetas somos carne de paradoja: mientras leo el último email que me mandó hace unos días solicitándome poemas para la revista Carátula, veo de soslayo en la pantalla un texto que acabo de borronear tironeado por la pena: habla de su muerte. Siento que esta clase de poemas no llegan siquiera a rozar aquello que queremos comunicar. Impotencia y preguntas: “¿Por qué abriste esa puerta?/ ¿La compañía de nadie te devolvía ninguno?/ ¿Quién trenzaba orfandad con dedos que dicen adiós?”. Algo pedía Francisco, que alguien lo recibiera en su andar, en su estar, en su hacer. Leo de nuevo su libro donde campea la muerte: “Somos luz muerta restregada/ con pequeños trozos de cielo/ sobre sonámbulos espejos”. Allí está todo. En mi prefacio hablé entre otras cosas de la atmósfera de su poesía en relación a “un estado de pérdida” en un tiempo de asfixia y “aquello que es succionado por la nada”. También de lo fantasmagórico con imágenes de pesadilla y un personaje “Andrés” (¿Francisco?) cercado por los “álguienes” (según el poeta) que intentan “comer de sus despojos, rociar su soledad con ácidos y metales fundidos” (según yo). Ya no puedo dialogar con Francisco de estas y otras cosas. ¿Sería de algún consuelo pensar junto al verso de Luis Cardoza y Aragón que sólo la muerte conoce el camino a casa? No me cabe duda de que Francisco era una persona querida, pero quién puede mensurar el afecto, sus amputaciones, sus trasiegos. ¿Alguien sabe para qué muerte trabaja?

Si llegase a terminar ese poema para Francisco, me gustaría terminarlo con este verso: “¿Desayunaste esa mañana?”.

Jorge Boccanera

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