El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

martes, 27 de septiembre de 2011

Sin orejeras, todo se ve mejor

Onofre Guevara 


Estamos ante una polémica interesante  y de muchos razonamientos acerca de qué  actitud tomar ante las elecciones del 6 de noviembre próximo, aunque, a veces, con las ofensas y las usuales descalificaciones. Esta polémica se manifiesta de forma unilateral, pero no del lado oficialista ni de la “oposición” semi oficial  –no  sólo por su pacto y arreglos bajo la mesa—, y a todo lo electoral sólo le miran el color metálico, sino entre los sectores de la izquierda y la derecha democráticas. Sé que es una  clasificación mecánica, pero se trata de algo simplemente convencional.
El riesgo de esa polémica, es que algunas argumentaciones para justificar una posición respecto a las elecciones, producen la impresión de que estamos en un concurso acerca de quién puede hacer las mejores descalificaciones del gobierno de Ortega. Vano intento, y no porque no sean válidas  –pues de sobra lo son— sino porque este gobierno no necesita ser descalificado, pues ya se ha venido auto descalificando durante cinco años, por lo menos.
¿Quién, si no Ortega, lanzó la primera estocada contra la Constitución Política  hablando de la reelección al sólo tomar posesión?  ¿Quién, si no Murillo hace el dúo anti constitucional, desde cuando inició su co-mandato, imponiendo su control político a través del “consejo del poder ciudadano”, para crearle apoyo a la reelección y a la violación de la Carta Magna?  ¿Quién, si  no Ortega, manejó a voluntad a sus agentes políticos investidos de magistrados en la Corte Suprema para que –en una ilegalmente constituida “Sala Constitucional”—  se aprobara una sentencia pretendiendo inhabilitar el Artículo 147 de la Constitución, sin tener facultad para ello?.¿Quién, si no Ortega tolera los apetitos de enriquecimiento ilícito de Roberto Rivas, para mantenerlo satisfecho y dispuesto a poner en práctica todas sus patrañas electorales, y garantizarse su reelección?
Sólo esos cuatro hechos representan al cúmulo de ilegalidades que desprestigian al orteguismo, sin que nadie tenga que auto proclamarse campeón de su descalificación política por el solo hecho de estarlo repitiendo. El problema político no sólo exige descubrir al orteguismo en toda su dimensión oportunista, autoritaria y abusadora. El problema político central, es si se permite o no que Ortega, su familia y su “partido” se apoderen del Estado como si fuera su propiedad privada. El Estado, aunque teóricamente,  es de todos los nicaragüenses, también debe de serlo en la práctica, tomando actitudes activas dentro de un proceso electoral que, no por manipulado y corrupto, deja de ser un mecanismo para todos, a falta de otras opciones más contundentes, y no quedarse al margen y, desde ahí, gritar nuestras inconformidades.
Antes de optar por alguna actitud, quienes se consideran de izquierda, no deberían mirar el panorama político opositor en blanco y negro: sólo corruptos por un lado y sólo puros por el otro. En este esquema; se ve corruptos a quienes participan tratando de rescatar los mecanismos estatales que monopoliza el orteguismo; y se ve puros a quienes no mancharán su impoluta ideología, uniéndose con alguien que no comparte la pureza de su secta.
La vida política, no es así. Al menos, no se debe creer que es así. Dentro de la multiplicidad de corrientes políticas, siempre hay alguien que a pesar de no identificarse con uno  en todos los aspectos –político, económico, ideológico, social y hasta religioso— se identifica en torno a la comprensión de que Nicaragua y su pueblo no merecen ser dejados al arbitrio del poder autoritario de nadie. Y ese alguien merecerá confianza, en este caso concreto, con lo cual no se le está entregando ni recibiendo una ciega incondicionalidad.
 Serán aliados en una determinada actividad, en un caso mínimo, las elecciones; quienes se identifiquen en torno a este aspecto, manteniendo cada quien su libertad de tener criterio opuesto sobre las cosas en que no coinciden, no tienen razón de anteponer esas diferencias ni hacerse enemigos para no hacer la unidad en la acción contra el orteguismo. Y tampoco se tiene porqué abandonar el sentido crítico contra cualquiera actitud incorrecta, de unos o de otros. Pareciera increíble, pero es lógico, que cueste entender cosas tan simples, y abandonar percepciones ideológicas cultivadas por años en la conciencia; que no se auto cuestionen, cuando la vida pone ante todos facetas inéditas, como tener que enfrentar a quienes fueron aliados y acercarse a quienes fueron adversarios. No reconocer ni tratar de influir en las nuevas condiciones, porque lo impiden criterios establecidos, es dogmatismo.  
No dejarse aprisionar por los prejuicios, ni a éstos los confundirlos con los principios ni,  a las ideas concederles cualidad de inmutables, es más propio del  revolucionario.  Si de verdad se está contra los abusos y las actitudes aberrantes de Daniel Ortega, no se le puede hacer el favor de debilitarle a quien se perfile como su mayor adversario, negándole a éste el voto. Además, no es malo tolerar a quien, pese a no ser de la misma secta ideológica, sabe corresponder con su tolerancia. Si no fuera así, no se vería en ninguna lista de candidatos a diputados, a probados y destacados políticos de izquierda. Es que el pueblo necesita de la unidad, no de la dispersión por motivaciones ideológicas, las cuales no siempre ubican a quienes la sustentan –porque no son infalibles—, en el mejor camino.

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