Una vez concluidas las dos horas y cuarto de conversación --porque con él no cabe la entrevista formal sino la plática abierta--, uno sale de su casa convencido de que jamás la tiranía de los espacios, en las páginas de un periódico, será lo suficientemente flexible para compartir con los lectores siete décadas de vida y medio siglo de experiencias, contadas con lujos de detalles, anécdotas lúcidas y pensamientos e ideas llenas de convicciones y de historia, de este Danilo Aguirre Solís que parece hecho de historia y de memoria.
Recio, alto y vivaz, de voz grave y de ademanes moderados, Danilo Aguirre, a sus 71 años, hace uso de su prodigiosa memoria para contar una parte de la historia contemporánea del país que se escurre entre sus posiciones políticas, anécdotas periodísticas y visiones de las leyes y de la justicia.
En principio, se considera un hombre razonable, pero firme. “Nunca he aceptado imposiciones en contra de mis principios, ni como abogado ni como periodista, pero soy abierto a discutir y debatir ideas, y a aceptar errores cuando me he equivocado”, dice.
El sueño pendiente del hombre luchador
Luego, se considera un luchador por las causas sociales, ya sea como periodista, como abogado o como político: “La historia del hombre es la historia de su lucha por la libertad”.
El sueño pendiente del hombre luchador
Luego, se considera un luchador por las causas sociales, ya sea como periodista, como abogado o como político: “La historia del hombre es la historia de su lucha por la libertad”.
Y entre esos tres roles, tiene pendiente un sueño, el cual desea ver hecho realidad: “Que Nicaragua pueda, alguna vez, tener instituciones democráticas que le permitan al pueblo controlar el uso del poder, no instituciones burocráticas como las que existen”.
Su criterio, entre historia y periodismo, es que ninguna de las instituciones del país, jamás le han servido al pueblo para controlar el abuso de poder. “Esto no solo permite las arbitrariedades, la corrupción, sino que la encubren, y atacan a quienes quieren desnudar esa corrupción”, indica el veterano periodista.
Y así, en esa atmósfera política fétida que viene mal oliendo desde su uso de razón, explica, a su criterio, el verdadero valor del periodismo. “Ahí juega el verdadero papel el periodismo, el periodismo de verdad, el que se arriesga con profesionalismo a denunciar las cosas que se hacen mal, lo otro, el periodismo oficialista y los plumíferos pagados por los poderosos de turno, no es periodismo”, afirma.
La decadencia en el oficio
Nunca antes, que recuerde, el periodismo oficialista había descendido tan bajo, a los peores niveles del periodismo somocista, que llamaba “perros” a los guerrilleros asesinados.
La decadencia en el oficio
Nunca antes, que recuerde, el periodismo oficialista había descendido tan bajo, a los peores niveles del periodismo somocista, que llamaba “perros” a los guerrilleros asesinados.
“Las radios del Estado, las compradas por el partido son verdaderos albañales radiofónicos, pues ahí te dicen cualquier insulto, cualquier calumnia, cualquier expresión soez, te descalifican de la manera más vulgar, más panfletaria, pero el pueblo es sabio, y sabe quién le miente, no le gustan los plumíferos que alaban al dictador de turno”, señala.
Su biografía
Su vida es de origen humilde: hijo de una costurera y de un hombre que trabajó en el ferrocarril por 44 años, un oficio en que él mismo se inició en el mundo laboral, y al que amó tanto, que por años pensó que había nacido para ello.
Su biografía
Su vida es de origen humilde: hijo de una costurera y de un hombre que trabajó en el ferrocarril por 44 años, un oficio en que él mismo se inició en el mundo laboral, y al que amó tanto, que por años pensó que había nacido para ello.
Pero luego, las circunstancias políticas le mostraron la existencia del Derecho, y una vez bachillerado del turno nocturno del Instituto Miguel de Cervantes, en los años 50, decidió seguir su instinto y estudiar leyes. Quería cambiar el mundo, y en esos avatares y vueltas, terminó metido con mucha pasión en el periodismo, ejercicio en el que ha recorrido 50 años de vida, y en el que quiere seguir hasta que tenga fuerzas y lucidez.
Por eso no le gusta hablar de legados aún, “eso me suena como si uno ya se está muriendo”, dice a modo de broma.
“No me retiro del periodismo por salir de EL NUEVO DIARIO, solo he cerrado un ciclo más de mi vida”, explica, y reflexiona que si un día la sociedad nicaragüense analizara a fondo el papel de los periodistas, se daría cuenta de que han sido partícipes de los procesos que han buscado el cambio para el país, aun a costa de su propia sangre.
Periodistas: pobres en fortunas, ricos en dignidad
“Y sobre todo, el pueblo se daría cuenta de que no hay periodistas ricos en Nicaragua. El periodismo no da fortunas. Uno puede ver que en determinadas profesiones alcanzan niveles económicos extraordinarios, pero los periodistas no, parece como que estuviéramos destinados a luchar por todo en este país, y a olvidarnos de nosotros”, reflexiona.
Periodistas: pobres en fortunas, ricos en dignidad
“Y sobre todo, el pueblo se daría cuenta de que no hay periodistas ricos en Nicaragua. El periodismo no da fortunas. Uno puede ver que en determinadas profesiones alcanzan niveles económicos extraordinarios, pero los periodistas no, parece como que estuviéramos destinados a luchar por todo en este país, y a olvidarnos de nosotros”, reflexiona.
“Nos ha pasado, a veces somos parte de la tragedia, y no nos damos cuenta hasta que volvemos la vista sobre nuestros pasos, y miramos que tras tantos años de luchas y denuncias de injusticias, estamos igual de pobres y de jodidos”, expresa, para enseguida destacar el consuelo del periodista: “El orgullo de servir a la sociedad con dignidad”.
“Pero si somos pobres en fortunas somos ricos en dignidad, y eso me llena de orgullo, saber que la mayoría de los periodistas, algunos ya fallecidos, vivieron y murieron, o viven aún, con modestia, pero con una enorme dignidad y ética, que no se puede comparar jamás con la moral de la mayoría de la clase política que ha existido en este país”, dice.
Lo que nunca se debe hacer
No quiere hablar de legado, insiste en que no se ha retirado y que seguirá en la jugada del periodismo, pero ya que insisto, cree que si un legado debe dejar no solo él, sino cualquier periodista con amor por la profesión, es el ejemplo de dignidad.
Lo que nunca se debe hacer
No quiere hablar de legado, insiste en que no se ha retirado y que seguirá en la jugada del periodismo, pero ya que insisto, cree que si un legado debe dejar no solo él, sino cualquier periodista con amor por la profesión, es el ejemplo de dignidad.
“Creo que el mayor legado que uno deja en su carrera, es establecer con claridad, como periodista, que ningún gobierno de turno puede sujetar el pensamiento para subordinarte y convertirte en periodista panfletario, y hacerte creer que solo podes vivir derramando el incienso sobre quienes tienen el poder. Eso no es propio del periodista profesional”, estima.
“En toda la historia de Nicaragua, eso lo han hecho algunos sectores siempre reducidos, gracias a Dios, pero la historia de Nicaragua ubica a los periodistas como personajes que han servido al país y le siguen respondiendo, a pesar de estar tan desprotegidos como hoy, sin ninguna coraza, sin ninguna armadura, porque los periodistas no tenemos nada más que principios”, alega.
Y es aquí donde nacen sus ideas políticas. “Como periodista, siempre he creído que este país necesita la transformación que nunca ha tenido. Aquí nunca ha habido revolución, aquí ha habido cambios radicales de poder, violentos, históricamente desde Zelaya ha sido así; con Somoza, en 1979, pero revolución nunca ha habido, en el sentido de que ha ido acompañada de una transformación de las estructuras de un país, que den a las grandes mayorías las oportunidades de igualdad en desarrollo con justicia. Eso no ha ocurrido nunca en Nicaragua”.
Su criterio es que cada poder que ha llegado sustituyendo a otro, se termina convirtiendo no solo en un poder opresivo, “sino que con sus nuevas formas de corrupción y malversación, siguen convirtiendo al país en el más atrasado de Centroamérica, de América Latina y del mundo. Entonces, aquí la pregunta que cabe es por qué Nicaragua sigue siendo pobre, pese a las riquezas que tiene…”.
Por ello, aunque ahora haya salido de EL NUEVO DIARIO, insiste en que no está saliendo del periodismo.
Por ello, aunque ahora haya salido de EL NUEVO DIARIO, insiste en que no está saliendo del periodismo.
“Lo que quiero decir, es que el periodista comprometido debe luchar o aspirar a esa transformación, y es lo que he hecho, y pienso seguir haciendo, ahora, quizás, aprovechando las nuevas tecnologías y redes sociales que le permiten a uno mismo crear su página de noticias como antes se buscaban crear espacios de radio para comunicar”.
Periodista hasta la muerte
No quiere elogios en vida, eso le suena a despedida, pero tampoco quiere que se crea que por cerrar un ciclo de su vida pasará a vegetar en su casa histórica de la Colonia Centroamérica.
“Hasta que el cuerpo me diga no, pero mientras tenga fortaleza física y lucidez voy a seguir en mi lucha… A veces tengo la sensación como de haber caminado en círculo, como que las cosas por las que luchamos y murieron miles de nicaragüenses las hemos dejado atrás, pero caminando y caminando, las volvemos a encontrar en el camino, como si marcháramos en círculo”, reflexiona.
“Todo esto lo digo como periodista obligado que he sido, pero yo, fundamentalmente, he sido periodista por pasión”, dice Danilo Aguirre, quien comenzó escribiendo en La Prensa en 1961, hace 50 años.
Luego trabajó con Rodolfo Tapia Molina, en Radio Informaciones, posteriormente en el periódico La Nación que dirigía el doctor Alberto Saborío, donde comenzó como corrector de pruebas y redactor deportivo en abril de 1963.
En enero de 1965 se había convertido en el director, y dirigió el periódico hasta abril de 1969, cuando los dueños decidieron cerrarlo. Luego, aterrizó en La Prensa, cuando Pedro Joaquín Chamorro lo invitó a escribir y comenzó a medio tiempo, el otro tiempo libre lo dedicaba a litigar desde que se graduó de abogado en 1967 hasta 1972, cuando la pasión del oficio lo atrapó para no soltarlo nunca más.
“Amaba las leyes, las amo, pero liberar muchachos para luego verlos morir no era gratificante, y entonces decidí que lo mejor no era liberar guerrilleros, sino liberar al país. Desde La Prensa nos lanzamos a ese objetivo, y eso nos costó sangre, persecuciones, amenazas, atentados, hasta la muerte de Pedro Joaquín, en 1978, que detonó finalmente la guerra que llevó al país a sacudirse al régimen de los Somoza”, relata.
Antes de ello, tuvo la intención de un periódico propio y lo intentó: se llamaba Extra, y fue el primer periódico matutino que salió con color, tuvo éxito momentáneo, y cuando ya sentía que alzaba vuelo, murió en ruinas por falta de presupuesto en el mismo año que nació, 1969.
Con su llegada a La Prensa, comenzó el calvario: le hicieron varios atentados de los que salió ileso, sobrevivió a la destrucción de la Guardia Nacional contra La Prensa. Recordó que de las 12 personas que estaban ahí cuando los tanques abrieron fuego desde la carretera, y luego llegaron los guardias a pegarle fuego, solo quedan vivas tres: Carlos Martínez, don Germán Alvarado y él. Los otros nueve ya murieron.
Pese a todo, se ríe de la vida y hasta comenta con picardía: “Me han dicho oligarca y yo me río, porque soy hijo de una costurera, bachiller nocturno del Miguel de Cervantes, ferrocarrilero, nunca he tenido resentimientos sociales ni he sido desclasado social, vivo en la misma casa desde hace décadas y no poseo fortunas ni mansiones mal habidas”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario