Juan Ramón Flores
El talante autoritario y el sesgo fascista del actual gobierno lo hacen muy propenso al uso de la violencia y el instrumento más tentador es sin duda el Ejército, de ahí que, por la irresponsabilidad demostrada por Daniel Ortega desde su toma de posesión y la juramentación del mando militar, cada movimiento que el ejército realiza aunque sea de rutina, siempre genera suspicacias.
Hoy nos enfrentamos a un nuevo peligro por la utilización política del Ejército. Daniel Ortega sabe que su candidatura es ilegítima e ilegal y en su esquema mental atrofiado solo confía en la razón de la fuerza y así lo ha hecho sentir mandando a apalear opositores, robándose vulgarmente las elecciones del 2008, e intentando controlar todos los mecanismos del CSE para robarse con premeditación, alevosía y ventaja las elecciones del 6 de noviembre. Cree que el ejército le asegurará la victoria, ya que no cree en la Policía, porque observa con recelo la vocación institucionalista de algunos de sus mandos, al final de cuentas la policía es de naturaleza civil, pero el Ejército es una máquina de guerra para atemorizar a los atemorizables, pero ¡cuidado!, el respeto del que aun goza el Ejercito se podría quebrar tan rápido como se quebraron las Torres Gemelas de NY, debido a que lo que lo sostiene en pie es la legitimidad de la que aún goza ante la ciudadanía, a pesar de la falta de seriedad institucional del actual mando y de la erosión de credibilidad que le causó la candidatura del general Hallesleven.
!Mucho cuidado!, porque en circunstancias de resquebrajamiento de la institucionalidad del Ejercito, ante el abuso constante de Daniel Ortega, la población ya no podría ver en un militar a “un compita” o a un garante de la legalidad, y si eso ocurre por ahí podría darse la rajadura que puede romper la represa, lo cual sin duda podría convertirse en una correntada que se pasaría llevando muchas cosas, entre ellas todo el capital acumulado indebidamente por el latrocinio de Ortega y los orteguistas, o por Ortega y "los allegados al orteguismo", que nos recuerda el Decreto 3 de la JGRN de 1979.
Muy bien haría Daniel Ortega en aprender de la Historia. Ya en estos tiempos las guerras no se hacen necesariamente en el campo, se hacen con información y mayoritariamente en las ciudades, y para ganarlas a veces ni falta hacen los fusiles; pero además, los fusiles no se disparan solos, los manipula una persona que come mal, tiene el más bajo salario del escalafón, observa con tristeza y a veces con rabia lo lujos y las camionetonas de los jefes y sus familiares, sufre la crisis, piensa, observa las injusticias y los abusos y en estos tiempos hasta lee y se informa…y puede cambiar de opinión, porque los militares saben que A la guerra no se juega.. y Daniel Ortega está jugando con ellos al violar constantemente la legalidad que la misma revolución les heredó.
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