- Intimidación
La noticia de que la periodista Silvia González se ha exiliado tras ser objeto de reiteradas amenazas a su vida y su familia, por denunciar la corrupción y abusos de los representantes del FSLN en Jinotega, ha dejado en evidencia que la intimidación es parte de una política de violencia ejercida por el régimen de Nicaragua. Intimidar alude a la acción de causar miedo o temor a una persona. Y claro, si a uno le amenazan de muerte por teléfono, le prometen dañar a sus hijos y encima le tiran en su casa la cabeza sanguinolenta de una gallina recién decapitada, estamos claros que el acto de intimidación espanta y alcanza el nivel de franco y cobarde terrorismo. Si a esto se suma la vista gorda y negligencia de la policía para detener a los acosadores y dar la protección debida a la víctima, el mensaje es claro: te callas o te mueres. Silvia optó por irse antes que callar o morir. Todos los que hemos sido amenazados por el poder sabemos lo que es sentirse intimidado y lidiar con la zozobra que provoca en el círculo familiar o de amigos. Lo que es importante reconocer es que estos no son hechos aislados: la violencia política ha tenido diferentes momentos y expresiones desde el ascenso de Ortega: la intimidación colectiva contra las protestas ciudadanas, la selectiva contra sectores de la sociedad civil y la individual, como la dirigida a personas como Silvia. Todas tienen el mismo objetivo: silenciar, subordinar o inmovilizar. Es que la receta del Comandante para la prensa es aquel proverbio hindú que advierte: “Cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que el silencio”.
- La clave de la violencia
Los apologistas del régimen se ufanan de que este es un país “seguro”, que aquí no se matan periodistas como en Honduras, ni hay presos políticos y que por lo tanto “estamos en la paz y la gloria” del señor presidente. Quieren hacernos ignorar que la violencia política es una relación donde el protagonista tiene mejores opciones que el otro: el poder y su parafernalia. De acuerdo con el filósofo Newton Garver la clave de la violencia está en la violación de un derecho básico de la persona afectada. Define como violencia manifiesta(personal o institucional) aquella que involucra un asalto físico a otro, bien sea por una sola persona o por una masa que obedece órdenes dentro de una institución. En esas categorías caen tanto el asalto físico realizado por las turbas y pandillas motorizadas que asaltan con machetes, palos, piedras y morteros a las marchas ciudadanas, como la agresión física hecha por un miembro de la Juventud sandinista a otro joven que protestaba solitaria y pacíficamente contra la reelección o el asesinato del líder indígena Ronald Davis. Para “legitimar” estas agresiones, hacen uso de una gama de ideologizaciones, justificaciones, manipulaciones y como no, organizaciones ad hoc para ejercerlas. Y tal y como la consorte de Kim Il Sung, portadora del absurdo e inverosímil título oficial de “la infinitamente fiel”, es a la inseparable y omnipresente primera consorte de Nicaragua a quien le toca crearlas y difundirlas desde la Secretaria de Comunicación y su nuevo emporio de medios como “verdad absoluta” e “incontaminada”.
- Violencia por despojo
Otra categoría de Garver incluida en la violencia política es la que denomina la “violencia tranquila” que es la que se ejerce a través del despojo, bien sea a través de medios psicológicos, por la interdicción de ejercer derechos, por la negación del acceso a opciones sociales o políticas abiertas a otros, etc. Esta es la violencia que se está aplicando en este último trecho del régimen previo a las elecciones, como se puede constatar en el impedimento de facto de ejercer el derecho al voto, al negar las cédulas y favorecer con su emisión sólo a sus partidarios, al impedir el derecho a la movilización y la protesta, al hacer cuesta arriba y poner toda suerte de obstáculos y zancadillas a lo que se perfila como la única opción real de oposición: la eliminación de candidatos solicitada por el PLC, la negativa a recibir los listados de segundos miembros de las JRV del PLI-UNE en 30 municipios, la insólita condena a los concejales de la Alcaldía de Managua por denunciar el robo y la corrupción, la judicialización de la política, con jueces y magistrados que condenan a todo aquel señalado como adversario y un rosario de atropellos y despojos de derechos individuales, civiles y políticos. Esto según Rosario Murillo es hoy la “Revolución Tranquila, Revolución del Amor, que procura derechos y espacios a todas las familias nicaragüense”. La “violencia tranquila” pues, que nos acerca al silencio de los sepulcros.
- Los sonidos del silencio
Sería recomendable para el régimen –ya que le gusta tanto plagiar las canciones famosas de la década de los 60- que le pusieran atención a “Los sonidos del silencio” de Simon & Garfunkel. El silencio, como se sabe, es la ausencia de ruido, sonido o palabras. El mutismo, como ausencia de palabra, es la cárcel de la lengua. Hacer callar, entonces, es consustancial a la violencia política en la que el poder se garantiza el dominio de la palabra y se pretende única fuente legítima de la misma. La tiranía política es también tiranía sobre el significado y lo significante. Por eso se esmeran en comprar el silencio y la aquiescencia de los adeptos, inculcando lealtad con la amenaza de perder beneficios. El silencio obligado significa miedo, inseguridad y desconfianza, pero también lo imprevisible, lo difícil de interpretar. La oquedad del silencio, como dicen los poetas, se convierte en un fantasma y en una fuerza misteriosa, casi etérea y cósmica, que al final, por indescifrable temen mucho los dictadores. “Y los carteles decían que las palabras de los profetas están escritas en las paredes del subterráneo y en los conventillos. Y murmuradas en los sonidos del silencio.” Con razón dice un proverbio judío que hay que guardarse de un agua silenciosa, de un perro silencioso y de un enemigo silencioso. No vaya a ser que a la “violencia tranquila” le den su medio vuelto.
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