Así de
simple.
Simplemente
así
querría que
fuese mi simple muerte.
Simple como
si me muriese cualquier día sin
necesidad
de morirme en una tarde
con
aguacero y todo allá en París, como Vallejo.
César fue
medio tonto. Escogió el día
menos
propicio y adecuado para morirse
porque murió
en verano
con viento
recio y con quemante sol,
sin tierna
lluvia gris y sin paraguas.
Prefiero yo
morirme aquí en mi humilde
Colonia
Centroamérica en Managua, Nicaragua,
en verano
con sol o en invierno cruel o bajo
fina lluvia
tenaz, me da lo mismo.
Así de
simple quiero pues mi muerte, amigos,
con Doña
Julia al lado que medé en la frente
su postrer
beso como si el beso fuese
su amoroso
y mortal tiro de Gracia.
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