Por Luis Alberto Cabrales
Nicaragua sabe a nacatamal, huele a sacuanjoche y suena a
marimba. Nicaragua tiene sabor a agua de coco, a tierra mojada y a carnitaasada
de la esquina.
En la mañana, Gallopinto con tortilla y una taza de café
con leche y en la noche a atol con güirila. Es un buen pedazo de queso ahumado
de donde las Narváez con tortilla, es una taza de leche agria de donde
Romulete. Nicaragua tiene sabor a jocote tronador, a pelusita de tamarindo, a
guayaba madura, a cajeta de leche de Diriomo, a raspado relleno de Loly que
cuando metemos el dedo para que el hielo nade mejor en el sirope nos queda
manchado y no podemos negar que comimos raspado.
Para el hambre que
quema las tripas, no basta con una carne en Baho, se requiere una orden de
carne asada, maduro frito con queso y un buen vaso de chicha, quien sabe si un
Vigorón también.
Nicaragua es el peso de las flores que adorna la cabeza de
la monimboseña, el cenzontle que cruza los montes, el guardabarranco sobre la
rama. Es el meneo sensual de la costeña y su palo de mayo y la tristeza norteña
del violín de talalate.
Tanto rogar por alcanzar el paraíso, y lo tenemos a la
vuelta: las isletas de Granada sin tráfico, ni vidrios ahumados, ni televisión.
En Corn Island, es fácil encontrar nuestra soñada isla desierta y percibir los
olores de este hueco del planeta!
Huele a pescado, a aceite de coco, a cuerpo al sol, a agua
salada. Nicaragua sabe a naranjada, a limonada, a pozol con leche. Es tiste
envuelto en hojas de chagüite, es maíz pujagua, es yoltamal y revuelta.
Suena a 'me lo das con ipegüe' a 'aquí va el chancho con
yuca'; a viva el Bóer', 'viva el Diriangén!, abe también a un cumbo de atol
caliente en una tarde de lluvia a cajeta de purísima en diciembre, huele a
madroño y a reseda. Nicaragua, como dijo Rubén, es pequeña pero uno grande la
sueña, grande para los que se quedaron, grande para los que nos fuimos y grande
para los que sólo están de paso.
Es el calor que te despierta sudando de la siesta y el
aguacero que te arruina el uniforme del 15 de septiembre. Nicaragua es vivir
con la danza de los lagos bajo tus pies y con el olor del fogón llamándote cual
canto de sirena. Nicaragua es temblor, es lagos, es lagunas, es volcanes.
'Alabado sea el santísimo sacramento del altar...', el tum tum de los chicheros
en la procesión, los negritos y las 'vacas' anunciando a Santo Dominguito.
Es San Jerónimo Doctor con su pito y su tambor en Masaya,
el San Sebastián en Diriamba. Es el promesante, el eterno penitente donde
caminando curamos las penas, damos las gracias y pedimos lo que creemos que nos
falta.
Nicaragua suena a cigarras anunciando lluvia, a pocoyos al
amanecer y a monos congos en la noche de la selva atlántica. Nicaragua es un
triángulo en donde se conjugan perfectamente el Cocibolca y el Xolotlán. Qué
linda es Nicaragua bendita de mi corazón. No hay una tierra en todo el
continente tan hermosa y tan valiente como es mi nación.
Nicaragua tiene el ardor de una raja de canela, el
picorcito del clavo de olor, y el tinte del achiote. Huele a gallina de patio,
al almendro de´onde la Tere, a níspero y a marañón. En Navidad sabe a chompipe
relleno, en Semana Santa a curbasá y a cuznaca y en las fiestas patronales a
chancho con yuca, a indio viejo, a masa de cazuela.
Nicaragua, Nicaragüita la flor más linda de mi querer.
Salve azucena divina, cantan los fieles marianos en las purísimas. Otros
preferimos el caballito chontaleño, la queja india, el solar de Monimbó,
algunos no tan viejos recordamos a los Pancasán de épocas pasadas y a Panchito
Cedeño.
A mí, la patria me sabe, me huele y me suena a sacuanjoche,
es azul y blanca, es huele de noche, es jazmín recién cortado y parafraseando a
uno de nuestros grandes compositores, Erwin Krüger:'quiero tener el consuelo de
quedar cuando me muera cerca del fresco arroyuelo en cuyas aguas bebiera y así
mi alma por los montes cuando esté clareando el día convertida en un cenzontle
cantará estás melodías'. Así es Nicaragua, así es mi país, la tierra mía donde yo nací.
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