Julio Francisco Báez Cortés
Les pido
autorización para compartir en público el irreverente comentario que hace un
momento se escuchaba por aquí: “Esta reunión se nos hará de hule porque ya
viene Edgar Tijerino pastoreando a su eterna gavilla que habla hasta por los
codos y nada sabe de béisbol como los Carlos Fernando Chamorro, Capeto Carrión,
Ruth Herrera, Danilo Aguirre, Omar González, David Robleto, Marlen Chow, Alberto
Lacayo, Guillermo Rothschuh, Pancho Mambo, y hasta el colado de Kiko Báez, en
vez de permitirnos disfrutar al gran Denis Martínez y su atabal granadino”.
Para animarles con
la buena noticia que seremos tempraneros, déjenme contarles una anécdota que lo
explica todo. Mientras un grupo de amigos almorzábamos con Edgar hace quince
días, hablando las mismas babosadas de siempre y una sola cosa importante que
era la inminente salida del horno de su libro biográfico sobre Denis, tuvo
lugar un diálogo-debate. “Cuidadito no llegás el próximo martes 20 de
septiembre al lanzamiento de Bravo Denis”, me despidió Tijerino. ¿“Cómo vas a
creer que yo sería tan irresponsable?, ¿se te olvidó que hasta voy a tomar la
palabra”, reclamé. “¿Cuál palabra?”, salta veloz. “¿Acaso no sabías que me
invitó a intervenir René González, Presidente del Instituto Nicaragüense de
Cultura Hispánica?; además, te fregaste porque no habrá flores para vos, serán
para el hombre de la noche Denis Martínez”. “Ah bueno”, dice agarrado en la
maturranga de su incorregible despiste, “si querés hablar, pues hablá, pero que
sea cortito”.
Ni modo, trataré
de salir ileso de esta imponente ceremonia donde ya todo pareciera escrito en la obra iluminada de Edgar, en el
formidable prólogo de Carlos Fernando que al rato leerá con la elocuencia propia
de un barítono importado, o en las palabras centrales de autor y personaje que
luego escucharemos con expectación y calidez. Motivado por la osadía de hablar en
nombre de todos los presentes, diré dos cosas nada más. Primero, felicitación a mi hermano Edgar Tijerino por
entregarnos un libro impecablemente arropado de erudición, danzarín, certero,
alegre y terriblemente azuzador de la esperanza. Felicitación a Edgar Tijerino
por haber logrado que seres entrañables también escribieran en su obra
sumergiendo el alma en forma de letras y cariños, como el propio Denis que
empapó en tinta sus íntimos sentimientos, o la Chilo Mercado, autora anónima de
todo lo que firma su príncipe consorte, y que inspirada de contento nos atrapó
con un sabroso y coloquial escrito en el propio libro.
Agradecimiento a
Edgar Tijerino por ser cada día más humilde y generoso al desprenderse de lo suyo para entregarnos a un
tritón desnudo en su limpieza. Agradecimiento a Edgar Tijerino por desvelarse
como un demencial poseso para recordarnos, con su finísimo estilete, que el
orgullo y la amistad aún palpitan en la Nicaragua donde lo esencial está lejos
de perderse; que existen glorias sencillas en áureas de principios chineando nietos,
yendo al cine, al mercado o la iglesia como simples mortales que caminan en las
calles con la mayor tranquilidad del mundo porque no se les pasa por la cabeza hipotecar
su libertad a cambio de vergonzosos privilegios, ni mucho menos robarse un
centavo partido por la mitad cuando se trata de fondos públicos o privados.
Pero sí se les ocurre lanzar juegos perfectos en el parque de pelota y en el
estadio de la vida.
Segundo,
ahora viene mi fraterno abrazo a nuestro Denis Martínez. Cuenta la historia que
a Fiodor Dostoievski le perseguía el sueño de convertir en novela el drama del
alcoholismo, ilusión que por designios del destino poco a poco fue amamantando
hasta terminar fundiéndola con su célebre obra de la ternura, Crimen y Castigo.
Como un sencillo tributo al ejemplo vital que hoy celebramos bajo el regazo del
espléndido libro y rendidos ante el influjo de esta hermosa noche de “limpia
espiritual”, a contrapelo de tanta “sucia electoral” que nos acosa, trataré de
parafrasear a mi manera a Constantino Bértolo en su evocación a Raskólnikov,
actor clave de aquella novela y personaje tan heroico, flaco, enjuto y
espigado, como Denis, tan renacido desde ciertas cenizas, como Denis, y tan
enamorado eternamente de una mujer, como Denis.
Porque
sólo cuando él descifrara su amor por esa compañera –la Sonia de Raskólnikov
allá, o la Luz Marina de Denis aquí– y sólo cuando reconociera la existencia
del “tú”, tendría lugar su segundo nacimiento. Es cuando descubre que “los
otros” también existen y esos otros comienzan a quererlo de nuevo, a escuchar
su voz y a admirarlo más que antes. Es la historia gradual de la renovación de
un hombre bajo el epicentro de una mujer, la historia del tránsito progresivo
de un mundo a otro. De la pobreza a las oportunidades, como las del nica, de
éstas a la falsa grandeza que depara tentaciones y caídas, como las del
compatriota, y, por fin, de las fallas y la confusión al renacimiento diario
que atesora el ejemplo de un gigante cotidiano, ¡Denis Martínez!
(*)
Salutación en la
ceremonia de lanzamiento del libro “Bravo Denis”. Instituto Nicaragüense de
Cultura Hispánica, 20 de septiembre 2011.
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