Nuestra Agenda 2011 llegó hasta Dios: «¿Qué Dios?», se preguntaba. Parecía que ya no se podría ir más lejos; se habría llegado al Misterio. La verdad es que se puede y se debe ir más lejos, yendo más cerca, más adentro, traduciendo la vivencia del Misterio-Dios, humanamente e históricamente, descubriéndolo y acogiéndolo en los pasos continuos de su familia humana. En 2011 la Agenda se preguntaba «¿Qué Dios?»; ahora, en 2012, se pregunta: «¿Qué Humanidad?». Qué Humanidad podemos y queremos ser; qué vida podemos y queremos vivir; qué convivencia anhelamos.
Desde su primer número, hace 21 años, nuestra Agenda ha asumido el desafío de aportar, modestamente pero con mucha pasión, en el análisis y el compromiso de las Grandes Causas de Nuestra América. Pero alargando el horizonte ha venido a ser una agenda latinoamericana y mundial. Las grandes causas son inevitablemente mundiales, sobre todo ahora en tiempos de globalización. Y son causas grandes porque abarcan nuestras vidas, la Sociedad, el Planeta, el Universo...
Hemos confesado siempre que nuestras Causas «valen» más que nuestra vida, porque son ellas las que a la vida le dan sentido. Somos lo que amamos, lo que hacemos, lo que soñamos. Una palabra soñadora y militante viene acompañando a la Agenda en todos sus atisbos y propuestas: «Utopía». Somos impenitentemente soñadores; creemos, con el proverbio etíope, que «tribu que no sueña es tribu muerta».
Esta Agenda 2012 sueña también y, reforzando la viabilidad de nuestros sueños, se asocia al encuentro de otra palabra, fecunda matriz de la utopía ancestral de nuestros pueblos indígenas, retomada hoy cuando definitivamente se desmoronan ciertas palabras «mayores», verdaderos dogmas de un supuesto «bien estar», de un progreso sin límites, de una historia llegada a su «más allá no hay más». Son tan ridículamente mayores estas ciertas palabras que llegan al extremo de condensar la felicidad en una botella de coca cola.
Esta palabra libertadora, en versión andina Sumak Kawsay, el Buen Vivir, nos sale al encuentro como un evangelio de vida posible, digna y para todas las personas y todos los pueblos. Buena nueva del Buen Vivir frente al mal vivir de la inmensa mayoría y contra «la buena vida», insultante, blasfema, de una minoría que intenta ser y estar ella sola en la casa común de la Humanidad.
«Buen Vivir-Buen Convivir» reza la Agenda, porque es inimaginable una buena vida humana que no sea una buena humana convivencia. Somos relación, sociabilidad, comunión, amor. Se sobreentendería que una buena vida personal ha de ser también comunitaria; pero es mejor destacarlo explícitamente, para no caer en sobreentendidos que ignoran lo que se debe entender y asumir, vitalmente, radicalmente. Yo soy yo y la Humanidad entera. Dos son los problemas y las soluciones: las demás personas y yo. Esto no se puede “sobreentender” apenas; se debe gritar.
El CIMI, Consejo Indigenista Misionero, de Brasil, lanzó para la Semana de los Pueblos Indígenas 2011, un tríptico de concientización y de compromiso con la Causa Indígena, con este título: «Vida para todos y para siempre». Añadiendo: «La Madre Tierra clama por el Buen Vivir». Y el CIMI define: «El concepto del Buen Vivir va en la dirección opuesta a un modelo de desarrollo que considera la tierra y la naturaleza como productos de consumo... El Buen Vivir es un sistema de vida que se contrapone al capitalismo, porque este último se ha constituido en un modelo de muerte y explotación...». «Hay que pensar el Buen Vivir como un sistema de vida viable, teniendo en cuenta la dimensión histórica y las posibilidades que ofrece para el futuro. Para eso es necesario considerar el Buen vivir como alternativa al modelo capitalista, haciendo memoria histórica, teniendo en cuenta la vida y los anhelos, no precisamente de los vencedores», sino y siempre y radicalmente la vida, los anhelos, el llanto y la sangre de los vencidos. «Para practicar el Buen Vivir es necesario escuchar lo que dicen aquellos que luchan cada día por un mundo más fraterno y justo».
El profesor Dávalos dice que «los movimiento sociales, y en especial el movimiento indígena, han propuesto un nuevo paradigma de vivencia y convivencia que no se asienta ni en el desarrollo ni en la noción de crecimiento, sino en nociones diferentes como la convivialidad, el respeto a la naturaleza, la solidaridad, la reciprocidad, la complementariedad».
El tríptico del CIMI invoca «vida para todos y para siempre». Ese «siempre» que acompaña a lo largo de la historia la ansiedad y la esperanza de la Humanidad mortal. No se puede pensar la vida sin pensar la muerte. No se puede pensar el Buen Vivir si no se piensa simultáneamente el Buen Morir. La muerte es el último gran detalle de la vida, el verso último del soneto. Si no hay respuesta para la muerte no hay respuesta para la vida. Agradeciendo y accionando todo lo que de «calidad de vida» nos puedan aportar la filosofía y la ciencia, apelamos definitivamente a la Esperanza. Buen Vivir-Buen Convivir-Buen Morir.
Jesús de Nazaret, profeta de la mayor Utopía («que seamos buenos como Dios es bueno, que nos amemos como Él nos amó, que demos la vida por las personas que amamos»), promulgó, con su vida y con su muerte y su victoria sobre la muerte, el Sumak Kawsay del Reino de Dios. Él es personalmente un paradigma, perene y universal, del Buen Vivir, del Buen Convivir, del Buen Morir.
Pedro CASALDÁLIGA
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