¡Qué ironía! Mientras hablan a los cuatro vientos sobre la unidad latinoamericana, Brasil, Argentina y Chile están retaceando su apoyo al candidato latinoamericano para presidir el Fondo Monetario Internacional, Agustín Carstens. A principios de esta semana, le pregunté a Carstens en una entrevista si está decepcionado porque esos tres países sudamericanos no han apoyado su candidatura para suceder a Dominique Strauss-Kahn, el anterior director del FMI, quien renunció después del escándalo causado por su presunto intento de violación de una camarera del hotel donde se hospedaba en Nueva York.
"Pienso que sí, que deberían apoyarme", me dijo Carstens. "A Brasil, dentro del entorno de los BRICS [las principales economías emergentes del mundo], le daría más fuerza que se lo vea como un país apoyando a Latinoamérica". ¿A qué se refiere?, le pregunté. Carstens explicó que "Latinoamérica ha perdido peso específico en el FMI". Mientras que hasta hace pocos años había un latinoamericano -él mismo- en el segundo cargo más importante de la institución, el de subdirector gerente, en la actualidad hay solo dos latinoamericanos entre los 25 funcionarios que ocupan el tercer nivel jerárquico del FMI, dijo.
Durante la entrevista, Carstens trató de evitar criticar a Brasil, Argentina y Chile, pero sugirió que los tres países deberían respaldar su candidatura si desean que Latinoamérica -y las economías emergentes en general- tengan más influencia a nivel mundial.
"Si gano, sería una afirmación del poder de Latinoamérica", me dijo Carstens. "Y aunque nosotros no ganemos, el que haya un voto contundente de Latinoamérica en contra del statu quo sería una señal muy fuerte de que tenemos mucho que contribuir, y de que no estamos de acuerdo con la forma en que se están haciendo las cosas en el FMI".
Carstens agregó que, aparte de que ya es hora de que un representante de las economías emergentes lidere el FMI, él es mejor candidato que Lagarde para ese cargo. Por ser un economista que desempeñó un papel clave en la resolución de las crisis financieras mexicanas de 1987 y 1994, tiene más experiencia en el manejo de los problemas económicos como los que enfrenta Europa, señaló.
"El problema de Europa es muy serio", me dijo Carstens. "Un par de ojos frescos podrían ayudar mucho a encontrar soluciones adecuadas a los problemas de Europa. Cuando uno está muy inmiscuido en ver los mismos problemas de siempre, hay aspectos que se pierden de vista. Traer expertos en solución de crisis como son los latinoamericanos, como yo en particular, puede ayudar mucho".
¿Qué tiene de malo Lagarde?, le pregunté. Carstens señaló que es abogada, mientras él es economista.
"Tiene muchas virtudes, es una señora muy articulada, muy inteligente, sabe escuchar, pero no tiene la experiencia de 30 años de servicio en asuntos relacionados con el FMI", dijo Carstens. "Lleva cuatro años como ministra de Economía, pero no tiene el conocimiento profundo para darle una visión estratégica al FMI".
Después de la entrevista, pregunté a varios observadores del FMI por qué piensan que Brasil, Argentina y Chile no han apoyado todavía la candidatura de Carstens. Varios de ellos me dijeron que la actitud de Brasil -el país más grande de Sudamérica- se debe posiblemente a su rivalidad con México. Otros dijeron que tal vez Brasil quiera esperar a ver cuál de los dos candidatos tiene más votos antes de emitir el suyo.
"Brasil quiere jugar en las grandes ligas y no desea asumir una postura exclusivamente latinoamericana", dijo Claudio Loser, un antiguo funcionario del FMI. "Y, además, los brasileros también deben estar haciendo sus cálculos: deben pensar que ganará Lagarde, y seguramente no quieren votar en su contra".
Mi opinión: lograr que un latinoamericano con las credenciales de Carstens encabece la institución financiera más importante del mundo sería uno de los logros más importantes de la región para aumentar su influencia en los asuntos mundiales. Sin embargo, por increíble que suene, algunos de los países más grandes de la región -que viven hablando de la unidad latinoamericana- no le están prestando su apoyo. ¿No les da vergüenza?
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