LECCION II
Señores:
Comienzo por declarar con una franqueza que la siento mía propia, diga cualquiera todo lo que buenamente quisiera decir, que si los señores que han dado en llamar de la sociedad me hubiesen dicho: habla, no hubiera aceptado.-¿Por qué? Porque según creo, a los señores que han dado en llamar de la sociedad no les agrada el socialismo ni pizca.-Ahora bien, entre hombres, sólo se puede hablar de dos cosas: o de la santidad de Cristo que es el socialismo de la vida eterna o del socialismo también de Cristo, que es la santidad de esta vida en el tiempo.
Ya en otra ocasión, en el parque Jerez, tuve el honor de dirigiros la palabra.-Fue aquello, aunque algunos fanáticos hayan dicho lo contrario, algo así como la lección primera de un curso libre de sociología popular.- Y ahora, ya que muchos nobles hombres de trabajo me han honrado con su delegación, yo quisiera decir algo
que medio pueda servir de lección segunda.- Y así como en los colegios es de rigurosa costumbre que tenga cada lección su programa donde están indicados los puntos principales; así también, yo diría: Lección segunda: EL SOCIALISMO (inutilidad de los discursos-peste de la política-los trabajadores).- Y nada más.- Porque harto bien comprendéis, que en una lección, sea de historia o de matemáticas, de ciencia sabia y libresca, o de ciencia humana y vivida, apenas se puede medio presentar los aspectos más interesantes de un problema cualquiera, que de agotarlos todos, en una hormiguita, en una hoja verde, en una gota de agua o en un rayo de sol, bien pudiéramos pasar la vida entera y mil vidas más si queréis y siempre descubriríamos nuevos tesoros de ciencia, porque nadie puede ni llegar a sospechar todas las maravillas que duermen escondidas en. una hormiguita, en una hoja verde, en una gota de agua o en un rayo de sol.-¿Qué será pues en el alma de los hombres?
INUTILIDAD DE LOS DISCURSOS:
Nunca debemos olvidar que las bellas palabras que hablaron los griegos, porque los griegos son por definición los hombres de las bellas palabras, no fueron oídas sino por los ciudadanos politai y entonces casi nadie era ciudadano. Así andaban las cosas en el pueblo más civilizado de la historia antigua. ¿Cómo andarían en la Caldea de los Nabucodonosores, cuya estatua debía ser adorada y en la Persia de los reyes Mano Larga, escondidos detrás de la cortina roja, y en el Egipto de los Faraones Cocodrilos que mueven un dedo y se pone a temblar toda la tierra? Cómo serán de inútiles los discursos, si los hijos de Israel que habían escuchado la palabra de los profetas-los profetas, leedlos, son grandes maestros de socialismo-, los hijos de Israel, digo, mientras unos pocos privilegiados, príncipes de los sacerdotes, doctores de la ley y jefes de las grandes familias entraban y salían como dueños muy ricos y muy poderosos; los humildes obreros gemían bajo el eso de una carga enorme de injusticias, pálidos y macilentos «como ovejitas que no tienen pastor» así dijo el Divino Señor de la Justicia.
En la Italia del siglo XV que es en la historia una especie de mañana única, donde todos abren sus ojos a una luz nueva, la misma luz vieja de Atenas y Corinto, aquellos hombres renacidos que dijéramos, pronunciaron bellísimos discursos, en Florencia y en Verona, en Venecia y en Génova, y hubo cortejos de príncipes y cardenales, dignos de la lámpara maravillosa de Aladino; pero si hubierais visto detrás de los bastidores de este teatro lujosísimo, a los hijos del trabajo, siempre como ovejitas que no tienen pastor, trabajando mucho y ganando poco y expuestos, ellos y sus hijos y sobre todo sus hijas, a las tiranías de los poderosos, diríais que la llamada república, ¡qué burla! no era cosa pública y ¿cuándo lo ha sido? sino la cosa de los Doria, de los Médicis, de los Loredano, de los Mocénigo, de los Malatesta, de los Malaspina, de los Polenta.
Shakespeare para hablamos de la vida vulgar y profana que está siempre de plácemes-paya-
so victorioso que va y vuelve a sus anchas por el camino fácil de los primeros premios-, dice:
¡Palabras, palabras, palabras!; pero cuando se refiere a la vida altísima y profunda que está
siempre cargada de cadenas o clavada en la cruz, no dice nada. El silencioso Hamlet vestido de negro, no habla. ¿Para qué hablar?
Después, del Renacimiento, en Italia y fuera de ella, se resume la historia en dietas y asambleas de hombres que según dicen representan a su pueblo y están sentados Y se levantan para hablar y hablan mucho y hablan bien, placer de los oídos; pero por más que abramos y abramos los ojos, nada podemos ver sino el mismo doloroso cuadro de hijos del trabajo que gimen bajo el peso de una carga enorme de injusticias, pálidos y macilentos, como ovejitas 'que no tienen pastor.
Luego, la revolución francesa, divina que dijéramos, locura nueva de querer leer el libro siete veces sellado del Evangelio con unos ojos malos de carne y sangre. Y como resultado práctico, según dicen, un nuevo modo de gobiernos, monarquías constitucionales y repúblicas democráticas con sus respectivos parlamentos-parlamento es el lugar donde se reúnen los habladores-de representantes del pueblo, así se llaman, de hombres sentados que se levantan para hablar y hablan mucho y hablan bien, placer de los oídos; pero si tenemos ojos para ver
y queremos ver con ellos, al norte y al sur, al este y al oeste, veremos el mismo doloroso
cuadro de humildes obreros que gimen bajo el peso de una carga enorme de injusticias, pálidos y macilentos, como ovejitas que no tienen pastor o que no tienen mal pastor, como dice en sus «Geórgicas» el príncipe de los poetas franceses de todos los tiempos, Francis Jammes: «Mauvais pasteur de republiques».
Las repúblicas modernas son demasiado palabras y palabras humanas. Los franceses de hoy
no están pisoteando con los hechos en el Rhur, ¿quién sabe cuántos siglos de bellas palabras?
En nuestra América, si ponemos aparte a Bartolomé de las Casas, a Bolívar, y a Sucre, que éstos, todo lo que hablaron fue verdad, todos los otros, hablo de los que mandan, han sido unos habladores que hablan mucho y hablan bien, placer de los oídos, sofistas, retóricas, nubes y ranas de Aristófanes. ¿Qué han hecho por el pueblo? Sólo siendo hipócritas, podríamos responder que han hecho algo. Después de quién sabe cuántos años perdidos de repúblicas burguesas-tierra de la tierra para la tierra-monopolio de unos cuantos embaucadores políticos, los hijos del trabajo siguen siendo, en Uruguay un poco menos, pero demasiado poco, las mismas ovejitas que no tienen pastor.
En Centro América sobre todo, hemos sido tanto y en tal grado víctima de la pantomima palabrera de los que pretenden subir al poder, PARA SALVAR LOS INTERESES DE LA REPÚBLICA, que si esta mi conferencia fuera en representación de un partido socialista cualquiera, yo mismo os pondría en guardia contra mis propias palabras. Conservadores y liberales, ¿qué han hecho por las ovejitas que no tienen pastor, por los hijos del pueblo que trabajan mucho y ganan poco, por los que les han dado su voto, y su
tiempo, y su dinero y su sangre? Con la mano en el pecho, mal que les pese a los unos y a los otros, con esta mi luz y estos mis ojos, yo digo que no han hecho nada.
PESTE DE LA POLÍTICA
De polis, ciudad, la política es el ejercicio de la vida ciudadana. La Grecia de las Guerras Médicas amansa las bestias de Persia con la varita de virtud de su admirable organización política. Así tal vez podríamos comprender el significado de aquella estatua que erigieron los Florentinos a Cosme Padre de la Patria. Pero generalmente hablando, la política no es el templo donde hablan en voz baja los padres de la
Patria, sino el mercado donde gritan los padrastros de la Patria. ¡Qué digo! por obra y gracia de los políticos he venido a no saber cuál es el significado de la palabra Patria. Campana de Pedro el Cruel, flauta para la pantomima de los payasos, tambor para la danza de las serpientes, ruido de las treinta monedas de Judas, máscara de carnaval, plano inclinado, caja de hierro, colmillo, mostrador, látigo, rodillas dobladas,
y quién sabe cuántas otras cosas muy feas significa ahora la palabra Patria por obra y gracia de los políticos que SE DESVELAN según ellos viven diciendo, por LA SALVACIÓN DE SU PUEBLO. El pueblo está, de tan arruinado, como aquel pobre caballo de Gonela «tantum pellis et ossa»; pero ellos los SALVADORES DEL PUEBLO suben al poder y se salvan con una salvación tan sabrosa y tan rica de color, que son, encumbrados en sus puestos, granadas maduras de salvación. Y cada uno de los granos es muy envidiable.
Y a los humildes hijos del pueblo que trabajan mucho y ganan poco, se les dice pontificalmente: Se ve y no se toca. Por que son los granos envidiables de la granada madura del poder, sólo para nosotros que NOS DESVELAMOS pronunciando bellos discursos. Todos los hijos, todos los hermanos, todos los primos, todos los sobrinos, todos los ahijados, todos los acólitos los periodistas de nuestro grupo que vengan y se regocijen con regocijo máximo porque es 'hoy por excelencia el día de la salvación de la Patria. No veis pues que aquella nuestra candidatura que era como una semilla cayó en una buena tierra y germinó y salió el blando tallito y se fortaleció y se hizo árbol y dio flores y frutos, granadas maduras de salvación, y cada uno de los granos muy sabroso y muy rico de colores y muy envidiable? Pero vosotros hijos del pueblo que trabajáis mucho y ganáis poco, vosotros que nos habéis dado vuestro voto, vuestro tiempo, vuestro dinero, y vuestra sangre, apartaos que ya pasó vuestro día. Ya porque estuvisteis a las duras, querías estar ahora a las maduras. Volveos a vuestro trabajo. Nosotros somos el lobo y vosotros Caperucita. ¿Todavía no sabéis por experiencia que el lobo no sabe hacer otra cosa sino morder? Nosotros somos 'a madrastra y vosotros Clorinda la Ceniciente. En Roma siempre andaba el emperador con sus lictores. Una hacha ceñida por doce por doce varas. El hacha sirve para cortar cabezas; y las varas para golpear espaldas. Espaldas y cabezas, la mayor parte del tiempo de las ovejitas que no tiene pastor.
LOS TRABAJADORES
Tened mucho cuidado con las palabras: así se resume el punto primero, porque las palabras son palabras y los trabajadores tienen derecho de sacar de su trabajo algo más que palabra. ¿No son obreros de obra? Ellos, pues, más que nadie debe analizar todas las cosas preguntando, no: ¿qué dice? sino: ¿qué hace?
Tened mucho cuidado con los políticos: así resume el punto segundo corolario del primero porque los políticos son por excelencia y de una manera perfecta la gente que dice mucho y no hace nada.
Pero no basta. Quedan los enemigos internos. Si por la política palabrera, hermano mío, que vives trabajando, eres un esclavo entre los esclavos, por el alcoholismo, Y por las costumbres licenciosas y por la pereza y por el desorden de tu vida económica, eres el último de los esclavos. De qué pudo haberte servido el apartarte de la política mentirosa si eres tú mismo por dentro, en tu casa, una especie de mentira que vegeta. ¿Quién podrá estimar nunca a quien no se estima? El primer capítulo del socialismo dice en mayúsculas de oro: Ennobleced vuestro propio trabajo.
Y aún no basta. Así como el agricultor que no se acuesta en cierto modo sobre la tierra para labrarla, infundiéndole toda su alma, toda su vida y todo su corazón, mal puede esperar en el día de la cosecha frutos de ciento por uno; así como el médico que se dedica al ejercicio de la medicina, como quien no quiere la cosa y entre paréntesis, no es médico sino comerciante; así también los trabajadores para que hagan trabajo humano y razonable deben con religiosa escrupulosidad, mediante bien disciplinados esfuerzos, procurar la mayor perfección posible en sus métodos de trabajo, para que salga la obra de las manos del obrero como una hostia pura y santa. Entonces, cuando el trabajador de cualquier orden que sea, ponga en la obra toda su alma, la democracia dejará de ser palabra para convertirse en hecho. En ese día, único, que debe señalarse con piedra blanca después del Viernes Santo, lo mismo será el carpintero en su taller labrando madera que el sacerdote en el altar celebrando misa. En ese día, el verso del poeta y el cuadro del pintor y la estatua del escultor y el traje del sastre y el ladrillo del albañil y el clavo del herrero y toda obra salida de manos del hombre estará sellada con el divino sello de aquella palabra: «Signatum est super nos lumen vultus tui».
Y aún no basta. El genial escritor catalán Eugenio d' Ors descubre en el bosheviquismo ruso mucho de Asia. La palabra Asia significa barbarie. Donde hay poco de Cristo tiene que haber mucho de Asia. Querer, sin Cristo resolver el problema de la democracia es un pe- cado que no tiene perdón. «Oh Señor Jesucristo por qué tardas qué esperas» dice Rubén, «Para tender tu mano de luz sobre las fieras». Hay dos cosas en este mundo: las fieras es decir Asia y la mano de luz es decir Cristo. Suprimid a Cristo y queda: Asia. ¡¡Ya viene con sus carros Nabucodonosor!! ¡Ya está sentado detrás de la cortina roja el rey Mano Larga! Una Mano Larga, larga que se extiende, no para dar sino para recibir: la Mano que Aprieta.
Muchos obreros hay que libres de la tiranía política y de los vicios, y nobles y honrados y capaces Y enérgicos, continúan siendo sin embargo, las mismas ovejitas que no tienen pastor. ¿Por qué? Por que los jefes del partido socialista han recogido la vieja herencia del lobo. «Las fieras» de Rubén. «El Asia» de Eugenio d'Ors. Quiero decir y aquí concluyo: que los trabajadores deben tener mucho cuidado con ellos mismos.
Recapitulemos:
Tened mucho cuidado con las palabras. Tened mucho cuidado con los políticos. Tened mucho cuidado con vuestro trabajo. Tened mucho cuidado con vosotros mismos.
Nota:
Artículo para nuestra sección dominical IGLESIA VIVA. Tomado de "El Libro de las Palabras Evangelizadas", del poeta y sacerdote Azarías.H.Pallais
No hay comentarios:
Publicar un comentario