El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

martes, 21 de junio de 2011

La joven novelista de Matagalpa que se apresta a leer “Ulises”, de James Joyce

Guillermo Cortés Domínguez (*)

La vi de pie, de espaldas, con una blusa de medio luto como para ir a una vela, mientras sentado almorzaba una jugosa y sabrosa pechuga de pollo asada, tras finalizar con éxito la reunión del entusiasta y emprendedor equipo de trabajo voluntario del Programa de Promoción de la Literatura Nicaragüense (PPLN) del Foro Nicaragüense de Cultura, este sábado en una Matagalpa nublada y llorona.

Menudita ella, parecía una niña seria de sexto grado. Veinte minutos antes, una vez finalizada la reunión, había preguntado por ella a un veterano escritor matagalpino que resultó más despistado que yo, pues me dijo que no sabía dónde encontrarla, y de no ser porque le comenté a otros colegas que quería conocerla, no me habría dando cuenta que ella estaba justo ahí mismo, que había participado en la reunión toda la mañana y que ahora se disponía a almorzar.

–Mucho gusto, mi nombre es Guillermo Cortés Domínguez–, le dije a la joven con rostro de niña, y ella me respondió con cierta displicencia, “Igualmente” o algo así, decepcionándome, pues yo, envanecido, esperaba que reconociera mi nombre, pero después obtuve mi premio, cuando le pregunté con inequívoca y “malvada” intención: ¿Te entregaron las novelas que te envié ayer? “Ah, usted es el de El Oráculo…, mucho gusto… y otras palabras, agradecida y muy sonriente, y entonces me sentí gratificado”. A Eddy Kühl se le ocurrió que, como parte del homenaje que le harían, varios autores le regaláramos nuestras obras, y yo sentí que era a mí a quien le estaban obsequiando una oportunidad. Y la tomé.

Me contó de su novela, la primera que escribe, y de cómo tuvo que convertirse en un cohete hacia las estrellas para finalizar en unas pocas semanas la última parte de su obra, pospuesta varias veces; de lo mucho que lee; de algunos autores que prefiere; y que pronto va a comenzar a leer Ulises, de James Joyce. Le confesé que leí el primer tomo de dos, de una edición cubana, y que no le entendí nada. Pero ella ya leyó Dublineses, otra obra del mismo autor, y no tuvo ningún problema para comprender cada palabra, cada línea, cada idea y cada párrafo.

Fotografiados como celebridades

Sin vergüenza le confesé que eso que los teóricos literarios llaman “corriente de pensamiento” –de lo que está inundada Ulises– que son ráfagas de monólogos, algunas enrevesadas, y de diferentes personajes, unas tras otras, sin avisar, sin advertir con una pista al lector desprevenido acerca de quién va a hablar, me desorientan totalmente; y replicó que a ella no, que no tiene problema alguno para reconocer a quién pertenece cada voz. ¡Dios mío!, qué pequeñito me sentí en ese momento ante esta muchacha.

Le solicité al artista de la fotografía Arnulfo Agüero, que nos hiciera una foto, y él, siempre tan servicial y amistoso con sus compañeros, nos hizo toda una sesión de fotografías, como si fuéramos estrellas de cine o escritores famosos, y entre ¡click! y muchos más ¡click!, conversábamos, alentados por él, para que las imágenes salieran “naturales” y también porque queríamos conocernos. Así que ella y yo quedamos allí inmortalizados en esas gráficas digitales eternas que aún no hemos visto, excepto una, que está al inicio de esta crónica.

Me contó que estaba un poco apenada por la solemnidad y formalidad que caracterizó el homenaje que a ella y a un escritor de la tercera edad les hicieron el día anterior, nada menos que en el Club Social de Matagalpa, donde conoció a Jorge Eduardo Arellano, aunque ella inicialmente dijo Jaime Arellano. –¿Y qué andaba haciendo un político de Managua en una actividad de los intelectuales matagalpinos?, le pregunté, y no tuvo respuesta. Después se aclaró el asunto. Era Jorge Eduardo.

Cuando no era digital el registro de libros y autores, busqué en un enorme gavetero por autor de la Biblioteca del Banco Central, en su confortable edificio de amplios ventanales en Managua, y las fichas de este prolífico escritor ocupaban casi toda una alargada gaveta. ¡Im-pre-sio-nan-te! Más todo lo que ha publicado en los últimos años. A este gigante que este sábado en un artículo en El Nuevo Diario nos ilustró sobre las primeras novelas producidas por un nicaragüense, conoció la joven escritora, quien a lo mejor tendrá en un futuro no muy lejano un muy extenso registro digital de sus obras, no sabemos, todo es posible. Pero ya no habrá fichas colmando ninguna gaveta, porque esta forma de registro está en vías de extinción.

Pero no solo estaba apenada, sino un poco frustrada, “porque no me preguntaron lo que yo quería”. Y es que en el diálogo que se produjo en el Club Social, sus interlocutores casi solo inquirieron de manera general sobre el contenido de su novela recién salida del horno, y no por ejemplo acerca de cómo la concibió, el lenguaje, sus principales desafíos, sus dudas e incertidumbres y las técnicas literarias que aplicó.

Y poco después la sorprendí en lo que pudiera ser un acto de vanidad, ya que estaba molesta porque, me confesó, “solo les llamo la atención por mi edad, y no por lo que escribo”. Le dije sin delicadeza y con cierta inclemencia, que no podría ser de otra manera porque no se conoce su obra pues aún no se ha publicado su primera novela. Más adelante, con obra publicada y leída por parte del público, también podría atraer las miradas por la belleza de la escritura, la intensidad de los diálogos, el vértigo de las acciones, la profundidad de la trama, las descripciones reveladoras, las emociones que suscitan los personajes sólidamente construidos o el punto de vista utilizado (primera, segunda o tercera persona y el monólogo interior).

Clave del éxito: la lectura

Me desconcertó un poco estar conversando con ella, tan joven, 37 años menor que yo, pero con un aplomo y seguridad de adulta mujer seria y responsable, con un dominio del lenguaje, con respuestas para todo, con tantos kilómetros recorridos en la maravillosa, dramática, fascinante, conmovedora, fantástica y misteriosa autopista de la lectura. Me impresionó tanto que hasta temí no estar a la altura de la calidad de su conversación. Es que esta “chavalita” sabe tanto, se tiene una confianza ilimitada y constantemente deja oír su voz propia, sus ideas particulares, sus opiniones, sin ningún complejo ni vacilación.

Le pregunté si sabía dónde localizar al entrañable amigo y colega Sergio Simpson, y me dijo que no, que nadie sabía su domicilio, que él no usaba teléfono celular, porque es un personaje especial, mezcla de hippie, ermitaño y bohemio. Le pregunté si podía acompañarme a buscarlo a la casa del destacado periodista Juan Carlos Sarmiento, frente a la biblioteca del Banco Central y su hermosísimo árbol centenario, y accedió. El poeta Missael Duarte nos dijo que la mayoría de los participantes del evento se reunirían en casa de uno de los bardos matagalpinos, cerca de la terminal de buses de la Cotrán, adonde debíamos ir más tarde a tomar el veloz y confortable expreso que nos regresaría al calor abrasador y apabullante de Managua.

Nos fuimos los tres caminando y felizmente encontramos a Sergio, quien revisaba el correo electrónico. Y después fuimos cuatro bajo un techo de nubes, acariciados por el frescor y la brisa, hacia donde el poeta anfitrión esperaba impaciente, recorriendo de norte a sur más de media Matagalpa. De Guanuca –cuyos personajes retrata Henry Petrie en su libro que lleva el nombre del barrio-- a la Cotrán, hay un buen trecho.

También me contó con alegría de la beca que le dará la Universidad Centroamericana (UCA), donde cumplirá su sueño de estudiar Comunicación Social, y como soy docente horario en esta carrera, podría ocurrir que fuera mi alumna, aunque pudiera ser mi maestra. Si eso llegara a suceder, sería un privilegio y una maravillosa oportunidad para que ella contribuya a entusiasmar en la lectura a los estudiantes, lo que tanta falta hace. También ella desearía que la beca incluyera alojamiento, pero la Vice-Rectora Académica de la UCA, Renata Rodrigues, con quien conversó por teléfono, solo le garantizó los estudios. Pero espera resolverlo, dijo muy segura de sí misma, y poder matricularse en septiembre próximo.

Así fue como conocí a Fátima Villalta, quien con solo 17 años, con su novela “Plagas de anonimatos”, se unió a varios ganadores del tradicional concurso para publicar obras, del Centro Nicaragüense de Escritores (CNE), en cuya directiva tengo el pomposo cargo de un líder comunista de los años setenta y ochenta: “Secretario General”, aunque sin el poder absoluto que ellos tenían, ni ningún otro tipo de poder, lo cual es una gran ventaja.

(*) Editor de la Revista Medios y Mensajes.

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