ROSA ELENA PÉREZ MENDOZA
rosaelenaperez@gmail.com
Se agradece un encuentro internacional de poesía que implica esfuerzo, organización y dinero, y que se celebra gratuitamente desde hace ocho años en todo el país en espacios no convencionales y en los otrora elitescos, ahora cumpliendo con la función social que exige la revolución. La continuidad del Festival Mundial de Poesía demuestra que los venezolanos mantenemos iniciativas que nutren el alma. Así, esta fiesta se afianza haciendo que sus asistentes afinen criterios y expresen demandas.
Desde esta óptica fuimos a la clausura el 18 de junio pasado en el Teatro Teresa Carreño, evento que llenó la sala. Así inició un adiós repetitivo en cuanto a la estructura de poetas nacionales e internacionales leyendo textos uno tras otros, sin elaboración escénica ni participación expresa del pueblo en su programación.
De pronto, surgió la vida con unas chicas que hicieron exigencias a partir de la valoración de este espacio. El grupo, llamado “Los fulanos esos” e integrado por Caneo Arguinzones, Mariajosé Escobar, Andrea Betancourt, Aryam Ladera, Jesús Sanoja, Deisa Tremarias y Patricia Méndez –las cuatro primeras allí presentes-, dijo: “Este pequeño acto guerrillero no quiere ser más que una crítica constructiva: el hombre y la mujer de las ‘cosas más sencillas’ no se encuentra en los grandes teatros, el hombre y la mujer del pueblo, la clase obrera, marginada de todo, hasta de la belleza de la palabra, aún no accede del todo a estos espacios”. Acompañadas por la poeta nicaragüense Vidaluz Meneses, narraron su experiencia: “Llevamos un año desandando calles, escaleras, plazas. Un año pintando murales, dictando talleres, en recitales a micrófono abierto en las comunidades, donde hay un genuino diálogo de saberes”; para afirmar: “Renegamos de aquel que asume la poesía desde una perspectiva individualista y academicista (…) Del que cree que nuestra misión de vida es andar de tarima en tarima y de taguara en taguara. Del coleccionista de premios y publicaciones, alabanzas y condecoraciones”.
Al final, propusieron: “Formulamos y estamos dispuestos a trabajar junto con la institución que nos brinde la oportunidad en un Festival de Poesía Itinerante, descentralizado de verdad. Un Festival de Poesía en las calles, en lo más profundo de nuestros barrios, en las playas, junto a los pescadores, en el campo, con los campesinos, con los trabajadores todos y todas”.
Ojalá sean oídas estas voces en un Festival que, en su cierre, apenas incluyó a una mujer, aparte de poetas esenciales como la del homenajeado, Reinaldo Pérez Só y otros nacionales e internacionales presentes allí.
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