El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

EL MAL LADRÓN


Luis Rocha

Todo lo hizo mal el mal ladrón. Robó tan mal y descaradamente que todo el mundo –y cuando decimos todo el mundo es Raimundo y todita la bolita del mundo- se dio cuenta de que era un mal ladrón. En descampado se cogió para sí los votos del presidente realmente electo y sin vergüenza alguna se reeligió como un gobernante espurio. El mal ladrón quedó como lo que era, un mal ladrón. No cabe duda de que desde que mereció ese calificativo, el mal ladrón era irredento. Cuenta Lucas en su Evangelio que el mal ladrón, que era uno de los ladrones crucificados con Jesús, no paraba de burlarse de él, y fue entonces cuando el buen ladrón le replicó regañándole: “¿No temes a Dios, tú que estás en la misma pena? Con nosotros es justicia, por ladrones, pero éste no ha hecho nada malo.” Y así fue como el buen ladrón fue premiado con el paraíso.
El mal ladrón es en realidad un mal ladrón. Por meticulosamente que planifica los robos con su pandilla para que queden en secreto, se hacen públicos. En esta consideración partimos del hecho de que un buen robo es aquel que de tan “limpio” no se puede probar, aunque se sepa que hubo robo: “E hubo fiesta”, decía Somoza. En el gran robo que nos ocupa se puede probar que hubo robo, pero no se puede castigar ese robo, por la sencilla razón de que el mal ladrón para quedar impune de previo se ha robado los poderes e instituciones encargadas de velar porque, por ejemplo, no hubieran robos electorales.
Como no podía haber ninguna “reelección” legal por ser la reelección inconstitucional, se la robó secundado por sus secuaces, e impusieron en sus seguidores la maligna idea de que “viveza”, “bandidencia”, trampa, oportunismo y vandalismo, eran sinónimos de honradez y virtudes políticas moralmente aceptables si se realizan para llevar al caudillo al poder eterno. Todo se vale, hasta destruir los valores cívicos y morales, en ese sórdido mundo del socialismo, cristianismo y solidaridad del mal ladrón. Se fomentó la corrupción en parte de una juventud engañada que aceptó cambiar estudios por calles, conocimientos por agresión al prójimo, y por sobre todas las cosas un culto obsceno y sin límites a la personalidad del caudillo, cuya palabra, para los magistrados del CSE, sí es palabra de Dios.
La porquería que brotó –como de una cañería de aguas negras- de aquel fraude por años tramado para reelegir al mal ladrón, no tiene nombre. Con decirles que muchos de nosotros sabíamos que nos iban a estafar pero que no nos iban a engañar. Y así fue. El mal ladrón no nos engañó: estafó a la patria. La esposa del mal ladrón se había adelantado a declarar que aquella farsa era la más limpia que se había dado en la historia de Nicaragua: La gran estafa, y eso lo saben moros y cristianos, obispos, y observadores que no fueron insulsos.
Precisamente por eso nos queda un buen resultado de la “reelección” del mal ladrón: La conciencia de que su reino se cimenta sobre los pilares de la mentira; que el mal ladrón es un ladrón inepto; y que quienes se benefician de este latrocinio, serán los mismos que acabarán con sus manipuladores políticos. Porque el que hayamos sido capaces de hacer evidente el fraude de éste reino, es de por sí nuestro gran triunfo electoral, pues tarde o temprano se demostrará que todo reino, salvo uno que no es éste, tiene su fin.

“Extremadura”, 20/11/11

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