Responsabilidad cristiana en la política
Todos los cristianos, por ser humanos, debemos preocupamos de la política. En nuestros tiempos preocupamos de la política significa, en primer lugar, tratar de conseguir una buena información sobre movimientos y liderazgos sociales, sobre partidos y candidatos, sobre partidos y funcionarios electos, es decir, sobre el comportamiento ciudadano y político, de hecho de aquellos que pasaron de candidatos a gobernantes o legisladores y de aquellos que fueron escogidos por los candidatos electos como funcionarios del gobierno, ministros, viceministros, directores, jueces, fiscales, etc., si estos últimos no están sometidos a elección popular. Información también sobre sus programas y especialmente sobre si sus programas fueron guía de sus actos políticos o se convirtieron en papel mojado. Es decir, información sobre si los políticos y políticas, por quienes deberemos votar tantas veces en nuestras vidas, practican la verdad o viven del engaño y de la mentira. Informarse así es equivalente a ejercer una auditoría social sobre la política, aun sabiendo que los grandes medios de comunicación no informan con la profundidad e imparcialidad con que debieran.
Preocuparnos por la política significa, en segundo lugar y en el sistema democrático en que vivimos, discernir con seriedad las diversas opciones políticas, es decir, por qué partido y qué candidatos hemos de votar tomando en cuenta sobre todo la fidelidad a una carta fundamental constitucional (que puede y muchas veces debe ser enmendada creativamente para actualizarla según la época) y el bien más probable del pueblo, y especialmente de aquellos ciudadanos y ciudadanas más pobres, discriminados, desempleados, marginados y abandonados. Y aborrecer la abstención electoral como un camino irresponsable es una cesión de ciudadanía, un abandono de la política llevados por la desconfianza, la desilusión y el cinismo. Otra cosa es que, al ir a votar, pueda ocurrir que la conciencia ciudadana nos exija un voto en blanco o una anulación del voto porque no creemos en ninguna de las opciones.
La vocación política en el cristianismo de hoy.
Pero una postura cristiana ante la política puede, y para no pocas personas debe también, traducirse en una vocación política, es decir, en una vocación que nos empuje más allá de una auditoría social o de una participación electoral y nos lleve a participar en movimientos sociales , que busquen profundizar la democracia participativamente, tomando parte en institutos o foros de debate y de incidencia política, o en un partido político, y a postularse incluso para una candidatura de fiscal, de juez o jueza, de concejal o concejala, de alcalde o alcaldesa, de diputado o diputada y de presidente o presidenta de la república. Toda persona cristiana tiene la obligación de participar en política por medio de la auditoría social que le prepare para ser un buen elector, es decir, un elector o electora competente, con buena información y aprovechándose de oportunidades de formación política, porque la incompetencia como ciudadanos y electores es la madre de muchas corrupciones. Pero no toda persona cristiana tiene vocación política, no toda persona cristiana escucha en su corazón un llamado a ser político o política por vocación y carisma.
Una vocación política significa un llamado a buscar el poder político y a usarlo servicialmente como criatura que es de Dios; significa sentir en el corazón la pasión por el poder, incluso la ambición sosegada, equilibrada y a veces sofrenada, de conseguirlo, para poder así servir a sus conciudadanos y conciudadanas con el amor de mayor alcance que existe, el amor político, con el mayor desprendimiento, con la mayor honestidad, denunciando y combatiendo la corrupción en su opción política partidaria o en quienes forman parte de su movimiento social, con paciencia para saber que la corrupción y la voluntad de poder dominador se van a hacer presentes a su alrededor y que no por eso hay que tirar la toalla y abandonar una vocación profundamente sentida, aunque alguna vez esa misma vocación podrá exigir la renuncia de un partido o de un movimiento irremediablemente corrompidos o desviados de sus fines.
IGLESIA VIVA: Sección ecuménica de EL CORREO, con selección de textos de cristianos comprometidos con el Evangelio, y por ello con la esperanza, la justicia y la libertad.
El texto de hoy es tomado con la autorización de su autor del libro “NO SEA ASÍ ENTRE USTEDES: ensayo sobre política y esperanza”, de Juan Hernández Pico, S.J. UCA Editores, San Salvador, El Salvador, 2010.
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