El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

martes, 16 de noviembre de 2010

Los Sonidos del Silencio

Andrés Pérez Baltodano | 15/11/2010
Debajo del halo de un farol callejero / Me levanté el cuello (del abrigo) al frío y la humedad / Cuando mis ojos fueron apuñalados / Por el flash de la luz de neón, que resquebraja la noche / Y acaricia los sonidos del silencio. / Y en la luz desnuda ví / Diez mil personas, quizás más. / Gente conversando sin hablar, / Gente oyendo sin escuchar. / Gente escribiendo canciones que las voces jamás compartirán / Y nadie osó molestar a los sonidos del silencio. / “Tontos”, dije yo, “¿no saben que el silencio crece como el cáncer?”

Los sonidos del silencio (Simon y Garfunkel)

Para las jóvenes de la Generación XXI que no reconocen esta estrofa de la canción Los Sonidos del Silencio, les recomiendo que la escuchen. Es una de las canciones que mejor captura la crisis existencial que de una u otra forma, directa o indirectamente, y con mayor o menor grado de autenticidad, afectó a mi generación cuando el fantasma de la guerra nuclear que marcó el sentido de la historia durante la Guerra Fría, hizo evidente que el progreso que ofrecía la modernidad era un mentiroso espejismo.

Yo espero que muy pronto, ustedes, los de la Generación XXI, hagan uso de su propia música para expresar sus propias ansiedades en este blog. En la carta de presentación de este espacio, yo prometí apoyarlos. Y en la reunión que sostuvimos en julio de este año, prometí que mi intención era abrir un espacio de reflexión para que lo ocuparan y dirigieran ustedes.

Pronto tendrá que haber un relevo en este espacio. Pronto tendremos que poner fin a la incongruencia que significa que alguien que como yo, canta “los sonidos del silencio”, escriba para una juventud que tiene sus propios silencios y vive sus propias tonalidades. Por el momento, sigamos.

La semana pasada hablamos un poco sobre los silencios que marcan nuestra historia vieja y reciente; los silencios en los que se pierde nuestro pasado y nos empujan a empezar siempre de cero; los silencios que nos hacen anunciar Nuevas Eras y proclamar nuevos amaneceres y nuevas revoluciones que terminan girando alrededor de nuestra propia miseria.

Somos un pueblo sin memoria. Y sin memoria es imposible construir el futuro porque éste es siempre una extrapolación de la experiencia digerida; de la experiencia aprovechada; de la experiencia que nos enseña a orientarnos mejor y a evitar caer una, dos, diez, cien veces en los mismos errores.

Borrón y cuenta nueva: este ha sido por siglos el eje rector de nuestra conducta social. En el discurso pronunciado por Gregorio Juárez y Rosalío Cortés ante la Asamblea Constituyente formada al finalizar la Guerra Nacional que puso fin a las aspiraciones de William Walker, se exhortaba a los nicaragüenses a “olvidar” los hechos y las circunstancias que hicieron posible la captura del Estado por parte de Walker.

Es decir, en lugar de invitar a sus compatriotas a reflexionar y debatir sobre las causas de este aberrante capítulo de nuestra historia, los asambleistas recomendaban mantenerlo en la antesala del análisis y del conocimiento: “La historia de los tres años que acabamos de atravesar, debería para siempre sepultarse en el olvido, con todas nuestras locuras, torpezas y desvaríos. . . . Consérvese sólo, de esos tres años, tanto honor, tanta generosidad en lo que ha cabido su parte a Nicaragua; bórrese todo lo demás, cuyo nombre y clasificación ignoramos; y procedamos a hablar de la época presente, que data del 24 de junio del corriente año” .

Los nicaragüenses seguimos la recomendación de Juárez y Cortés al pie de la letra. Así pues, el recuento más completo del drama filibustero, es el que ofrecen las memorias del propio invasor.

La soledad cultural del animal

Un pueblo sin memoria es un pueblo condenado a vivir en el hiper-activismo irreflexivo de una eterna niñez. Por esto debemos celebrar los esfuerzos que hacen los hombres y las mujeres que intentan registrar los hechos y las circunstancias que marcan nuestro pasado. Hablo de los registros históricos y las memorias publicadas en el pasado reciente por Antonio Lacayo, Arturo Cruz Porras, Sergio Ramírez Mercado, Mónica Baltodano y otros. No tenemos que estar de acuerdo con estas personas. Simplemente tenemos que agradecer que podemos conocer sus interpretaciones para saber si estamos o no de acuerdo con ellas. De este conocimiento depende el desarrollo de nuestra capacidad para construir un nuevo futuro, evitando repetir nuestros errores.

A pesar de las contribuciones antes mencionadas, y de los esfuerzos que otras personas e instituciones hacen para preservar y recuperar nuestra memoria, las palabras de Juárez y Cortés siguen marcando la pauta de nuestra conducta como sociedad. Nadie lo dijo abiertamente, como lo hicieron estos dos asambleístas el 8 de noviembre de 1857, pero todos decidimos “sepultar en el olvido” la historia de los 80s, “con todas nuestras locuras, torpezas y desvaríos”.

Y, por supuesto, también decidimos conservar de esa dolorosa década, solamente aquello que conviene a nuestros intereses. Conservamos, por ejemplo, todo aquello que ha servido para que Contras y Sandinistas reclamen para sí, la gloria de la “democracia” que nos vimos obligados a aceptar cuando por fuerzas ajenas a nuestra voluntad, no pudimos exterminar al adversario.

Un pueblo sin memoria es un pueblo condenado a vivir, como decía Pablo Antonio Cuadra, en “la infinita soledad cultural del animal”. PAC citaba al biólogo alemán-estadounidense George Schaller para señalar que “la capacidad del gorila para impartir información a un vecino se limita totalmente a la situación del momento; no puede de ninguna manera comunicar lo que sucediera ayer.”

“Posiblemente el gorila”, dice PAC, “se quedó siempre igual a sí mismo, posiblemente el mono se quedó mono, precisamente por esta limitación. Al no poder transmitir el pasado no pudo, nunca pudo, acumular esa experiencia comunicable que se llama cultura, y así, sin poder basarse en el ayer, nunca tuvo mañana”.

PAC escribió estas palabras pensando, quizás, en su Nicaragua; la Nicaragua que cada día se hunde más en la “soledad cultural del animal”; la Nicaragua, nuestra Nicaragua, que se acostumbra cada vez más a vivir cada día, como si fuera el primero y último de su corta historia.

No somos el único país en América Latina y el mundo que padece de este mal. Pero somos uno de los que menos conciencia tienen del peligro que significa vivir en el abismo del olvido. Guatemala, para poner un ejemplo cercano, ha vivido silencios anegados de dolor y de sangre. Nuestros vecinos del Norte, sin embargo, muestran hoy una vitalidad crítica y un deseo de renacer, que está ausente en nuestro país.

Hace unos meses tuve la oportunidad de conocer a una brillante joven guatemalteca que tuvo la amabilidad de regalarme una copia de su tesis universitaria. En algún momento le dedicaré su propio espacio al trabajo de María Alejandra Privado Catalán, y su invitación a escuchar y entender la música del compositor guatemalteco Joaquín Arellana, como un esfuerzo por romper los silencios que han marcado la dolorosa historia de Guatemala. Por el momento, solamente quiero hacer referencia a una de las ideas que forman parte del esfuerzo de María Alejandra para promover una “cultura histórica” y una “filosofía de la memoria” en su país.

María Alejandra nos recuerda que una sociedad pierde su vitalidad y se cosifica “cuando se niega a recordar de donde proviene o a preguntarse si podría haber sido distinta”. Ella cita a Marta Tafalla, quien en un estudio de la “filosofía de la memoria” de Teodoro Adorno, señala: “La historia tal como ha sido debe ser sometida a una crítica que desvele las posibilidades que no se realizaron” porque “donde las injusticias pasadas son reprimidas por una amnesia forzada, la injusticia reaparece como la repetición de lo idéntico, que es siempre peor”.

María Alejandra podría estar hablando de Nicaragua; y PAC hubiese estado de acuerdo con ella. La pérdida de nuestra memoria colectiva nos embrutece y aleja del horizonte de la civilización. De ahí la misteriosa pregunta de PAC: “¿No ha pensado nadie, mirando los inteligentes ojos de su perro, qué terrible limitación empareda esos ojos, donde no hay pasado?”

PAC no responde directamente su propia pregunta. Simplemente agrega: “Todo diálogo de miradas termina en lo inmediato”.

Lo inmediato es eso que los analistas políticos gustan llamar “la coyuntura”; es la vida sin horizonte; la vida vivida al azar; al golpe de la fortuna. Lo único que cuenta en esta vida es sobrevivir. Mañana, “ya Dios dirá”. Mañana, otro partido se formará; otra consigna se inventará; otro líder se fabricará. Mañana será otro día como hoy, diferente, pero igual, en u país como el nuestro: lleno de “gente conversando sin hablar, gente oyendo sin escuchar” mientras el silencio crece y nos devora.

La próxima semana: “El fetichismo institucional: contestación a una carta de amor”.

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