El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

WILLIAM EL TERRIBLE

Manuel Obregón S.

Masatepe, 7-09-10

El filibustero que nos hizo la vida imposible

El temeroso y desmedrado Bill no tenía un pelo de tonto. Aunque de niño lucía tímido, pronto dio muestras de ser precoz e inteligente. Le gustaba mucho leer y destacar en los estudios. A los 19 años ya se había graduado de médico, de abogado a los 23, y a los 29 destacaba como un excelente periodista. De igual forma era ducho en idiomas. A los 21 hablaba, además del inglés, su lengua materna, francés, alemán e italiano. Y entendía sin dificultad, el latín y el griego. Mas tarde la necesidad lo llevó a aprender el español en Nicaragua. Estamos hablando, del predestinado de los ojos grises, que un día se proclamó Presidente de Nicaragua, William Walker, “rey de los filibusteros”.

Ya adolescente, mantuvo un carácter reservado, pero con el suficiente ánimo como para buscarse una novia. La única que tuvo en su juventud, a quien amó apasionadamente, y que resultó, a la larga, un amor imposible. Se trata de Ellen Galt Martin, sordomuda de nacimiento, con la que se comprometió en matrimonio que no pudo consumarse por la inesperada epidemia que azotó Nueva Orleáns y que se la llevó un aciago mes de abril de 1849. La otra mujer importante en su vida fue su madre, con quien mantenía un cariño adicto, rayando con el complejo de Edipo. Se dice que la muerte de ambas, determinó su actitud ante la vida, respondiendo ante el sufrimiento de esas ausencias con una intensa labor intelectual que dejó plasmada en sus escritos periodísticos y estimuló los mecanismos iniciales que lo llevarían a la mayor y más descabellada aventura del expansionismo esclavista en el sur, con el famoso Destino Manifiesto.

De una personalidad calmada y de creencias cristianas pasó a ser temerario y temido, de decisiones frías y extremas. Antes de los 30 años ya se había batido a duelo en dos ocasiones, y antes del episodio de Nicaragua, se enredó en la aventura de Sonora donde, sin éxito, se proclamó presidente de la República de Sonora (1853-1854) en territorio mexicano. Fue gracias al general americano Hitchcock, que les frustró la pasada por la frontera a los expedicionarios y los obligó a optar por el camino de Guaymas, que ese lance terminó en un chasco.

Dice la historia que recién absuelto Walker del juicio de violación de las leyes de neutralidad que tuvo lugar en San Francisco, y ya instalado como director del Journal de Sacramento, pronto le llegó la buena noticia por medio de su amigo y periodista Byron Cole, quien tenía una concesión minera en Honduras, invitándolo para que enfocara sus ambiciones esclavistas en Nicaragua, donde el Director Supremo Don Francisco Castellón acababa de firmar con él una Concesión de Colonización, con el propósito de que mercenarios traídos de USA pudiesen apoyarlo en su lucha interna que tenía con el gobierno conservador de Granada y así, los rebeldes de León, que eran liberales, pudiesen imponerse. Cole le ofreció este apetitoso plato a Walker, y éste ni corto ni perezoso inició el reclutamiento de 200 mercenarios para Nicaragua.

El bribón de Walker era audaz y de mucha astucia. Le tomó la palabra a los democráticos leoneses, e inició sus fechorías. Trabajando aparentemente para ellos intentó hacerse de Rivas, tarea que resultó imposible gracias a la acción de Emmanuel Mongalo que decidió la batalla. Se retiró a San Juan del Sur y desde ahí planeó invadir La Virgen, toma el vapor del mismo nombre con la complicidad de la Compañía del Tránsito que operaba en el Gran Lago de Nicaragua, y en un santiamén sorprende a los granadinos la madrugada del 13 de octubre de 1855. Con tan solo 400 hombres toma la ciudad en menos de diez minutos, prácticamente sin baja por parte de los invasores. Mejor y más rápido, ni en las películas de vaqueros que veríamos en el siguiente siglo.

Cosas del destino, Granada, enemistada con León, lo recibe con vítores y Te Deum y en el colmo del servilismo o candidez, el padre Agustín Vigil, en su sermón dominical lo proclama “el enviado de la providencia” “ángel tutelar de la paz” y “estrella del norte”. Una vez afianzado en el estribo, Walker se impulsa para echar a andar sus planes malévolos: asesina a Mateo Mayorga, que era Ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno Constituido y más tarde a Ponciano Corral que era el Ministro de Guerra del Gobierno Provisorio inventado por el mismo, y de igual manera aparta a Patricio Rivas que era el Presidente de dicho gobierno y promueve unas elecciones amañadas que lo llevan a usurpar la Presidencia de la República.

El Presidente del Directorio anterior, Don Francisco Castellón, ya no pudo saber nada de la toma de Granada por los filibusteros, que eran sus aliados, porque se lo llevó el cólera morbo en su natal León en el año de los acontecimientos (1855).

Los inmigrantes filibusteros se dejan venir por miles a colonizar Nicaragua. Con el gancho de las concesiones de tierras pronto el ejército de Walker sobrepasa los tres mil y mediante maniobras políticas muy hábiles consigue el reconocimiento de Washington. La amenaza es evidente. Los países centroamericanos ven en Walker un peligro inminente. Los primeros en hacer presencia son los costarricenses durante el gobierno de Rafael Mora. Logran llegar hasta Rivas pero son repelidos y después en un segundo intento penetran en apoyo a la alianza. Se suman los salvadoreños, los guatemaltecos y también Honduras. La gesta es hermosa, aunque no deja de esconder intereses inconfesables como en el caso de los ticos que quisieron aprovechar la situación para apropiarse de la ruta del tránsito y dominar el Río San Juan.

La conducta humana es extraña. Parece que Granada, en ese momento capital de la república y en medio de la escasez que provoca una guerra, era animada en licores y fiestas en las que se refocilaba la clase ociosa granadina y tan pronto el ejército aliado, ante la imposibilidad de tomar la ciudad [al igual que lo hicieron los invasores antes de quemarla], y percatarse de las generosas bodegas que guardaban el precioso elixir, sin la menor mesura dieron licencia a sus tropas, las que se embriagaron con vino y brandy hasta caer como cepas de tallo y el espectáculo, se cuenta, era de franco pillaje y de una borrachera increíble.

Una ironía adicional de pueblo mal agradecido, cuando Walker se ve amenazado por los ejércitos de Centroamérica decide trasladar la capital a León y los liberales, que todavía desconfiaban de sus hermanos del istmo, lo reciben como un héroe que, según ellos, estaba salvando al país del caos.

La batalla de San Jacinto del 14 de septiembre de 1856 fue memorable. Se demostró que el filibustero no era invencible [baste recordar que ahí muere Byron Cole] y que si un pueblo tiene la convicción de que la razón está de su lado siempre saldrá vencedor no importa la superioridad del enemigo. Pero la guerra no se decidió en esa batalla. Vino después Masaya, donde en dos ocasiones fue expulsado el enemigo y Granada, que fue casi tomada por los aliados y retomada nuevamente por el invasor, un 13 de agosto de 1856, exactamente un año después del arribo del vapor La Virgen que trajo al filibustero. También el sitio de Rivas fue heroico.

Saltan los nombres de los hombres que se armaron de valor para enfrentarse al enemigo, José Dolores Estrada, Andrés Castro, que decidieron la victoria en San Jacinto, Mongalo que quemó el mesón en Rivas. Patricio Rivas que logra reivindicarse, Ramón Belloso que era general del ejército salvadoreño y comandaba el ejército de Nicaragua, formando un solo brazo armado con los aliados. El general Tomás Martínez jefe del ejército del Septentrión que logró hacer pases con Don Patricio un 12 de septiembre, apenas dos días antes de la batalla de San Jacinto. El general José Víctor Zavala que se puso al frente de las fuerzas guatemaltecas. El general J.J. Mora que comandó las tropas aliadas después de Belloso y ante quien capitulara Walker después del sitio de Rivas. El general hondureño Florencio Xatruch a cuyo comando estuvieron las tropas catrachas. Fernando Chamorro que participó en la capitulación del filibustero. El joven Ramón Rivas, hijo de Don Patricio quien se puso en contra de la posición inicial de su padre y se enroló con el ejército tico para venir a pelear a Nicaragua. Además, todos los héroes anónimos de un país pobre que peleó con fusiles de chispa, con piedras y hasta con flechas (los “indios flecheros de Matagalpa” pelearon en la Hacienda San Jacinto).

Las batallas fueron continuas en un escenario a veces lacustre, fluvial o terrestre. La ciudad que perdió más fue Granada, para terminar incendiada por Henningsen un 23 de noviembre de 1856 por órdenes de Walker en su huída hacia Rivas, donde se parapetaron con lo que les quedaba de sus tropas. Tras varios encuentros en los que no se definía un vencedor, previéndose la derrota definitiva del filibustero, todo terminó con la mediación del Comandante Charles Henry Davis quien arregló la rendición de Walker, quien por fin se alejaría de las costas nicaragüenses, desgraciadamente no de forma definitiva como lo pedían Martínez, Chamorro y Xatruch y que no se pudo ante la negligencia o urgencia de regresar a su país del general Mora, detalle crucial en la rendición del 1ro de mayo de ese año 1857 y que hubiese evitado más daños y dolor a los centroamericanos.

El epílogo es que en Noviembre de 1857 el persistente de Walker estaba de nuevo desembarcando en San Juan del Norte con 150 filibusteros en una fracasada invasión. Todos fueron apresados en Punta de Castilla y devueltos en el Saratoga a Norfolk. Esta vez fue el Comodoro Paulding quien puso fin a sus reiteradas ambiciones, teniendo que regresar Walker a Nueva York donde se presentaría por órdenes de Pauling a la justicia. Como siempre el juicio terminó en una farsa y el jurado no se puso de acuerdo y el juez lo mandó a su casa. A principios de Junio de ese año de 1858 quedó libre. En los meses siguientes siguió obsesionado con su república sureña e intentó una nueva invasión, esta vez vía Puerto Cortés en Honduras para de ahí seguir por tierra, de Comayagua a León. El intento terminó en naufragio y a principios de enero de 1859 los 112 filibusteros de la Susan regresaron a Mobile en el Basilisk.

Al finalizar ese año de 1859 vemos a un Walker un poco más reposado, sin apartar de su mente su fijación filibustera, lo que le permite escribir sus memorias de la guerra en un libro que termina en tres meses y lo titula La Guerra en Nicaragua, donde resume su aventura, desde su llegada en junio de 1855 hasta su partida en mayo de 1857.

Finalmente con tan solo 92 hombres desembarca en agosto de 1860 cerca de Trujillo en Honduras, toma el puerto que no puede mantener por cansancio o hambre y se rinde ante el oficial de la corona británica capitán Norvell Salmon, quien lo entrega a las autoridades hondureñas. El 12 de septiembre de 1860 es llevado a la plaza de armas del puerto de Trujillo donde es fusilado, poniéndole fin a esa quimera absurda de una república sureña y al terror que representó para Nicaragua y el resto de los países centroamericanos.

Así pasamos y terminamos este capítulo negro de nuestra historia, de una guerra fraticida o guerra civil, a una Guerra Nacional para arrojar al invasor. Lecciones que no se terminan de aprender, y que dejaron una secuela de dolor al cegar miles de vidas, atrasando al país y desmoralizándolo.

Está probado que cuando se pierde el norte se está expuesto a la tormenta y cualquier rectificación, si es que llega, siempre es tardía. Estas fiestas patrias más que para celebrar que sirvan para reflexionar, ese pasado no está muerto, aprendamos de los errores y no permitamos tropezar con la misma piedra.

Nota: todos los datos de esta historia han sido tomados del libro William Walker El Predestinado, del Dr. Alejandro Bolaños Geyer. Impresión Privada, Saint Charles, Missouri, U.S.A. 1992-443 páginas.

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