El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

lunes, 13 de septiembre de 2010

ESTAR DESCONECTADO

Manuel Obregón S.
Masatepe, 12-09-10

Cada generación se mueve en el marco de una cultura determinada. Cualquiera que ésta sea, de ella se reciben experiencias, que a temprana edad tienen dos fuentes: el hogar y la escuela. No obstante, hay una tercera, quizá más determinante que las dos anteriores: la externa [la calle], con todas sus sorpresas y emociones que uno pueda imaginarse. De esas vivencias se norma la conducta y se reciben, según sea el caso, premios o castigos, en base a parámetros socialmente aceptados.

Cuando yo era adolescente tengo recuerdos del hogar muy agradables, raras veces recibí amonestaciones por algo que hayan mis padres considerado indebido, a lo sumo un regaño sin trascendencia o un llamado al orden y la disciplina. Nunca fui castigado físicamente o maltratado anímicamente, por lo cual me siento más que dichoso, orgulloso, por no haber dado motivo o por encontrar condescendencia y comprensión de parte de ellos. Probablemente algunas faltas habré cometido, sino, hubiese sido un niño anormal, lo que me lleva a pensar, que si así fue, lo disimularon muy bien. Al menos creo que con tantos hermanos que atender, tuvieron sabia paciencia.

En cuanto a la escuela primaria, otro gallo me cantó. Ciertos profesores tenían el mal hábito de aplicar castigos o imponer tareas mal concebidas. Lo común era que por mala conducta o desaplicación nos recetaran un par de reglazos que nos dejaban quietos y adoloridos. En otros, hacer sentadillas o cargar un libro en cada mano con los brazos extendidos por una hora o más, que nos dejaban fatigados. Para un niño era humillante, y por añadidura nos obligaban a rellenar planillas interminables con frases o moralejas que no tenían ningún efecto formativo.

Todo eso es cierto, pero una vez cumplidas esas pequeñas penitencias, nunca nos sentimos desconectados. Siempre tuvimos derecho a jugar, y a entretenernos con esa ingenua gracia que sólo se logra en la niñez. Amamos el campo y la naturaleza, nos zambullimos en la poza del río, perseguimos algún animal sin afán de maltratarlo, hundimos nuestros pies en la arena o nos metimos en la corriente para tener esa sensación de humedad y cosquilla que seguramente nos resultaba estimulante.

Respecto a la tercera ventanilla: la calle, cada quien se organizaba a su manera. La relación con los vecinos, amigos afines, la conversación amena, la imaginación rica en inventos para matar el tiempo o platicarnos cosas fantásticas. Practicamos deportes, organizamos paseos, leímos libros de aventuras, fuimos al cine, tuvimos novias, porque ésa era la otra manera de mantenernos conectados.

Cuando el boletín revelaba bajo rendimiento tal vez nos ganamos un jalón de oreja, o perdimos algunas de esas pequeñas cosas, pero seguíamos conectados sin perder la alegría para emprender nuevos aprendizajes.

Me llama la atención, y es el motivo de esta nota, lo que reporta el Washington Post acerca del conflicto de una madre con su hijo adolescente, de la comunidad de Silver Spring, Maryland, de cómo los castigos tradicionales resultan obsoletos y están cambiando por los castigos digitales. Ya no se trata de prohibir la salida de fin de semana a los hijos o de quitarles la llave del auto, sino darles “donde les duele”, que curiosamente es cortarles la red de comunicación social de la computadora o impedirles que hablen por el celular. Los jóvenes así afectados entran [producto de la misma adicción que han desarrollado frente a estos artilugios] en un estado de ansiedad que los desanima y los aflige. Se dice que están desconectados.

En algunos casos es una verdadera mutilación que los hace sentirse infelices frente a sus amigos y no es para menos. Imagine usted que le cortan la red [correo, twitter, MSN, facebook, más la TV] y el bendito celular. Es como cortarle las alas a un pájaro que ya estaba habituado a volar. El peligro de este desarraigo es la soledad y la inseguridad que los invade. Parece que el tiempo que los estudiantes dedican a estos entretenimientos digitales les absorbe más del debido, que para nuestra cultura deberían dedicar a los estudios. No se trata de que no disfruten de Internet sino de que no perjudiquen sus estudios. En un momento dado la madre de Silver Spring espetó a su hijo “Tienes que encontrar alguna forma de lograr que estas cosas encajen en tu vida; no que sean tu vida”.

Este es uno de los tantos peligros que conlleva la modernidad frente al desarrollo integral que deben tener en su formación los jóvenes, que ya abarca una buena parte también de la vida adulta: la adicción a ciertas tecnologías que los hace olvidarse de los deberes escolares o del trabajo y hasta incurrir en el descuido en los hábitos de higiene, alimentación y de apariencia personal que todo mundo debe cuidar.

Ahora comprendo la preocupación de mi hijo y de mi nuera cuando le prohíben a mi nieta el uso excesivo de Internet, que indefectiblemente tiene que afectar su rendimiento escolar. Creo que lidiar con estos escollos que provoca la comunicación digital no debe ser nada fácil, ni para ellos ni para mi nieta. Pero como en todo proceso debe haber un aprendizaje para irse ajustando a lo que debe ser, debemos procurar usar los medios para nuestro provecho sin que ellos nos lleguen a dominar, al punto que se nos haga de repente un vicio. La señora de Silver Spring tiene razón, debe haber una forma para “que estas cosas encajen en tu vida; no que sean tu vida”.

Yo aconsejaría paciencia y buena comunicación con los hijos, tanto para que ellos entiendan que el balance es necesario para su mejor provecho como para los padres que deben adaptarse a estos cambios donde las novedades llegan tan de golpe que el joven quiere absorberlas todas, sin que sea necesario. Es un proceso en que deben ser selectivos en lo que buscan y calibrar el tiempo que deben dedicarle, admitamos que la tecnología es tentadora, pero los estudios también cuentan. Si encontramos la forma para que se complementen, mejor.

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