El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Tallinn, la seductora medieval

Guido Sáenz Exministro de Cultura 08:52 p.m. 16/09/2010

Es posible que hace unos mil años, cuando los vikingos navegaban por el mar Báltico efectuando sus invasiones y saqueos, comenzara a levantarse la ciudad amurallada de Tallinn, capital de Estonia (país con un territorio un poco más pequeño que el de nuestra Costa Rica) cuyo destino ha sido tan trágico, como convulso su tránsito a lo largo de los siglos.
Estonia fue invadida por los daneses en el siglo XII, más tarde por Alemania, posteriormente por Suecia, después por Rusia, nuevamente por los alemanes y en corto tiempo una vez más, por los rusos. A la caída del régimen soviético, Estonia recuperó por fin su independencia y es hoy un país libre.
Ciudad seductora. Tallinn, la amurallada, es inusualmente seductora. Del apretado conjunto de sus edificaciones medievales y por encima del perfil del corazón mismo de la ciudad, emergen altivas las agujas cubiertas de cobre de innumerables iglesias. Otro tanto hacen los picos cónicos de los techos rojos de las torres de la muralla defensiva, posiblemente la más fortificada del norte de Europa. ¡Qué terrible y constante afán guerrero, invasor y destructor, ha seducido perpetuamente al ser humano! Nos hemos estado dando palos los unos a los otros desde siempre.
Sin embargo, ante este prodigioso testimonio vivo de ochocientos años, cuya conservación y mantenimiento son tan excepcionales, y visto con los ávidos ojos del visitante contemporáneo, se puede ser comprensivo e indulgente y hasta conmovidamente agradecido. Un costarricense no podrá menos que sentir algún grado de vergüenza y desconsuelo: muy poco hemos sostenido el escasísimo patrimonio que heredamos de nuestros antepasados.
Tallinn fue parte de aquella poderosa alianza comercial llamada Liga Hanseática, entre los siglos XIII y XVI, especie de federación de mercaderes establecida en casi un centenar de puertos y ciudades del mar del Norte y el Báltico. Su estratégica ubicación, buen destino mercantil y opulenta riqueza a lo largo de esos trescientos años, la hicieron acreedora de las envidias y la avidez de pueblos de territorios vecinos. Ello la obligó a defenderse mediante la construcción de formidables murallas hasta de seis metros de altura.
Los temibles torreones de observación y combate intercalados en los muros son, en nuestros días, pacíficos y serenos. Muchas de esas imponentes torres de piedra, han sido transformadas hoy en museos, galerías de exposiciones y salas para representaciones teatrales. Evoqué nuestra vieja Aduana de San José, convertida ahora, para bien, en algo que se asemeja a lo establecido en la inspiradora Tallinn.
Al caminar con embeleso y admiración por los laberintos de sus callejuelas, es imposible no detenerse ante los más notables rincones de la vieja ciudadela: la calle Pikk, donde seducen las fachadas de las casas conocidas como Las Tres Hermanas, típicas construcciones de los mercaderes hanseáticos del siglo XV; el Arco y el Pasaje Catalina, el Monasterio Dominico y su fortificado claustro, la calle Viru, donde pululan pequeños talleres, tiendas de artesanías, cafés, pintorescos patios y galerías de arte.
Se alcanza por fin la plaza del Ayuntamiento y para el deslumbre más persuasivo del visitante, empieza la exploración del intrincado tejido de callejuelas sobrevivientes de la Edad Media. ¡Ah!, y para que no nos falte, en la farmacia de la esquina, todavía se pueden conseguir desde hierbas curativas, hasta curiosos artículos propios de tiempos inmemoriales.
Desde luego Tallinn, la encantada capital de Estonia, fue declarada por la Unesco en 1997, patrimonio de la humanidad.
Tallinn, tan antigua como reluciente, especie de hechizo contemporáneo, se constituye en nuestro tiempo como ejemplo de lo que un pueblo flagelado, pero orgulloso y lúcido, puede testimoniar al mundo acerca de su valor, optimismo, sensibilidad y refinadísima cultura.  

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