El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

jueves, 16 de septiembre de 2010

APRENDIENDO DEL MAESTRO

Me quema la palabra
Luis Rocha Urtecho

Si yo fuera candidato a dictador -cosa que nunca seré- no cabe duda que tendría mucho que aprender de Daniel Ortega Saavedra. Pero como en las películas chinas de kung fu, siempre hay un maestro del maestro, y en este caso nuestro ya anciano saltamontes, ha superado a sus maestros del "Instituto Pedagógico de la Estirpe Sangrienta de los Somoza", con postgrado en reelecciones incluido y la porcina efigie de Roberto Rivas avalando con su gordura cualquier robo electoral. En tiempos de Anastasio II los curas progresistas y delegados de la palabra, no dejaban de hacer oír su voz. A los delegados de la palabra se les asesinaba y torturaba en las montañas. A los curas en la capital se les permitió vivir y salvo honrosas excepciones, como la de José Antonio Sanjinés quien prometió volver cuando el dictador lo echó del país y lo hizo como guerrillero, pocos fueron expulsados. Los capuchinos, con el inolvidable Gregorio Smutko,O.F.M. a la cabeza, con riesgos de sus vidas, denunciaron con irrebatible documentación las atrocidades que se cometían en las montañas, y esas denuncias contribuyeron a desenmascarar a Somoza en en exterior, quien como su aventajado alumno de hoy pretendía vender progreso sacrificando la libertad.


Nunca he pensado ser dictador, ni mucho menos reelegirme en cargo alguno, pero sigo aprendiendo de los dictadores para combatirlos, y ahora aprendo de éste a quien ya ni siquiera puedo enviarle una carta que dijera: "Al maestro con cariño". Lo que si puedo hacer es, siguiendo sus enseñanzas, llegar tardísimo o cuando ya no esté, a sus actos partidarios -disfrazados de cívicos- o no llegar, y pedirle a la juventud que aprenda de ese maestro. Que aprenda de su trato despreciativo del ser humano y de su derecho a la puntualidad, como cuando este recién pasado 14 de septiembre nuesro nuevo filibustero celebró el 154 aniversario de la Batalla de San Jacinto y 189 aniversario de la Independencia de Centroamérica, llegando tarde al encuentro con la Patria; haciendo desfilar a los colegios con distintivos de su pandilla política, bajo la lluvia; falsificando el juramento a la bandera establecido en el decreto legislativo 50-90, e inventando el suyo propio que en el fondo es el de la "solidaridad" con su reelección.

En aquel tiempo los curas de la capital hicieron de sus parroquias catacumbas y trincheras de la palabra de Dios. Porque Somoza como hoy su discípulo Daniel Ortega, pretendía imponer un bozal al pueblo, a embajadores e igualmente acosaba a las organizaciones sociales internacionales. La dictatorial medida de imponer el miedo y el silencio, como todos sabemos, fracasó. La lección estaba dada. ¿Dónde irá a parar algún día el marrano de Roberto Rivas? ¿A qué chiquero se arrimará cuando -porque algún día todo será distinto- ya no existan sus agradecidos benefactores de hoy? El padre Gregorio Smutko, el inolvidable "Goyito", no dejó de hacer oir su voz contra la injusticia -como lo hacen hoy nuestros obispos- y cuando como muchos de nosotros creímos que había triunfado la esperanza en 1979, con orgullo, a través mío, solicitó la ciudadanía nicaragüense que con gusto tramitó y concedió este irreconocible Daniel Ortega de hoy, el mismo que se la arrebató al misionero católico Alberto Boschi.

A Boschi lo castigaron por hablar, de la misma forma en que hablaban aquellos curas de la época somocista. Lo castigaron por estar donde debía de estar. Lo calumniaron para juzgarlo por un delito que no cometió. Lo amenazaron con la cárcel, obligándolo a refugiarse en su italia natal, y cuando regresó a su patria de vida y corazón, lo despojaron de su ciudadanía nicaragüense. A Boschi, como a tantos otros recientemente, lo acusaron de injerencismo, acusación que hoy en día es el manto del terror bajo el que quieren embalsamar a embajadores y representantes de organismos internacionales. Es el mismo manto bajo el que Roberto Rivas le celebrará la reelección a su jefe. Hace muy poco declararon "non grata" a la española María Jesús Conde, representante de UNICEF en Nicaragua por informar sobre cifras de muerte neonatal. Casi de inmediato, en esa ofensiva "cristiana, socialista y solidaria", la dictadura pidió el retiro de Pedro Vuskovic, representante de la OEA en Nicaragua, por el "enorme delito" de haber escuchado a Boschi. Pero a Paul Oquist, ministro en las tinieblas orteguistas, norteamericano, a lo peor nacionalizado como lo es Boschi, le permitieron deslenguarse para recetarle a Daniel Ortega 20 años más en el poder, en vista, según él de su inmejorable gestión económica. ¿No es injerencismo el de este gringo? A los nicaragüense que creemos firmemente que la libertad es el bien más preciado, muy por encima de cualquier otro, nos irrespeta y ofende impunemente este secretario de la Presidencia. Entonces, siguiendo las enseñanzas del maestro habrá que expulsarlo del país, y si la tiene, despojarlo de la ciudadanía que hoy enloda. Si no es hoy, algún día, aunque tengan que pasar veinte años.


luisrochaurtecho@yahoo.com


"Extremadura", Masatepe, 16 de septiembre de 2010.

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