El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Me quema la palabra

LA GUERRA ÚTIL

Luis Rocha

A Luis Javier Espinoza Rocha

Hubo una vez, en julio de 1969, una guerra de cien horas entre dos países centroamericanos hermanos, Honduras y El Salvador, que dejó varios centenares de muertos como consecuencia del enfrentamiento militar. Se la conoció, con justicia, como “La guerra inútil”, porque encontró pretextos en las circunstancias prefabricadas que enardecieron a los fanáticos de ambas naciones, por un desafortunado encuentro de fúbol “amistoso”, y cuyo resultado fue que acabó por hacer aflorar ambiciones expansionistas, odios cuidadosamente alimentados con origen en causas sociales y económicas. Nada de deporte sino alevosía de parte de quienes, para desatar sus intereses, utilizaron la confrontación ingenua de los aficionados al pie y al balón. Aquella guerra inútil fue el parto de oligarcas, caciques y caudillos. Fue hecha a sus imágenes y semejanzas. Tuvo como epílogo el gol de la muerte, pues ambos pueblos, dicho así en singular, fueron la víctima. El chivo expiatorio. Desde luego no fue la culpable una diversión tan racional, sana y alegre como el fútbol, “el deporte que no se juega con los pies, sino con el corazón”. La manipulación de los nacionalismos que tan parecidos son a los fanatismos, siempre ha sido arma de políticos sin escrúpulos, oportunistas y demagogos. Aquí los conocemos muy bien, pues hasta gobiernan generando el caos interno o inventando conflictos internacionales. En fin, fue aquella la primera guerra del fúbol. Un día de estos, mi nieto y yo, estuvimos a punto de iniciar otra.

Resulta que este recién pasado domingo 19 de septiembre –antes, durante y después de disfrutar un partido de fútbol de película en la TV- comentábamos, él acaloradamente y yo con ya añejo sosiego, el partido. Luis Javier Espinoza Rocha, mi nieto, es tan acérrimo hincha del Real Madrid que ha llegado a creer que por eso tiene que ser enemigo a muerte de catalanes y argentinos. De catalanes, por ser el Barcelona el más connotado y emblemático rival de su intocable Real Madrid, nacido, según su parecer, para ser invicto eterno. De argentinos, por culpa de unos buenos jugadores de esa nacionalidad que no pertenecen a la constelación de estrellas de su equipo, tal es el caso del cometa Lionel Messi , exhalación en el universo de la cancha y autor de 47 goles la temporada pasada, que para él son casuales cachinflines de la suerte. De nada sirven mis argumentos cuando elogio el Atlético de Bilbao por estar integrado por vascos, en comparación con esa especie de Naciones Unidas del capital universal, en que se ha convertido el Real Madrid. Miento, digo medias verdades como ahora y hago de abogado del diablo, pues la verdad es que el Real Madrid es también mi equipo predilecto, pero con el que no me casaría hasta que la muerte nos separe.

El caso es que estábamos muy cómodamente instalados frente al televisor, comiéndonos unos suculentos “Queridos aguados” (en un próximo artículo daré noticias de ésta comida autóctona de “Los Rincones”), viendo aquel escalofriante partido entre el Barcelona y el Atlético de Madrid. Decir muy bien sentaditos es un decir que no calza con mi nieto, quien se movía como una lombriz saltarina y no dejaba de gesticular y vociferar contra falsas y verdaderas faltas del Barsa, y por supuesto contra el árbitro “vendido” a la butifarra catalana. Para su disgusto el “injusto” resultado fue el de una victoria 2-1 del Barcelona y nada menos que en el estadio Vicente Calderón, cuartel del Atlético de Madrid. Debo con gusto proclamar que el arquero rojiblanco David De Gea, de tan solo 19 años, fue alma y lujo de aquel partido. Un jugador de antología en la historia del fútbol. Edgar Tijerino Mantilla, con sus habitualmente acertadas y estruendosas opiniones, lo calificó de araña, pulpo y muro, por su felina actuación impidiendo la entrada de tres disparos consecutivos, imparables para cualquier portero de este mundo

Sólo por la espectacular actuación de David De Gea, mereció ganar el Atlético de Madrid. Ví un puma defendiendo con éxito (salvo los dos goles de “chiripa” diría Luis Javier) aquella portería bombardeada por verdaderos misiles azulgrana. Fue, diría Tijerino en algún momento de extraña tranquilidad personal, algo de ciencia ficción; más de media docena de cañonazos catalanes, frustrados con rigor y elasticidad científicas por De Gea. Si el legendario Eusebio –la pantera negra de Portugal- hubiera sido portero, habría hecho lo que hizo, con iguales movimientos, David. Éste elogio sí le gustó a Luis Javier, quien aprovechó mi momento de debilidad rojiblanca para embestir al monstruo azulgrana. Porque para mí la nota luctuosa del partido la puso, ya en los descuentos del final, el defensor checo Tomás Ujfalusi, quien con una entrada tipo fuerza de choque chicha, le dio a Lionel Messi un pisotón político digno de la colección de Gustavo Porras, que le puso al pibe el pié azulgrana. Expulsaron al checo y salió en camilla Messi, con la insensible venia de mi nieto.

Éste fue el momento en que casi comienza la segunda guerra del fútbol, pues no pude menos que decir, aunque sin mucha convicción, que pese a la cristalina y ejemplar jornada de David De Gea, había merecido ganar el Barcelona. Los argumentos de Luis Javier eran tan parcializados, que de lo que me convencieron era que tenía vocación de Papa, por infalible. Conste que esa vocación no es un mal exclusivo de él, pues ya sabemos que es una enfermedad endémica de nuestros caudillos, y que en los adolescentes es una época natural de sus vidas, que va desapareciendo, evolucionando y transformándose en culto a la verdad y la libertad. En cambio en los caudillos involuciona, y se transforma en culto a sus personalidades. Pero ese es ya otro asunto. En lo del fútbol, que es lo que nos atañe, el colmo de mi nieto no fue únicamente que le disgustara el triunfo del Barsa –que ni tan repleto de catalanes está-, sino que le pareció merecida y justificada la demolición del pie de Messi. Pura estrategia dialéctica la suya en defensa propia y no crueldad. Freud diría que se trata de la aversión personificada en el más destacado jugador de un equipo que en ocasiones se transforma en verdugo del suyo. Llegamos a conclusiones. Fue una guerra útil, aunque no estoy claro si aceptó que es mejor ser fanático del fútbol, que de un solo equipo. ¿Por qué? Ahora se lo digo: “El respeto al derecho ajeno, es la paz”, dijo don Benito Juárez. Discrepar, es civilización. Silenciar, barbarie. La libertad de expresarse es derecho y necesidad. La tolerancia nos invita y enseña a convivir. Así, sí vale la pena ser fanático de la vida, como del fútbol. ¡Gol a la muerte de las ideas! ¡Gol a la muerte de las palabras! ¡Goooool!

luisrochaurtecho@yahoo.com

“Extremadura”, Masatepe, 23 de septiembre de 2010.

1 comentario:

  1. Me es grato unirme a este blog, y poder satisfacer mis conocimientos a través de ustedes, principalmente del Poeta Luis Rocha y de tantos excelentes escritores que en el intervienen.

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