LO QUE LAS FOTOS CLAMAN
Luis Rocha
Desde hace algunos años una foto de los caudillos recorre el mundo. Es la foto fantasma. La foto que los asusta porque a los cuatro vientos desdice lo que de la boca para afuera habían venido diciendo cuando negaban su pacto.. Es la foto para adentro, que aún siendo para afuera revela sus escandalosas intimidades, como entre otras el incesto político entre los hermanos que son. Es la foto de las paralelas del mal: Los dos partidos familiares que se reparten y se repartirán los jirones de la patria en los próximos años. Es la foto que anuncia que el carnaval ha terminado, para que todo el que tenga ojos para ver que vea quiénes estaban detrás de las máscaras, y el que tenga oídos para oír que oiga la ronquera sorda de los gruñidos de una piara de cerdos a la hora del banquete nacional. Esa foto, dijo jactanciosamente el caudillo Alemán, él la mandó a tomar a manera de una travesura política que dejara al desnudo al otro caudillo; es parte del pacto y de las zancadillas entre uno y otro. En Nicaragua, esa foto aparece fugazmente, enarbolada en pancartas, durante manifestaciones cívicas y pacíficas que terminan disueltas a pedradas y garrotazos por las fuerzas de choque del caudillo Ortega. Entonces se convierte en la foto de los videntes.
A estas alturas aquella foto tiene hijas que confirman todo lo dicho por la madre. Una de ellas, lamentablemente teniendo como telón de fondo el acto de conmemoración del 30 Aniversario del Ejército de Nicaragua, el 12 de septiembre nos muestra a los caudillos en la misma tribuna de honor, saludando al unísono con sus brazos levantados y sonrientes el desfile militar. Esa foto, que habla en nombre de los caudillos, nos dice: “¡Somos cerdos, y qué! Allá quienes quieran equivocarse. Allá quienes crean que con nosotros existen liberalismo o sandinismo. Somos los que estamos muy por encima de pretextos ideológicos. Somos los astutos y sagaces de la película. Somos los mismos. Almas gemelas. Somos los nuevos rostros de la nueva democracia. Somos, entre los dos y para siempre, la paz y el progreso.” Por ahí anda, lo sabe la foto, Roberto Rivas Reyes, el garante de los resultados electorales al gusto de los caudillos: al ajillo, horneados con salsa de hongos venezolanos, o presidenciales con hojas de laurel. Destilando agradecimiento el cardenal Miguel Obando y Bravo también está ahí, y por eso el caudillo considera oportuno mencionar a “su Eminencia el comandante Mayor, Comandante de la paz”.
A Cristo, aunque lo viven mencionando por cualquier motivo –y está de moda el que los políticos hagan gárgaras cotidianas con el nombre de Su Padre-, no lo invitaron, pero estaba ahí citando la profecía de Isaías: “Escucharéis con vuestros oídos y no entenderéis, y miraréis con vuestros ojos y no veréis. Porque se ha espesado el corazón de este pueblo, y han oído pesadamente con sus oídos, y han cerrado los ojos, para que no vean con los ojos, ni oigan con sus oídos, ni entiendan con el corazón ni se conviertan, ni yo los salve.” Quien quiera entender que entienda, quien quiera oír que oiga y quien quiera ver que vea. En la otra foto, hija de la primera y hermana de la acabada de mencionar, aparece el caudillo Ortega, fraternal y cariñoso, sujetando de las manos a su par y supuesto rehén el caudillo Arnoldo Alemán. Es una enternecedora escena familiar, no sabemos si al comienzo o al final de aquella solemne ocasión. Si fue al comienzo, en la tribuna los caudillos parecían celebrar la respuesta positiva que le dio el caudillo Alemán a la solicitud del caudillo Ortega. La foto no quiere decir que, como dijo después el caudillo Alemán, éste le había dado un no al caudillo Ortega. La foto no es babosa. Sólo dice la verdad.
El momento cumbre de aquel acto de duelo patrio, cuando la foto capta al caudillo Ortega sujetando más precisamente la muñeca derecha del caudillo Alemán, es cuando le pide ordene a sus diputados que voten apoyando las reformas a
Jueves, 24 de septiembre del 2009.
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