El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

LECTURAS IMPRESCINDIBLES

Comentario al libro No sea así entre ustedes: ensayo sobre política y esperanza de Juan Hernández Pico

José Luis Rocha

Siempre he pensado que todo libro vale por lo que tiene de prolongación de la experiencia vital. Los libros no sustituyen a la vida. La prolongan y la profundizan. Y sin duda en No sea así entre ustedes hay mucha experiencia vital concentrada y profundizada. Hay muchas horas pasadas, como escribió Quevedo, en conversación con los difuntos y escuchando con los ojos a los muertos. Estos muertos son filósofos griegos, Maquiavelo, Thomas Moro, Locke, Hobbes, Rousseau, Kant, Hegel, Tocqueville, Marx, Weber, Bobbio, Arendt y Foucault, entre otros. Son autores de muchos libros. Y es ocasión de vergonzosa pero indudable gratitud el hecho de que Juan Hernández Pico haya sintetizado sus ideas con verbo certero, porque la mayoría de los mortales nunca vamos a tener tiempo –si es que acaso nos abundan las ganas- de leer a tantos autores que han marcado las grandes avenidas del pensamiento occidental.

Hernández Pico también dialoga con algunos vivos, como Habermas, Castells, Dagnino y Boaventura de Sousa Santos. Me hubiera gustado leer la conversación con un vivo de aquí del lugar, Andrés Pérez-Baltodano, cuyo libro La subversión ética de la realidad. Crisis y renovación del pensamiento crítico latinoamericano fue presentado hace un año en el Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica. Su propósito se acerca muy intensamente al de No sea así entre ustedes cuando propone una aproximación a la política fundada en un humanismo materialista y cristiano, y coincide con Hernández Pico en su discusión de la pertinencia de distintas tradiciones sociológicas como mediaciones para la esperanza que se compromete con la política y cuando reflexiona sobre la teología de la liberación. No son los únicos puntos de confluencia de estos autores cuyas trayectorias, en cierto modo asintóticas, algún día podrían confluir en una jugosa conversación. Confío en que lo diferido de su encuentro sólo sea un síntoma de lo mediocremente globalizadas que están las redes de distribución de libros.

Echo de menos también el diálogo con un muerto: Carl Schmitt, a menudo etiquetado como teólogo de la política, un autor que está siendo muy releído entre los politólogos porque tuvo la agudeza de señalar –a veces con sofismas, a veces con mucho tino- las inconsistencias de la democracia liberal, aunque desafortunadamente lo hiciera para justificar la dictadura. Y echo de menos ese diálogo con Schmitt porque Hernández Pico se sitúa en sus antípodas: no le basta la democracia liberal, no para justificar el autoritarismo, sino porque busca una democracia más plena y profunda; y, por otro lado, se propone hacer reflexión teológica y política precisamente para negar una teología política tal y como Schmitt la entendió, es decir, como legitimación de la política autoritaria y de los poderes establecidos mediante su sacralización. El mensaje central de Hernández Pico, si entendí bien, es la invitación a hacer política no desde el poder, sino desde el servicio, de acuerdo a las palabras de Jesús recogidas en el capítulo 10 del evangelio de Marcos: “No sea así entre ustedes. Al contrario: el que quiera ser grande entre ustedes que sea su servidor.” Además, Hernández Pico retoma muchas tesis de Johann Baptist Metz, el teólogo católico que a mediados de los años 60 lanzó una redefinición del concepto de teología política: la reivindicación del carácter público y en ese sentido político del discurso teológico, oponiéndose a una modernidad que buscaba sacudirse a la religión reduciéndola al ámbito de lo privado y a una religiosidad recluida y basada en una lectura intimista y personalista de las promesas bíblicas.

Esta tendencia persiste en algunos círculos. En otros, de forma creciente, reaparece la religión como instrumento de los poderosos. No sea así entre ustedes es un alegato contra las dos tendencias. Frente al intimismo religioso -la religión como refugio en medio del hundimiento de la confianza de políticos y política-, el mensaje es el deber cristiano de no exiliarse de la política. Frente a la instrumentalización de la religión por parte de los poderosos, el mensaje es el mismo de Jesús: otro Dios existe.

Quienes conocemos a Juan Hernández Pico sabemos que esta propuesta de reflexión socio-política, trenzada por hebras teológicas, es un caldo muy espeso, una de esas sopas que nada tienen que ver con la opción por un pensamiento blando, light, descafeinado, anémico. Y éstas que señalo, que hubieran sido virtudes hace sólo un par de décadas, ahora requieren de una justificación. Necesitan pedir permiso. El saber enciclopédico está un tanto pasado de moda y mucho más el saber que viene en un gran relato en lugar de caer en fragmentos inconexos de fácil digestión. Los alumnos quieren profesores que los diviertan y cuenten buenos chistes, no que le hablen de las redes de Castells o del Leviatán de Hobbes. Para saber está Wikipedia. Saber fragmentado, pero saber al cabo. ¿Para qué este saber aquí empaquetado en este libro?

No es fácil conseguir un buen guía para adentrase en los escabrosos senderos de la filosofía y sociología. Bueno es saber qué dijeron quienes han marcado lo que hemos llegado a ser. En primer lugar, por consiguiente, rescato lo que este libro tiene de invitación a revisitar la tradición del pensamiento político occidental y su voluntad de hacerlo dentro de un todo coherente. En segundo lugar –y esto es un bien cada día más escaso- destaco la capacidad de hacer ese recorrido con un pensamiento crítico que retoma, en diversas formas, la veta marxista. En esto coincide con los centros de estudios sociales más avanzados, donde ahora se prioriza la lectura y el estudio de los autores que releen y reestudian a Marx, como David Harvey -un converso del liberalismo al marxismo-, Mike Davies y Michael Taussig. En tercer lugar, me parece muy enriquecedor contar con un análisis que sitúe lo público como asunto religioso –también lo religioso como asunto público- en un contexto donde esas reflexiones son cada vez menos frecuentes o manipuladas por intereses aviesos.

Aunque estoy de acuerdo con el espíritu del libro, no estoy de acuerdo con todos los recodos de su letra. En cualquier caso, si sólo tuviera aplausos, estos comentarios serían poco verosímiles. De modo que valgan las siguientes tres críticas por sí mismas y también como apuntalamiento de la sinceridad de los elogios:

-La atribución a la policía costarricense del nivel de seguridad ciudadano que se vive en Costa Rica -distinto y más elevado que el del resto de Centroamérica- a mi juicio es convertir en causa lo que no es más que un efecto de un factor mayor. Prefiero, como Gramsci, hablar de control social, del que la policía sólo viene a ser un elemento más.

-Hay una cita de Ratzinger –alias Benedicto XVI- sobre la gracia y el don de Dios: “La verdad no es producida por nosotros, sino que se encuentra o, mejor aún, se recibe. Como el amor, no nace del pensamiento o la voluntad, sino que en cierto sentido se impone al ser humano.” Es una frase muy poética con un cartucho de dinamita en su interior: la verdad nos es impuesta y entregada como don. No me incomoda tanto el hecho de que esta tesis no empalme con ninguna teoría epistemológica seria de actualidad, sino su carácter de negación del humanismo. Si hay un rescate de la posibilidad de hacer política con inspiración religiosa, pasa por el espíritu humanista, que exige un énfasis en la responsabilidad de hombres y mujeres y en el diálogo. En la construcción de verdades mediante el diálogo y no en la recepción de verdades donadas por la divinidad. Las verdades impuestas han demostrado ser muy arbitrarias y letales. Y si el donante es una divinidad, el peligro es mayor.

-En el texto se ataca –con razón- la posición cientificista de Hobsbawn, que enfatiza las dificultades de construir una historia de los de abajo con escasas fuentes documentales y basándose solamente en la frágil memoria que corre el peligro de convertirse en mito. Siguiendo a Metz, Hernández Pico propone que no hay que someter la memoria de los de abajo a una elaboración tecnológica. Sin embargo, en este enorme monumento al pensamiento faltan las elaboraciones de los sin poder –a veces míticas, en esto tenía razón Hobsbawn, pero tomemos nota de que también Moro y muchos otros autores aquí reseñados tienen mitos en su capote. Falta lo que Foucault se preocupó de rastrear: el conocimiento subalterno y soterrado, a veces muy erróneo y peligroso –también lo es el de algunos de los sabios aquí mencionados-, pero no por ello menos interesante y cuyo conocimiento es enormemente útil para entender la política del presente. Un análisis de las muy populares creencias medievales milenaristas probablemente puede arrojar tanta luz sobre fenómenos actuales como el –sin duda imprescindible- estudio del influjo de las ideas de Rousseau sobre la revolución francesa y nuestros sistemas políticos.

No obstante, estas observaciones son relativamente minucias. No sea así entre ustedes es un trabajo titánico y excepcional que debería convertirse en libro de texto de científicos sociales y teólogos en la región y más allá. Nos dice mucho de lo mal que se ha hecho y entendido la política y propone otra manera de concebir la forma de hacer política desde una convicción que brota de una sinceridad y unos deseos de transformación profundos y poco comunes.

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