- Por
Víctor M. Tirado Managua, 03- 09- 2011.-
La revolución sandinista barrió con las viejas bases de la estructura política,
social y militar del somocismo; pero al
terminar este período se deja un vacío y se originan nuevas formas de
organización social dentro de la población laboral y gremial prestando atención
a los sindicatos, los gremios
agropecuarios, profesionales, pequeña empresa y todo el mundo civilizado que
nos rodea entran a participar en la gran causa económica, política, social y
cultural.
Ahora
bien, una vez abolida la Guardia Nacional cual fue la fuerza fundamental que sustentaba al Gobierno
somocista, se le plantea a la revolución, cosas concretas, entre una de las
tantas está y la más importante a resolver fue la cuestión de las Fuerzas
Armadas (Ejército y Policía). En el programa
de la revolución se plasmó el objetivo central, en primer lugar, el fortalecimiento
del ejército y la policía, prepararlas técnica y militarmente con los medios que se contaban en
función de una eventual intervención norteamericana. Era pues, necesario
fortalecer a la institución en el arte de las armas, con cuadros que habían
dirigido la insurrección a raíz del giro que podría tomar la revolución en caso
de que el imperialismo yanqui se atreviera invadirla. Lo demás organismos
sociales y económicos sandinistas incluyendo a la policía servirían de apoyo. Una revolución de las
características sandinista era lógico que el gobierno de los EEUU se preparaba para eliminarla de la escena antiimperialista;
sin embargo no era tanto la alianza con la URRSS o Cuba a lo que se oponía,
sino el ejemplo que daba en Centroamérica, tomado en cuenta la existencia de
movimientos de liberación nacional en la región, cuando la situación histórica
marcaba un salto favorable en la correlación de fuerza clave para la revolución.
Así pues, el Frente Sandinista, bajo esas condiciones le imprimó al Ejército la
fuerza moral y patriótica de los héroes y mártires caídos en la lucha desde el
siglo X1X contra el filibusterismo
esclavista y el intervencionismo “gran garrote” y el panamericanismo del siglo
XX.
La agresión norteamericana, desde luego, la
comenzó a preparar el gobernante Ronald Reagan de los EU, contando con el apoyo
del campesinado nicaragüense y la clase mediad descontenta. (Esa fue la
desgracia de la revolución, pero ese es
otro episodio a interpretar). De ahí parte la estrategia de armarnos con la
ayuda de la Unión Soviética en materia bélica y de entrenamiento, desde luego
fue una cooperación muy importante. (No
hay que perder de vista que la preparación militar corría por parte del Frente
y ejercía el control directo del instrumento armado. En la guerra de intervención
yanqui-resistencia el Estado era un complemento, por lo tanto de ahí surge posteriormente
la partidarización del ejército). No es casual esta estructura centralizada, en
las guerras no hay democracia en el instrumento armado, sino lean a Napoleón o
a Stalin.
Todo el decenio de 1980 el Frente Sandinista defendió la revolución sin
apoyo económico de los aliados socialistas, sin embargo, el peso de la defensa de la revolución recayó
sobre las organizaciones sociales sandinistas y no sandinistas. En tal sentido
fue muy difícil sostenerla con nuestros propios esfuerzos, la economía se
desgastó, la población joven se desmoralizó, el sector agropecuario fue
golpeado fuertemente y otros fenómenos económicos y políticos sufrieron el
impacto económico que debilitaron a la revolución.
La presión de los aliados en América Latina y los gobernantes centroamericanos más la
crisis económica interna contribuyeron a
sostener pláticas con la Resistencia en
Sapoá, Departamento de Rivas al sur de Nicaragua en marzo de 1989. En esas
pláticas durante varios días de
discusión se llegó a un entendimiento
con el binomio Reagan-Resistencia, para concluir con los acuerdos de Sapoá. Se
discutieron varios puntos y uno de los más importantes a que se llegó fue el
acuerdo de adelantar las elecciones para
febrero de 1990, aun en contra de lo que marcaba la Constitución. Una vez
terminada las pláticas, la oposición comienza organizarse en tal dirección bajo una alianza con todos los partidos
antisandinstas con el nombre político Unión Nacional Opositora (UNO).
El
Frente, igualmente, realiza la campaña durante todo el período electoral y al
llegar el día de la votación, el 25 de febrero de 1990, cual es la sorpresa, el
Frente pierde las elecciones y triunfa la UNO.
La
Unión Nacional Opositora de inmediato los nuevos gobernantes y la dirección del
Frente pasan discutir la transición y uno de los puntos esenciales fue el papel
del Ejército en las nuevas condiciones donde el nuevo gobierno afirmaba que
este dejaba de ser propiedad privada del Frente y se convertiría en una Fuerza
Armada Nacional y profesional, no deliberante, apolítica y sujeta al poder
civil desempañando el mando los actuales gobernantes confiando. Se argumentaba
como conquista de las fuerzas opositoras el profesionalismo
Desde febrero de 1990 hasta el 10 de enero de
2006 el ejército respetó las instituciones de los nuevos mandatarios. La
interpretación de este fenómeno se da porque las Fuerza Armadas nunca abandonaron el principio sandinista y esto le dio coraje y
vida políticamente, respetando
constitucionalmente el proceso electoral y no tomar partido públicamente por uno
u otro candidato o bien el triunfador.
Ahora
bien, lo que me obliga a interpretar el sistema político-militar que marcó una
nueva época con todas sus vicisitudes ( no es la transformación del sistema
económico, porque es más fácil interpretarlo que transformarlo) en este artículo es la participación del
Ejército y la Policía en los años claves de la revolución: la década de 1980;
los gobiernos posteriores a la pérdida
de la elecciones, el decenio de 1990 y de nuevo el encuentro del Frente Sandinista con el
gobierno y el Estado donde Daniel Ortega alcanzó un victoria pírrica en las elecciones
de noviembre de 2006, entre el 30% y un dudoso 6% más
Primero,
el Ejército y la Policía en 1980 es poco lo que se puede interpretar pues de
sobra se conoce la relación de sujeción al Frente y no al Estado en defensa de
la revolución. En la derrota electoral de febrero de 1990 y uno o dos años
después se reconoce que las fuerzas militares se profesionalicen y se subordinen
al Presidente de la República. Esta reorganización de las Fuerza Armadas,
llamémosle así, obedece al momento que
se está viviendo y es un aporte de gran significado a la República y la
democracia, es pues, un avance con respecto a la forma de organización de los
años 80.
Segundo, separar la organización militar del partido Frente Sandinista y
convertirlo en un Ejército profesional con
autonomía relativa, no fue tarea fácil, pero se consiguió; no obstante, respetaron
el poder del Estado.
En
tercer lugar, una vez que ganó las elecciones en 2006 Daniel Ortega y cuando
toma posesión el 10 de enero de 2007 en su discurso inaugural de inmediato el
presidente Ortega trata de reconquistar el sandinismo a través del ejército y la policía, reconociéndole su origen sandinista, es decir dio a entender regresar a
los viejos tiempos de los años 80. Pero bien,, no se trata de abandonar el
sandinismo sino recuperar la herencia de
los conceptos vigentes, porque el sandinismo de hoy ya no es el Frente Sandinista dirigido por Daniel Ortega, el
Secretario General del Frente trata de sustituir a Sandino.
Fuimos
partícipes de la derrota de la dictadura somocista, ese es nuestro sandinismo y
sin temor a que nos enjuicien por disentir, la obra está hecha, nadie nos puede
presionar para pasar al campo del danielismo. Lo que yo critico de los actuales
dirigentes del Frente es su abandono del espíritu ético de los años 60, 70, 80
y los primeros cinco años del 90. Hoy rompen con la tradición vigente profanando
a los que murieron por la Patria, por el Frente y por la población trabajadora.
Sin embargo, las dos instituciones militares más importantes, que habían superado
su sujeción al Frente hoy se están prestando al juego y están retrocediendo a una posición reaccionaria, pues están
sirviendo un pasado de formas de organización de centralización ya superadas.
Cuando la revolución derrotó a la dinastía somocista, nadie creía en
el regreso, sin embargo la historia no
se puede romper en un decenio o más radicalmente, los dirigentes del danielismo
recogen el pasado y llenan la vacante de una nueva dinastía y a nombre de ella
aplastan a la República y la democracia.
Veamos
al ejército, aun se mantiene a larga distancia, pero está en un proceso que se está sometiendo en pocos días o meses a los dictados de los
dirigentes de la nueva dinastía. En cuanto a la policía esta obedece ya! a
la estrategia de los años 80. La Policía no reprimió a la población en los años
80; hoy se prestan a reprimir a sus viejos hermanos de lucha, la ironía de
la historia, apoyando a las fuerzas anticonstitucional llamada CPC. ¡Cuidado! Policía, no hagan
añicos su grandioso rescate que venían cultivando. Deseamos que equilibren la
situación política y social y que amparen a la sociedad en su conjunto para que
no los señalen como la continuación de la dinastía nueva. Por el momento están defendiendo
el pasado, quizás inconscientemente, sin embargo cualquiera sea la definición y
mientras no se aclare la responsabilidad,
entonces, como van a celebrar los 32 años estos organismos que antes fueron
baluarte de la “revolución” y hoy son bastión del danielismo.
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