Irving Cordero
A propósito de los sesenta y ocho años de vida del Liberalismo Independiente que se celebra este doce de enero, un nuevo escenario político se abre en Nicaragua y con él nuevas experiencias y oportunidades que conlleva el renacer ideológico de esta institución y su rol histórico.
Antes de las elecciones del año dos mil once nadie aspiraba a denominarse liberal independiente ni mucho menos ser miembro de este partido. En el pasado habían quedado sus gloriosos capítulos históricos como referente moral y ético.
Estos principios fueron deteriorados por mercenarios que lo habían ocupado como trampolín para brincar a otros partidos, haciendo de los partidos políticos “liberales” en Nicaragua un medio para enriquecerse a través del erario público, convirtiendo su contenido ideológico en irrelevante por considerarlo para teóricos, intelectuales, soñadores y “tontos”.
Lo que provocó una deformación promovida por una agrupación de oportunistas “pragmáticos” que obedecían al gran líder, esperando la promesa que de un golpe les cambiaría su vida, quedando reducidas sus siglas a una suerte de membrete sobre un castillo de ambiciones convenidas.
La política, desde la democracia liberal, dejó de ser una corriente de pensamiento inteligente y ética al servicio de una transformación moralizadora en la sociedad para convertirse en una élite criminal que cometía latrocinios.
El liberalismo en otros países latinoamericanos evolucionó hacia el libertarismo, debido a la transición de su connotación doctrinaria clásica a la posmoderna, impulsada por destacados ideólogos como Fukuyama que argumentaba en su ensayo “El Fin de la Historia” el triunfo de la democracia liberal sobre las otras ideologías, hasta las corrientes de pensamiento más controversiales de Aynd Rand y su famosa novela “La Rebelión de Atlas” o Leonard E. Read con su ensayo “Yo, el lápiz”.
Mientras en Nicaragua el “liberalismo” retrocedía a un fulanismo con tapa rabo, ocasionando un vacío ideológico que dejaría cuentas impagables para su sobrevivencia en la actualidad. El discurso emancipador del líder de turno comenzaría a divorciarse con las verdaderas necesidades de la ciudadanía.
En esa sintonía la dirigencia opositora para estas elecciones tomaría cualquier casilla con la lógica de la política antes expuesta, ya fuera el signo de Nike, la roja y vacía bandera del tsunami rojo (Que arrasó con todos los bienes públicos) o la del Liberalismo Independiente, esta última conllevaba el riesgo de tratar con las escasas reservas de la moralidad que se mantenían firmes en sus convicciones.
Esto también incluía una responsabilidad de todos los liberales independientes, apropiados de la filosofía y los principios de sus fundadores históricos, de mantener su compromiso con la historia y no dividir la bandera para repartírsela. “Más vale una bandera limpia y solitaria en una cumbre, que mil banderas tendidas en el lodo" (Jorge E. Gaitán).
El liberalismo independiente se masificó y llegó a un auge donde la población desempolvó el álbum para demandar un espacio como heredero, miembros o allegados del mismo, identificando a esta corriente como de centro izquierda, centro derecha y hasta izquierda revolucionaria, cuando la verdadera esencia del Liberalismo Independiente sencillamente es la liberal que promueve la libertad individual y la libertad económica. (Véase diagrama de Nolan).
Por lo tanto, los liberales independientes en este escenario tenemos el reto y la responsabilidad de dignificar la política actuando con decencia, inteligencia y promoviendo una manera distinta que conduzca a la sustitución de las clases políticas corruptas.
Los partidos políticos liberales deberían ser sólo un medio para llegar al poder y su verdadero fin la transformación social a través de la persuasión y no con la fuerza bruta de ahí su importancia de contener una ideología donde se proponga y recoja el consenso social y no una burbuja especulativa electorera.
Sólo a través de una descentralización que promulgue la unidad, respetando las naturalezas diversas y organizadas con objetivos articulados, lograremos tener una lucha más efectiva contra el totalitarismo asumiendo una conciencia cívica capaz de dirimir diferencias sectarias.
Al final será nuestra conciencia individual quien juzgará nuestros actos ya que la misma no es un camisa que podemos quitarnos y dejarla olvidada en el armario.
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