Una
sombra se encuentra conmigo en el patio todas las tardes.
Se
para frente a mí sobre un bramante lleno de marañones
y de
memorias falsas mías que ha ido recogiendo con mucha dificultad.
Habla
poco esta sombra.
Me
dijo que antes podía separar las verdades inventadas y los marañones
pero
que la soledad lo ha ido enredando más
que la profundidad de la noche
y
todo se le ha ido enmoheciendo.
El
moho hace que se peguen las fotografías que uno tiene escondidas,
obliga
a que se rejunten las impudicias con
las abstinencias,
el
hambre y la gula con la mujer del prójimo alcanzando una manzana de oro
en
la entrada del paraíso.
También
a mi me llegó el moho con la edad
y se
me ha pegado esta sombra que no tiene donde ir
y se
me queda viendo muda sin saber que decir
haciéndome
creer que piensa cosas importantes
y que yo soy un asilo de cosas inservibles.
Ya
le he preguntado si puedo comerme los marañones
pero
cuando me acerco tiene miedo de mí y se agacha
y se
hace pequeña y desaparece.
Es
probable que desconfíe de mí, como yo de ella.
Tengo
miedo a que se vaya y me deje solo para siempre,
o quizás es que vive triste tratando de
recordar, como yo,
dónde
dejó su atolondrada búsqueda de la
felicidad.
Granada,
13 de Enero 2012
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