Onofre Guevara López
Como todo el mundo, siempre creí que el verbo
corregir sólo significaba enmendar lo malo, o sea, mejorar alguna cosa. Como todo
el mundo, pero menos cubanos y puertorriqueños, para quienes –según el diccionario— corregir equivale también
al natural y necesario momento… de “evacuar el vientre”. Esa acepción de los hermanos
antillanos, hace pensar en las tantas veces que tantos tipos han decidido corregir
algo en nuestro país.
Los criollos herederos del coloniaje español fueron
los primeros. Desde 1821, nos han obligado a sentir todo lo que gobernantes de
todos los signos han querido evacuar sobre la nación nicaragüense. Algunos gobernantes,
cuando no lo solicitaron voluntariamente, aceptaron complacientes la injerencia
de poderes extranjeros para juntos hacer sus evacuaciones.
Después
de la gran plasta que liberales y conservadores depusieron sobre el naciente
Estado nicaragüense en 1855-56; unos, trayendo filibusteros gringos y, los otros, colaborándoles
servilmente, quisieron limpiarla con la sangre del pueblo, al mismo que arriesgaron a vivir sin libertad
ni soberanía. Luego, afectados también por
su fea evacuación, armaron la “Guerra Nacional” para salvar su pellejo, y desde
entonces nos enseñan a venerar a sus caudillos por habernos liberado del ensayo
esclavista filibustero.
Un alegrón de burro de treinta años siguió
después. Esta otra evacuación de los herederos de la colonia fue menos apestosa,
pero igualmente dañina para los pobres súbditos de su remedo republicano. Siguió la explotación, casi en las condiciones
de servidumbre anterior, con igual analfabetismo y activa manipulación de curas
y hacendados. No reconocieron derecho a votar a quienes no poseían propiedad
con valor de no menos de cien pesos, ni para cambiar de amos, mucho menos de
sistema. Pero sí, ofrecieron alternancia de señores en el poder, casualmente,
entre personajes de las mismas familias patronales. ¡Vaya consuelo!
Esa siesta la perturbó una revuelta de señores
apodados liberales, a la cabeza de los cuales llegó un patrón-general de un ejército-peón. Su intención era, decían, corregir las
deposiciones cachurecas de los treinta años anteriores. Y barrieron lo más visible de lo peor que
habían evacuado: a los curas les quitaron el monopolio de la educación y su influencia
sobre el Estado; les obligaron a aceptar el entierro de cualquiera en cualquier
cementerio, aunque no fuese matriculado en su religión; en fin, hicieron algo
por corregir, según la acepción gramatical, pero también hicieron mucho por corregir
en el estilo antillano.
Entre sus evacuaciones de vientre, hubo tres
reelecciones seguidas del “general” Zelaya, con insanas consecuencias para el
país. De fuera nos cayó encima otra plasta: la primera gran intervención
militar norteamericana. Fueron continuas las evacuaciones de los sectores
dominantes; unos –que antes fueron los “otros”—
pidieron la intervención, y otros –que antes fueron los “unos”— no hicieron
mucho para combatirla. Pero quien la combatió no era de su círculo, sino un
obrero-campesino llamado Sandino, quien se dedicó a limpiar al país de las
evacuaciones de traidores libero-conservadores, a costa de sus últimos seis años
de vida.
Entre los traidores de vientres activos, había
otro “general”, Somoza García, ya no de un ejército-peón descalzo, sino con
botas “made in USA”, pagadas con la
sangre de Sandino. En sus evacuaciones echó de todo: sangre, explotación, saqueos,
reelecciones y similares, pero igual de malolientes.
Más tarde, otros llegaron armados con la acepción
original dispuestos a corregir en serio. Corrigieron lo que pudieron –aunque a veces según
la acepción antillana—; pero otros vientres comenzaron a evacuar sobre el país,
estimulados con laxante gringo, otra vez. Al final, fueron parados en seco. Pero
ese final no fue lo último; unos oportunistas, ya apodados “orteguistas”, comenzaron
a corregir al somocismo… para mejorarlo.
Misión primera: corregir las vías de enriquecimiento.
Los Somoza expropiaron campesinos y alemanes residentes; Ortega se apropio parte
de lo expropiado por los Somoza. Los Somoza compitieron económicamente contra
la empresa privada, utilizando al Estado; Ortega utiliza al Estado para
compartir con la empresa privada (hasta le concede un cubículo en el
parlamento, para su evacuación de leyes). Los Somoza dieron palo, plomo y plata;
Ortega reparte y comparte la plata venezolana con programas sociales, pero se
queda con la mayor parte. Los Somoza,
por reelegirse, mataban a las personas; para reelegirse, Ortega les mata el derecho
a votar con transparencia. Los Somoza no se ponían a corregir personalmente
sobre la Constitución, alternaban con sus títeres; Ortega tiene títeres, pero no
delega en ninguno… se pone a corregir personalmente.
Lógico: corregir sigue siendo una necesidad histórica,
pero en la acepción gramatical que conocen los pueblos.
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