El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

martes, 24 de enero de 2012

Basta de corregir, señores


Onofre Guevara López
Como todo el mundo, siempre creí que el verbo corregir sólo significaba enmendar lo malo, o sea, mejorar alguna cosa. Como todo el mundo, pero menos cubanos y puertorriqueños, para quienes  –según el diccionario— corregir equivale también al natural y necesario momento… de “evacuar el vientre”. Esa acepción de los hermanos antillanos, hace pensar en las tantas veces que tantos tipos han decidido corregir algo en nuestro país.
Los criollos herederos del coloniaje español fueron los primeros. Desde 1821, nos han obligado a sentir todo lo que gobernantes de todos los signos han querido evacuar sobre la nación nicaragüense. Algunos gobernantes, cuando no lo solicitaron voluntariamente, aceptaron complacientes la injerencia de poderes extranjeros para juntos hacer sus evacuaciones.
 Después de la gran plasta que liberales y conservadores depusieron sobre el naciente Estado nicaragüense en 1855-56; unos, trayendo  filibusteros gringos y, los otros, colaborándoles servilmente, quisieron limpiarla con la sangre del pueblo,  al mismo que arriesgaron a vivir sin libertad ni soberanía.  Luego, afectados también por su fea evacuación, armaron la “Guerra Nacional” para salvar su pellejo, y desde entonces nos enseñan a venerar a sus caudillos por habernos liberado del ensayo esclavista filibustero.
Un alegrón de burro de treinta años siguió después. Esta otra evacuación de los herederos de la colonia fue menos apestosa, pero igualmente dañina para los pobres súbditos de su remedo republicano.  Siguió la explotación, casi en las condiciones de servidumbre anterior, con igual analfabetismo y activa manipulación de curas y hacendados. No reconocieron derecho a votar a quienes no poseían propiedad con valor de no menos de cien pesos, ni para cambiar de amos, mucho menos de sistema. Pero sí, ofrecieron alternancia de señores en el poder, casualmente, entre personajes de las mismas familias patronales. ¡Vaya consuelo!
Esa siesta la perturbó una revuelta de señores apodados liberales, a la cabeza de los cuales llegó un patrón-general de un ejército-peón.  Su intención era, decían, corregir las deposiciones cachurecas de los treinta años anteriores.  Y barrieron lo más visible de lo peor que habían evacuado: a los curas les quitaron el monopolio de la educación y su influencia sobre el Estado; les obligaron a aceptar el entierro de cualquiera en cualquier cementerio, aunque no fuese matriculado en su religión; en fin, hicieron algo por corregir, según la acepción gramatical, pero también hicieron mucho por corregir en el estilo antillano.
Entre sus evacuaciones de vientre, hubo tres reelecciones seguidas del “general”  Zelaya, con insanas consecuencias para el país. De fuera nos cayó encima otra plasta: la primera gran intervención militar norteamericana. Fueron continuas las evacuaciones de los sectores dominantes; unos –que antes fueron los “otros”—  pidieron la intervención, y otros –que antes fueron los “unos”— no hicieron mucho para combatirla. Pero quien la combatió no era de su círculo, sino un obrero-campesino llamado Sandino, quien se dedicó a limpiar al país de las evacuaciones de traidores libero-conservadores, a costa de sus últimos seis años de vida.
Entre los traidores de vientres activos, había otro “general”, Somoza García, ya no de un ejército-peón descalzo, sino con botas “made in USA”, pagadas con la sangre de Sandino. En sus evacuaciones echó de todo: sangre, explotación, saqueos, reelecciones y similares, pero igual de malolientes.  
Más tarde, otros llegaron armados con la acepción original dispuestos a corregir en serio.  Corrigieron lo que pudieron –aunque a veces según la acepción antillana—; pero otros vientres comenzaron a evacuar sobre el país, estimulados con laxante gringo, otra vez. Al final, fueron parados en seco. Pero ese final no fue lo último; unos oportunistas, ya apodados “orteguistas”, comenzaron a corregir al somocismo… para mejorarlo.
Misión primera: corregir las vías de enriquecimiento. Los Somoza expropiaron campesinos y alemanes residentes; Ortega se apropio parte de lo expropiado por los Somoza. Los Somoza compitieron económicamente contra la empresa privada, utilizando al Estado; Ortega utiliza al Estado para compartir con la empresa privada (hasta le concede un cubículo en el parlamento, para su evacuación de leyes). Los Somoza dieron palo, plomo y plata; Ortega reparte y comparte la plata venezolana con programas sociales, pero se queda con la mayor parte.  Los Somoza, por reelegirse, mataban a las personas; para reelegirse, Ortega les mata el derecho a votar con transparencia. Los Somoza no se ponían a corregir personalmente sobre la Constitución, alternaban con sus títeres; Ortega tiene títeres, pero no delega en ninguno… se pone a corregir personalmente. 
Lógico: corregir sigue siendo una necesidad histórica, pero en la acepción gramatical que conocen los pueblos.  

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