El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

OTRO BAILE DE MÁSCARAS


He leído nuevamente “Un baile de máscaras” de Sergio Ramírez Mercado, en la edición que en este 2012 acaba de hacer “URUX Editores” de Costa Rica, con un postre de 14 fotografías, como siempre excelentes, de Rossana Lacayo, con ambientes propios de Masatepe. En la portada una fotografía histórica, en relieve, de la Orquesta Ramírez, a cuyos acordes y valses entramos a este otro baile donde cuchichean Poncio Pilato, “Nada” y “Malapalabra”, criticando el vestido de Ana Bolena. Yo vengo de la cantina de “Las Gallinas Cluecas”, pero solo había pasado por ahí conversando con el imprescindible beduino, un antiguo sabelotodo, predecesor del ya no tan actual “Bachiller Lora”. Enciclopedias rústicas de la vida y milagros de este pueblo antes tan adormecido, que un inesperado embarazo era un estruendo. Hoy, el bullicio de las sectas y sus gritos al cielo, ensordecen cualquier rumor, o mentira, por verdadera que sea.

En esta esquina, desde donde se ve y oye todo, va a nacer un niño que, adelantándonos a su nacimiento, podemos predecir que será una gloria para las letras nacionales. De momento, “La Noticia”, que dirigiera Juan Ramón Avilés, vale 15 centavos y  éste miércoles 5 de agosto de 1942, “Casa Riguero” anuncia que acaba de recibir zapatos de hule apropiados para viajes al mar y prevenir la picadura de una mantarraya. Les recomiendo, cuando viajen a Managua, que vayan al  cine “Triunfo” a ver “La venganza del ahorcado”, con Boris Karloff, mi ídolo de películas de terror. “Como todas las tardes, salvo los domingos que no hay periódico ni llega el tren”, va a llegar su abuelo Teófilo leyendo “La Noticia”. Este niño que adivino ingresará a la Universidad Nacional  de León en 1959, se graduará de abogado en 1964 y ese mismo año se casará con Gertrudis  Guerrero. Me lo dijo el beduino en la cantina de “Las gallinas cluecas”, cuando me habló de un misterioso “Premio divino”.


En esta esquina, encontraremos siempre a “Pedro el tendero en su tienda, que ya se sabe, está ubicada al lado del parque, esquina opuesta a la iglesia parroquial”. A esta casa venía yo con Sergio en la década del 60, en un jeep Willys trompa cuadrada que me prestaba mi padre, Octavio Rocha. Siento todavía un sosiego en en el interior de esta casa familiar de los Ramírez, propio de doña Luisa Mercado, madre de Sergio, y una especie de picardía emanada de su padre don Pedro Ramírez. El camino de tierra era polvoso, pero ya dentro de esta casa, hoy “Fundación Luisa Mercado”, se disfrutaba un frescor de tiempos pasados. Un fresco reparador y confortante. Después de saludarnos con especial efecto, yo solía dejar a padres e hijo conversar animadamente y me iba a caminar por los alrededores, antes del suculento almuerzo previo al tempranero regreso a Managua, para que Sergio tomara su bus a León. Y León es otra historia dentro del mismo baile.

Toda la Universidad y extramuros fuimos entusiastas cómplices del más que evidente, pero no declarado, amor entre Tulita, la bella gitana morena que fungía como secretaria de la Rectoría de la Universidad, y un Sergio descrito por el Dr. Fiallos Gil como un muchacho con “el desgarbo de quien todavía no puede manejar su cuerpo en crecimiento”, porque la timidez, digo yo, le hacía perder el equilibrio que, por fin, encontró en la Tulita. La declaración de amor de ambos da como para una novela, pues aún es un enigma que ni el beduino sabe. ¿Quién dijo las primeras palabras? ¿Y en la esquina de don Pedro y doña Luisa, qué conmoción causó aquella decisión?
Mientras tanto: “Sacó, entonces, en aquel momento, la cabeza por la puerta del aposento el doctor Macario Salamanca, y dijo, con su vozarrón, y su modo estrambótico de decir: ya está todo, buena vela y viento en calma. Es varón. A lo que los ojos de Pedro el tendero se nublaron de lágrimas, aunque al mismo tiempo empezara a reírse, al verse a sí mismo llorar…Se acercó entonces tu abuelo Teófilo, y le preguntó: ¿ya pensaste en un nombre?... –Se va a llamar Sergio –dijo Pedro el tendero…Se enlazaron Ana Bolena y Scarlett O’Hara por el talle y empezaron a bailar”. Y la casa se llenó de música.

A esta esquina y a este otro baile han llegado hoy una nueva Scarlett O’Hara y un viejo Clark Gable, disfrazados de Frances Kinloch y Danilo Valle, el amigo de Rogelio Ramírez Mercado, quien en seguro contubernio con su padre –pues según me comentó Sergio, don Pedro era casamentero y artífice de casorios-, propició el matrimonio que aquí mismo celebró el juez Carlos Ramírez el 7 de enero de 1973. Para sudar aquel trance en tiempos de frío, Danilo propuso ir a comer mondongo, a lo que rotundamente se opuso don Pedro: “A los se casan en mi casa, aquí se le hace la fiesta”, y como por arte de magia apareció un suculento arroz a la valenciana. ¿Improvisación o premeditación? El beduino lo sabe. Fue aquel matrimonio poco después del terremoto del 22 de diciembre de 1972, y de aquí partieron los novios de maremoto al mar.

Esta esquina fue para mí la esquina por excelencia a todo un mundo rural, a un permanente baile de máscaras y a amistades inolvidables. “De aquí a la eternidad” es el título de una película. Desde esta esquina salía un corredor de amor, riesgos y alegrías adolescentes, desde Masatepe a León. Vivo hoy, con Mercedes, muy cerca de este pueblo y he constatado que en la memoria de viejos y no tanto, está “Un baile de máscaras”, que culmina cuando según quien ayudó a la historia a escribir esta novela, “entró Pedro el tendero, ya era hora, al aposento, a conocer a su hijo. Se acercó a la cama para admirarlo de cerca, cuidadoso de no hacer ruido, porque vio que Luisa la recién alumbrada dormía. Pero la verdad es que no dormía. Sabiendo que el marido se acercaba, no quería abrir los ojos y sonreírle sino teniéndolo muy cerca, junto a ella y junto al niño, que ése sí dormía de verdad. Como así fue, que abrió ella los ojos, miró al niño, miró luego al marido, y le sonrió”.
La segunda vez que aquel niño fue contemplado con tan intensa ternura y arrobamiento, ya el niño no era niño y había despertado. Fue 17 años después, un día de 1959, cuando la Tulita lo vio al salir de la oficina del Rector y le pegó su mirada, y Sergio se adormeció de mentira. Quedó convertido en una estatua de azúcar. Mejor dicho se adormeció de verdad en el sopor del acierto. Ya no hay beduino que valga en esta historia. No que su timidez fuera una mentira, sino que mayor verdad era que aquel amor lo intimidaba, pues descubrió en aquella mirada lo inexorable y el para siempre. Desde entonces Sergio se convirtió en un personaje suyo en este otro baile de máscaras, y si bien años después confesaría que como novelista se nutre de la poesía, no cabe duda de que como marido también. Musa suya verdadera es la Tulita. Más que haberse casado se unieron, y viven felices. Y colorín colorado, este cuento de ha acabado.

LUIS ROCHA

 “Extremadura”, Masatepe, 25 de agosto de 2012. Presentación de “Un baile de máscaras”.

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