El proceso político nicaragüense de los
últimos años es, ciertamente, “único y original”, como jamás lo podrá ser Nicaragua
en términos turísticos. Primero, porque, a diferencia de los paisajes naturales
y las condiciones físicas artificiales creadas para atraer turistas envueltos
en dólares –una actividad económica en competición con otros países con
similares atractivos— los procesos políticos de cada país son muy propios y los
condiciona el nivel de desarrollo histórico-político y económico-cultural. Eso sí,
hace único y original a cada país.
En segundo lugar, porque la naturaleza, los
paisajes y accidentes geográficos son más o menos similares en varios países,
según la región del mundo donde estén ubicados. Nicaragua nunca podrá ofrecer
montañas nevadas para esquiar al turismo internacional, si no playas, calor,
sol y mar, comunes a todos los países tropicales, con diferencias en las
condiciones creadas para atraer turistas.
Hoteles, restaurantes y otros centros destinados a la diversión, son servicios
estandarizados en todas partes. No hay unicidad ni originalidad, solo
diferencias formales.
Nuestra política, en cambio, es tan “única y
original”, como los basureros en las calles, lo que seguramente no será objeto
de envidia para ningún país. En política
electoral, sobre todo, somos un país sin atractivos que merezcan ser imitados,
falsificados, clonados, porque Nicaragua,
en eso sí, es absolutamente irrepetible.
Si no, veamos cómo estas preguntas se
contestan solas:
¿En qué país de Centro, Sur, Norteamérica y el
Caribe, existe un tribunal electoral con magistrados no elegidos por un
Congreso o una Asamblea legislativa, sino por decreto de una persona que ejerce
el cargo de presidente no autorizado por la Constitución, elegido ilegalmente,
además?
¿A cuál Constitución y de qué país, se le declara
sin aplicación un precepto que prohíbe la reelección continua y por tercera vez
del presidente, por magistrados oficialistas de una Sala Constitucional sin
opositores y a exigencia de un señor que ya fue presidente dos veces y quería imponerse
una vez más, como efectivamente lo hizo?
¿En qué país podría ser legal el hecho de que
una sola parte minoritaria de la Corte Suprema anulara un artículo
constitucional, una función que le corresponde
exclusivamente a la Asamblea Nacional, el Poder Legislativo de la república?
¿Qué Congreso o Asamblea legislativa, y de
qué país, teniendo la facultad exclusiva por mandato constitucional de elegir a
los magistrados del tribunal electoral, renuncia a ese derecho por complacer sumisamente
a un presidente, aunque éste hubiese sido elegido legalmente?
¿No es “único y original” el hecho de que nuestra
Asamblea Nacional, además de renunciar a su derecho y a su obligación de elegir
a los magistrados de los demás poderes del Estado; teniendo una mayoría de
diputados del partido oficialista, y a un año ocho meses de estar funcionando,
no haya tomado la iniciativa de elegir a los nuevos magistrados?
¿Puede alguien señalar con certeza, la
existencia de un país donde su tribunal electoral, además de tener magistrados con
plazos vencidos, haya practicado dos fraudes electorales seguidos, y que un
presidente ilegal lo tiene listo para que ejecute un tercer fraude?
¿Hay algún país, donde exista una oposición
masoquista que haya sido víctima de dos fraudes continuos por un tribunal electoral
corrupto, y con magistrados ilegales, participando en un evento electoral sin ninguna
garantía de que no va a ser objeto de otro fraude?
Bueno, eso de “masoquista” es un decir, pues
en el español criollo se le llamaría con mayor propiedad, oportunista. Ninguna de estas necesita respuestas, porque
las tienen implícitas y se reflejan en la realidad, por su fuera poco. Está bien demostrado que lo “único y original”
que nuestro país puede ofrecer a los ciudadanos del mundo –no a los turistas
que, además, no pagan para interesarse en política ajena—, es su sistema
electoral. Y como nuestra política, por
viciada y corrupta, no tiene iguales en ninguna parte del mundo, es muy seguro
que no exista gobierno que se interese en copiarla ni sociedad dispuesta a permitírselo.
El defectuoso sistema electoral, es un
problema original y únicamente nuestro. Por desgracia.
Onofre Guevara López
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