El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Ceremonias de renuncia

Gioconda Belli 


En las elecciones presidenciales de 1984, tuve bajo mi cargo la campaña de publicidad del FSLN. En aquel tiempo aún privaba la visión de una dirección colectiva del partido por lo que propuse un diseño donde los candidatos titulares: Daniel Ortega y Sergio Ramírez, aparecieran como parte de un equipo formidable: el FSLN. A mi juicio, ese enfoque iba más acorde con el espíritu colectivo y no caudillista de la Revolución. Mi slogan “Vote por el FSLN, el equipo ganador” me valió serias reprimendas y por último la orden contundente de que la campaña se centrara únicamente en los candidatos sandinistas a Presidente y Vice-Presidente.
La orden no admitió discusión. Esa campaña marcó el inicio de la personalización del poder en Daniel Ortega. Creo que, en el fondo, ese imperativo obedecía a las luchas internas que subyacían en el FSLN. Lo que hábilmente se logró imponer fue la hegemonía de los Ortega dentro de la frágil unidad que se forjó en 1978-1979, pocos meses antes del triunfo revolucionario; una unidad que significó, dentro de la Dirección Nacional, que todos eran iguales, pero los Ortega eran más iguales que los demás.
Encuentro curioso que ahora, tras una serie de campañas construidas alrededor del eje caudillesco de Daniel Ortega, bajo el supuesto de que en las campañas electorales la gente vota por personas, la cúpula del FSLN argumente que para las elecciones municipales haya que olvidarse de personalizar, dejando todo el protagonismo al FSLN y su único ungido caudillo. No hay que ser genio para saber que esa disposición ha sido diseñada para acallar la demanda de las bases de llevar como candidatos a aquellos que se han ganado el respeto y afecto de sus bases en los municipios, y no a quienes el dedazo eligiera desde Managua.
Si en alguna campaña es válido el voto individual es en las municipales. En éstas las comunidades eligen sus líderes naturales, a los que conocen con nombre y apellido porque los han visto trabajar en sus proyectos de desarrollo y los han visto luchar por los intereses particulares de su región, de su pueblo.  En los municipios la identidad partidaria muchas veces es irrelevante. La gente apoya a los buenos alcaldes a menudo por encima de sus partidos. La calidad de un alcalde se mide incluso por su capacidad de anteponer la fidelidad a la comuna que lo eligió, a su fidelidad partidaria. Ser el alcalde de todos le valió, por ejemplo, a Herty Lewites y al mismo Dionisio Marenco, una popularidad incuestionable cuando fungieron como alcaldes de Managua.
El mandato del FSLN de que sus bases en los municipios declinen su derecho de elegir a sus líderes natos, para concederle esta potestad a un supuesto supremo poder, niega rotundamente la premisa tan cacareada del “pueblo presidente.” ¿Qué poder real puede tener una estructura partidaria a quien no se le reconoce el criterio, ni la capacidad de juicio para proponer a sus líderes inmediatos?
Y es que estas elecciones, no sólo están viciadas por la corrupción e ilegalidad de las autoridades que las convocan, organizan y contarán los votos; están viciadas porque ni siquiera en el partido de gobierno  hay libertad para elegir candidatos. 
De nuevo los ciudadanos –sean sandinistas o de otros partidos- tan sólo participarán en un ejercicio caro destinado a ocultar, tras un espejismo democrático, la voluntad presidencial absolutista de controlar férreamente al pueblo “presidente”, para que no presida más que las ceremonias de renuncia a su criterio propio e independencia.

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