El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

GUATEMALA EN LA GRAN TRANSFORMACION


La democracia sistémicamente amenazada
Por Juan Hernández Pico, S.J.

Generales al banquillo
En este año de 2012 han comparecido ante la justicia en Guatemala tres generales en situación de retiro. Se trata del general José Efraín Ríos Montt, de 86 años, ex jefe de Estado (golpista) de 1982 a 1983. Fue ligado a proceso en febrero de 2012. El 30 de agosto la Sala IV de Apelaciones denegó el recurso planteado por la defensa de Ríos Montt a favor de declarar que los crímenes que se le imputaban caían bajo la amnistía decretada por la Ley de Reconciliación de 1996. Hay que recordar que esta ley no era una ley de “punto final”, sino que exceptuaba de la amnistía la tortura, la desaparición forzosa y el genocidio además de otros crímenes de lesa humanidad. También ha sido imputado el general Héctor Mario López Fuentes, de 81 años, jefe de Estado Mayor de la Defensa de 1983 a 1985. Finalmente fue imputado también el general José Mauricio Rodríguez Sánchez, jefe del G-2 (Inteligencia) del Ejército entre 1983 y 1985. Ríos Montt está acusado de ser el actor intelectual de la masacre de la aldea Dos Erres en el Departamento del Petén, así como de numerosas masacres en el Triángulo Ixil (los municipios de Nebaj, Cotzal y Chajul en El Quiché), considerados actos de genocidio. López Fuentes y Rodríguez Sánchez están acusados de organizar las mismas masacres en el Triángulo Ixil. Todas esas masacres fueron consecuencia de los planes estratégicos militares Victoria 82 y Firmeza 83.
Breve recuerdo de juicios a militares
¿Han ocurrido antes en Guatemala enjuiciamientos de militares?
En 1995, un año antes de la firma de los acuerdos de paz, una patrulla del Ejército ingresó a la Comunidad Aurora 8 de Octubre, formada por retornados en el municipio de Chisec, Alta Verapaz, y después de intercambios tensos con los retornados, disparó contra grupos de ellos matando a 11, incluyendo niños, e hiriendo a otras 28 personas. El juicio no prosperó y en su estadio de apelación las penas decretadas contra los miembros de la patrulla fueron anuladas, alegando que los crímenes habían sido “comunes” y caían bajo la amnistía de la Ley de Reconciliación Nacional.
Hasta el momento, en Guatemala, sólo ha sido condenado en 1993 a 30 años de prisión por el asesinato de  la antropóloga Myrna Mack el 11 de septiembre de 1990 el sargento mayor del Ejército, Noel de Jesús Beteta Alvarez. Diez años más tarde, en el año 2003, el coronel Juan Valencia Osorio, ex jefe de inteligencia en el Estado Mayor Presidencial fue condenado también a 30 años como autor intelectual del asesinato de Myrna Mack. En el mismo juicio de casación de la Corte Suprema de Justicia, último e inapelable peldaño del sistema judicial guatemalteco, fueron absueltos el general Edgar Godoy Gaitán, jefe del mismo Estado Mayor Presidencial, y el teniente coronel Juan Guillermo Oliva Carranza, segundo al mando del coronel Valencia Osorio. Cuando al día siguiente la Policía Nacional Civil se dirigió al domicilio de Valencia Osorio para capturarlo, no pudieron encontrarlo. Hoy sigue prófugo de la justicia.
En 1999 fueron condenados a 20 años de prisión el coronel Byron Disrael Lima Estrada y el capitán Byron Lima Oliva, hijo del anterior, por complicidad en el asesinato del obispo Juan José Gerardi Conedera el 26 de abril de 1998. El coronel Lima Estrada acaba de salir en libertad por reducción de la pena en gracia a buena conducta. Dio declaraciones a la prensa afirmando que se iría fuera del país porque su vida está en peligro. Recordemos que el tribunal que condenó a los Lima dejó abierto proceso contra varios otros oficiales del Estado Mayor Presidencial, pero nunca se ha continuado este proceso.
En agosto de 2011 fueron condenados a más de 6 mil años de prisión tres oficiales del Ejército de Guatemala como autores materiales de la masacre de la aldea Dos Erres.
Condiciones de posibilidad para enjuiciar a generales
Nunca, sin embargo, excepto en el caso Mack, se había llegado a enjuiciar a  generales del Ejército. La pregunta fundamental es qué es lo que ha hecho posible el juicio de estos tres últimos altos personeros del Ejército de Guatemala. La respuesta es al menos triple. Primero, el esfuerzo de las organizaciones de víctimas que se han mostrado decididas durante años a pedir responsabilidades penales contra estos militares que, a su juicio, fueron responsables de haber quitado la vida injustamente a tantos miles de ciudadanos. Segundo, la necesidad del Estado guatemalteco de dar muestras de que la justicia es posible en Guatemala a pesar del estatus de los presuntos culpables y del golpe que su condena supondría para el Ejército de Guatemala. Tercero, el valor y la honestidad de algunos jueces, tanto mujeres como hombres, al frente de los juzgados de alto riesgo.
No se puede evitar, sin embargo, destacar que no se ha tocado aún en Guatemala al general también retirado Benedicto Lucas García, primer presunto autor y planeador de la estrategia de masacres y tierra arrasada que comenzó en 1981. Sí fue incluido en una acusación presentada por la Fundación Rigoberta Menchú ante la Audiencia Nacional de España.  Benedicto Lucas, Jefe del Estado Mayor del Ejército durante la presidencia  del general Fernando Romeo Lucas García, ya fallecido, estudió en la escuela de oficiales militares de Saint Cyr y participó en la guerra contra los argelinos independentistas en el Norte de Africa, ambas cosas según sus propias declaraciones. Tocar a Benedicto Lucas en Guatemala sería tocar al máximo ícono del Ejército, a quien, en la memoria de los militares guatemaltecos, se debe la victoria militar sobre la URNG.

¿Una decisiva lección al Ejército?
¿Puede decirse que juzgando a Ríos Montt, López Fuentes y Rodríguez Sánchez, se estaría dando una lección fundamental al Ejército? Difícilmente. Estos ancianos militares pueden volverse chivos expiatorios, una vez sobre todo que el político entre ellos, Efraín Ríos Montt, ha visto ya casi disuelto su partido -el Frente Republicano Guatemalteco (FRG) no tiene ya más que un solo diputado en el Congreso- y su estrella política nunca llegó a darle el logro de su ambición mayor, la presidencia de Guatemala por elección democrática incuestionable e incuestionada. Tampoco su hija, Zury Ríos Sosa, ha logrado constituirse en heredera creíble de su papá. Pero sobre todo es incuestionable el ascenso meteórico del Ejército desde la presidencia de Alvaro Colom (2008-2012), reforzado durante los 8 primeros meses de la actual presidencia de Otto Pérez Molina. En el nuevo presupuesto de 2013 se asigna a la defensa un 23% más que en el anterior. Mientras tanto, ya desde el gobierno de Colom 4 nuevos destacamentos del Ejército han sido ubicados en posiciones geográficas antiguas (Playa Grande, Ixcán) y nuevas (San Juan Sacatepéquez, en este caso para defender la nueva fábrica de cemento de los Novella). Toda la retórica del presidente Otto Pérez Molina sobre la seguridad tiene nombres de raigambre militar: “fuerzas de tarea”.
La insuficiencia de las reformas constitucionales fiscales
¿Qué es lo que está pasando en realidad en Guatemala? Edgar Balsells y Edgar Pape acaban de publicar un artículo serio en el cuaderno número 45 de Diálogo (FLACSO), que se inserta en El Periódico del 2 de septiembre de este año. Se trata de un estudio sobre el proyecto de reformas constitucionales que acaba de entregar al Congreso el presidente Pérez Molina. Los cuatro capítulos sobre los que versan los 35 artículos constitucionales renovados son: “Fortalecimiento del Sistema de Justicia y Seguridad”, “Transparencia y rendición de cuentas”, “Mejoras Políticas”, y  “Reforzamiento de la fiscalidad y del financiamiento”. Las conclusiones de los analistas mencionados se mueven alrededor de que sobre todo en el cuarto capítulo el título es engañoso: los cambios constitucionales no “refuerzan”, porque no tocan el problema crucial de hacer más fuerte al Estado a través de una fuente tributaria de ingresos que le dé la capacidad para ser un Estado socialmente eficaz frente a las mayorías explotadas y excluidas; ni siquiera retoman las reformas la meta del 12% del PIB para la recaudación tributaria, consensuada en los Acuerdos de Paz y todavía inalcanzada. Reconocen Balsells y Pape la importancia de aumentar el presupuesto del sistema judicial (del 2 al 4% del monto total) y del Ministerio Público (del 1 al 2% del monto total). Terminan su estudio de esta forma estos dos analistas:
Acudimos así a reflexiones sociológicas y de economía política que apuntan al hecho de que quien quiere variar los efectos, tiene que modificar las causas… Por ello, no podemos aceptar el encanto de una reforma llamada a cumplir el lobby de élites políticas y corporativas, sino en preparar condiciones para que un nuevo texto constitucional, democrático e incluyente, asuma la necesidad de legitimar la voluntad social de cambios económicos, que necesariamente pasan por un ‘fortalecimiento fiscal’ basado en la justicia y la equidad social.
Los temas de justicia y seguridad deben pertenecer a capítulos distintos
Es además profundamente cuestionable  que se traten en el mismo capítulo los temas de justicia y seguridad, sobre todo cuando este último es un tema que pertenece al poder ejecutivo, mientras que el primero es un tema que pertenece al poder judicial. Por otro lado, es encomiable que se proponga una reforma constitucional gracias a la cual el ministro de la Defensa Nacional puede ser civil y no exclusivamente militar. En cambio, cuando se ratifica que “el Ejército podrá apoyar a las fuerzas de seguridad civil en la seguridad interior”, y se consignan las formas de esa ayuda, se echa de menos que se diga que, cuando se incorpora a tareas de seguridad interna, el Ejército debe acomodarse, al realizar sus funciones, a la doctrina de la Policía Nacional Civil. En realidad el problema es que cuando se habla de la Policía Nacional Civil no se menciona que esta debe funcionar de acuerdo a una Doctrina  propia, que no tiene nada que ver con la que rige el funcionamiento del Ejército. Esta fue una insistencia persistente de la ex comisionada para la reforma de la PNC en tiempos de la presidencia de Colom, Helen Mack.  Es lamentable que no se subraye que, haya o no un ministro civil de la Defensa Nacional, el Ejército debe estar sometido en todo a la autoridad civil de la República, incluso si el Presidente es un general en situación de retiro.
La lucha por los recursos naturales no renovables
Una de las reformas constitucionales propuestas por el presidente Otto Pérez Molina se refiere al tema de la minería, de enorme actualidad en América Latina y en muchas otras regiones del mundo. La reforma dice así: “El Estado podrá ser el titular de hasta el cuarenta por ciento de la propiedad o participación patrimonial de toda empresa que explote recursos naturales.” Hasta ahora el Estado debía recibir el 1% de los beneficios de toda explotación minera.  Sin embargo, la Universidad Rafael Landívar, que fue consultada por el Presidente, al igual que otras universidades del país, observó que habría que proponer la reforma de la siguiente manera: “El Estado deberá ser el titular de un mínimo del cuarenta por ciento  de la propiedad o participación patrimonial de toda empresa que explote recursos naturales no renovables”. Detrás del texto minimalista de la reforma propuesta por el presidente se encuentra probablemente la dura reacción de la empresa privada, al menos la representada por el CACIF.
Los agudos conflictos suscitados ya en Guatemala por la explotación de la mina de oro de San Miguel Ixtahuacán (San Marcos) y por las concesiones mineras en San José el Golfo, bien cerca de la Capital, así como los que se prevén al multiplicarse en el país este tipo de concesiones, plantean un panorama nuevo. Guatemala, como el resto de Centroamérica, no fue tierra de minas, es decir tierra de oro y plata, durante la Colonia. El “oro” aquí fue la tierra. Pero hoy las exploraciones de las grandes compañías mineras de Canadá y los Estados Unidos, y en general de la industria extractiva de recursos naturales no renovables, está descubriendo minas en Guatemala y Centroamérica. Las minas, el agua para proyectos hidroeléctricos y la misma agua potable se están convirtiendo en los nuevos productos codiciados de las grandes transnacionales. Igualmente los aceites. Lo que ha ocurrido en el norte de Honduras en el Valle del Aguán está hoy ocurriendo en Alta Verapaz en Guatemala: grandes extensiones de tierra están siendo compradas a precios bajos a millares de familias de campesinos indígenas para dedicarlas a la producción de la palma africana y a los aceites que de esta planta se cosechan. La gran Franja Transversal del Norte que corta el sur del Petén y el Norte de Alta Verapaz, Quiché y Huehuetenango está siendo pavimentada después de décadas de abandono desde que se trazó y está siendo ya bordeada por los ranchitos de multitudes de familias expulsadas de la tierra que malviven a los bordes de la Transversal. No tardará en ampliarse la explotación petrolera, hoy confinada en su mayoría a pequeños espacios del sur del Petén. Su aumento amenazará gravemente las reservas de la biosfera, de gran importancia en Guatemala y para el mundo. Estos problemas y conflictos se hacen más complejos aún porque las tierras de minerales (codiciadas más hoy por el ascenso constante de sus precios, sobre todo de los metales) se entrecruzan con los territorios en los que prevalece la población indígena, provocando recursos basados en el Convenio 169 de la OIT. El recuerdo de la importante hidroeléctrica del río Chixoy estimula las luchas contra los grandes y pequeños proyectos hidroeléctricos esparcidos por Huehuetenango y El Quiché. El escándalo de que la hidroeléctrica del Chixoy, que ilumina a grandes ciudades lejanas mientras las aldeas que la rodean permanecen sin luz desde hace 30 años, hace que muchas poblaciones indígenas luchen contra los proyectos hidroeléctricos incluso sin plantearse un estudio racional de beneficios y pérdidas.

Los TLC en el contexto de las concesiones de recursos naturales
Los TLC, especialmente el firmado y legislativamente corroborado en 2003 con Estados Unidos y República Dominicana, se entienden más a fondo en este contexto. Se trata, a pesar de lo que su nombre intenta indicar, más de Tratados para proteger la inversión transnacional en Centroamérica que para liberar el comercio entre nuestra región, el Caribe y los Estados Unidos. Tanto la libre exportación de semillas transgénicas de granos básicos –que, bajo el pretexto de primeras cosechas mayores, pueden contaminar y aun suplantar la gran variedad de semillas originarias aclimatadas durante milenios en nuestra región-, como la norma del “lucro cesante” (el cálculo de las ganancias esperadas por una transnacional minera, por ejemplo, una vez que el Estado le concede la exploración de un yacimiento, pero no obtenidas de hecho por una nueva intervención del Estado que retire o suspenda la concesión) están inscritas en los artículos de esos Tratados. Los Estados, en sus posibles discrepancias con las empresas transnacionales, deben someterse a un tribunal de arbitraje internacional, inclinado generalmente, no sin alguna excepción, a dar la razón a las transnacionales. A esto se añade el pensamiento único actual en economía que afirma que para asegurar los alimentos hoy (seguridad alimentaria) no hace falta sembrarlos en el propio territorio sino simplemente obtenerlos en el mercado mundial, de manera que lo importante es producir nacionalmente bienes y servicios exportables que aseguren el dinero para comprar los alimentos.

Los proyectos hidroeléctricos   
La lucha competitiva por el agua y la madera, hoy una lucha global, está también afectando a Centroamérica. Desde que la mayoría de los Estados centroamericanos han ratificado el Convenio 169 de 1989, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre Pueblos Indígenas y Tribales (hasta 2010 Costa Rica, Guatemala, Honduras y Nicaragua, mientras que en El Salvador y Panamá está vigente todavía el anterior Convenio 107), los proyectos hidroeléctricos, sobre todo los de gran envergadura –como, por otra parte, también los mineros-, se enfrentan a la pretensión jurídica de los municipios y territorios municipales, donde podrían construirse, de ser consultados antes de que se diseñen y construyan. Varios de los países centroamericanos, especialmente El Salvador, están acercándose a una situación de estrés hídrico. Este gran problema del futuro cercano se agrava por la privatización de manantiales para la venta de agua embotellada y, sobre todo, por la deforestación que, con la excepción de Costa Rica, no ha llevado consigo planes y realizaciones eficaces de reforestación. El desmesurado crecimiento de los centros urbanos, especialmente de la Capital de Guatemala, ha hecho aumentar exponencialmente la deforestación por causa de las ingentes necesidades de madera para encofrados, pisos, corredores, terrazas y muebles en la industria de la construcción de barrios y colonias acomodadas y de lujo, en las autopista, aeropuertos y puentes, y en los ranchos de las periferias y de los barrancos marginados, primera estación de los migrantes del campo a las ciudades. A ello se añade la necesidad de combustible para los hogares rurales de los pobres.
En nuestros países se lucha contra la impunidad de violadores de derechos humanos personales
La justicia está empeñada en Guatemala en estos días en llevar a los tribunales a los culpables de genocidio, de tortura, de desaparición forzosa y de otros crímenes contra la humanidad. También en Argentina ha estallado esa misma preocupación y ha obtenido resultados, los últimos la condena del ex general Jorge Videla y de otros antiguos altos funcionarios de la dictadura militar (1976-83) por haber robado niños, dados a luz por presas, y haberlos entregado a familias de militares para su adopción. En El Salvador se lucha para que se deje de alegar la ley de amnistía y se llegue a la verdad y a la justicia en los grandes crímenes de Estado cometidos durante la guerra. Y todo esto es bueno. Hemos de caer en la cuenta, sin embargo, de que estamos en todos estos casos luchando contra la impunidad de los violadores de derechos humanos individuales, o mejor dicho personales.
¿De qué transformación hablamos? Se están violando los derechos humanos sociales y económicos de la humanidad
¿Por qué hemos puesto en el título de este artículo esas palabras tan rimbombantes “la gran transformación” –que pertenecen al título de la gran obra de Karen Armstrong? ¿De qué transformación hablamos?
“La gran transformación” se refiere a que la crisis mundial, que estalló al terminar el año 2007 y cuyo final no estamos avizorando, nos conduce a otro plano: se están violando salvajemente los derechos sociales y económicos de la humanidad y especialmente de los países y las familias pobres. Por supuesto, este es un antiguo conocimiento, que pertenece a un viejo patrimonio intelectual. Hoy, sin embargo, está clarificándose que el problema de la violación de los derechos humanos no es solo un problema que afecta a las personas; es también un problema sistémico. Está apareciendo en toda su crudeza que el capitalismo es salvaje siempre. La realidad no es que haya un capitalismo salvaje, el que está vigente, por ejemplo, durante la acumulación primitiva del capital en una zona determinada del mundo, y que luego es sucedido por un capitalismo humano, donde se hace posible que la acumulación de capital se derrame en forma de bienestar sobre la mayoría de la población de esa misma zona. Eso ocurrió desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta el reciente cambio de milenio, un poco más de 50 años.
Un asalto a la sociedad del bienestar
En cambio, lo que está ocurriendo hoy es un asalto estratégico mundial a la sociedad del bienestar, incluso en los países del Norte, y entre nosotros, en el Sur, un enconamiento de las circunstancias estructurales que mantienen en la pobreza a las mayorías o que las obligan a emigrar de su patria. Parecía incluso que la crisis no estaba golpeando a las grandes economías emergentes –Brasil, China, India, Sudáfrica- y a otras menos grandes como México. Parecía que en el subcontinente latinoamericano estábamos alcanzando sin problemas altos porcentajes de crecimiento económico anual. El año 2012 está siendo testigo, en cambio, del comienzo del desplome de este sueño.
La crisis de la globalización, crisis de codicia
No en vano la crisis en que vivimos es la primera gran crisis de la globalización, que es lo mismo que decir del capitalismo global. Los mismos responsables de que los bancos hayan arriesgado más allá de toda lógica razonable los depósitos monetarios o los bienes accionarios  de grandes multitudes contratando hipotecas inmobiliarias sin posibilidades racionales de garantía (“hipotecas basura”), o creando el mercado de los hedge funds o “fondos de cobertura”, no regulados, de máxima rentabilidad y enorme riesgo, e irrumpiendo codiciosamente en él,  esos mismos son los que, ya fracasados, y dejando a sus instituciones financieras con pérdidas gigantescas, salen por la puerta grande con bonos que rondan los 100 millones de dólares o más, como compensación al abandono de su puesto por renuncia o despido. Y a continuación, desde instituciones travestidas de honorabilidad (Standard & Poor, Moody o Fitch), califican las economías de todo el mundo conforme al riesgo que les atribuyen con sentencias inapelables en el mercado mundial.
La impunidad a la que estábamos acostumbrados era la impunidad de los violadores de los derechos individuales de las personas. Una impunidad dramática cuyos efectos espantosos se contabilizaban en muchos millares de personas. Evidentemente hemos de seguir luchando para combatir esa impunidad hasta que sea una pesadilla del pasado. La impunidad con la que hoy nos enfrentamos es la impunidad de los violadores estructurales de los derechos sociales y políticos de ingentes multitudes, y de los derechos culturales que dependen de una situación de sanidad sociopolítica, y finalmente de los derechos económicos de millones de gente sin empleo.
La caída de las utopías y la lucha por un nuevo proyecto histórico
¿La gran transformación? Sin duda. En 1989 nos enfrentamos el 9 de noviembre con la caída del muro de Berlín y la consecuente caída de las utopías. Fue un gran golpe a la esperanza de cambios estructurales del modelo económico explotador prevalente. No fue una sorpresa total, pues durante todos los meses de aquel verano europeo las fronteras de la Europa Oriental del socialismo realmente existente se fueron volviendo porosas y millares de personas viajaron a Austria a través de Hungría y de ahí a Checoslovaquia  y a Alemania Occidental. Sin embargo, pocos días antes, el 6 de noviembre de 1989, cuando este panorama ya era visible, Ignacio Ellacuría pronunció en Barcelona un famoso discurso en el que hablaba de “revertir el signo principal que configura la civilización mundial”. Hablaba también de una “propuesta general de sustituir una civilización del capital por una civilización del trabajo”. Así pues, en las cercanías del derribo del muro y frente a la multitudinaria fuga del oriente al occidente europeo, Ellacuría mantenía abierta la posibilidad de la lucha por “un nuevo proyecto histórico”.  
El fin de la mejora y la profundización de la democracia
Veinticinco años después nos estamos enfrentando no solo con la falta de imaginación y de coraje para ese “nuevo proyecto histórico”, sino además con el fin del Estado del Bienestar –del que nosotros en Guatemala y Centroamérica solo avizoramos expectativas y pequeños avances-  y con el fin, dentro del mismo proyecto, de la mejora y la profundización de la democracia –de las que experimentamos algunos comienzos con la vuelta a los gobiernos civiles y con los Acuerdos de Paz.
Crisis mundial y declive de la participación ciudadana       
Estamos comprendiendo con cada vez mayor lucidez que la crisis mundial significa también una grave disminución de la participación ciudadana. El programa del partido republicano en los Estados Unidos pretende que cristalice el cambio en el modelo keynesiano de los impuestos: siempre mayor amnistía para las evasiones de los grandes capitales y mayor rebaja o aun exención de impuestos para las grandes fortunas personales y las grandes transnacionales; y, al contrario, siempre mayores impuestos indirectos, a través del permanente aumento del IVA, para los trabajadores, las poblaciones marginales, los campesinos y las clases medias. Nos movemos rápidamente del principio keynesiano de impuestos progresivos respecto de la magnitud de los ingresos al principio friedmaniano de impuestos regresivos. Además las instituciones financieras y las aseguradoras luchan con uñas y dientes para excluir de las pensiones a cada vez más jubilados y para impedir los seguros a las personas enfermas o de cierta edad. Todo el combate contra el intento de Obama de democratizar la salud es prueba fehaciente de ello.  Al mismo tiempo  los Estados desarrollados disminuyen dramáticamente su participación en la solidaridad mundial. La meta del no menos que un  0.7 %  del PIB para la solidaridad se vuelve un mito y se institucionaliza el egoísmo quitando el aire a organizaciones y países que dependen de las agencias estatales de ayuda al desarrollo. Muchas de las organizaciones no gubernamentales que ampliaban la democracia gracias a que su relación con agencias no gubernamentales de ayuda, seculares o religiosas, les permitía incidir con su participación desde la sociedad civil en el ascenso de conciencia y de capacidades de los pobres y también en los proyectos estatales, están siendo estranguladas. La consigna en medio de la crisis es “austeridad”, austeridad para los Estados menos ricos, austeridad que, si se convierte en el único instrumento económico y financiero, provoca, en un gran círculo vicioso, recesión económica e incapacidad de crear empleo; y austeridad para las auténticas organizaciones no gubernamentales que deben contentarse con las migajas que caen de la mesa de las agencias. Si se sigue por este camino, no tardará en llegar la hora en que no haya ni siquiera migajas y, en consecuencia, la democracia participativa vaya estrechando sus límites y volviéndose cada vez más anémica. Dejará de ser un invitado al banquete social.
La idolatría de la riqueza y el declive forzado de la democracia
Porque de eso se trata en realidad: de la imposición de un sistema único, apoyado en un pensamiento económico único y unilateral, que conduce al ahogo de las posibilidades de movilización social y a la disminución progresiva de la democracia. No nos engañemos. Es la gran transformación de la humanidad, pero no por el encuentro axial de mentes y corazones únicos en su grandeza, nobleza y generosidad, sino por la idolatría de la riqueza injusta y por la victimización en sus altares de las justas aspiraciones del trabajo y de los pobres que viven de él. Y más allá aún, por la victimización de todos los que no piensen desde los cánones de la riqueza exclusiva y excluyente.
Es necesario reaccionar con fuerza y mientras seguimos luchando contra la impunidad de los violadores de los derechos humanos personales, emprender una lucha convergente contra la impunidad de los que violan en forma sistémica los derechos sociales, políticos, culturales y económicos de grandes franjas de la humanidad. Es importante abrir un diálogo para debatir estas proyecciones y para encontrar caminos que, sorteando los tremendos obstáculos actuales, nos lleven a profundizar la democracia.

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