El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

sábado, 19 de febrero de 2011

Economía y ecología: dos caras de una

ENRIQUE LEFF


Cual irrefrenable torbellino, los movimientos sociales y de liberalización surcaron el planeta en los años sesenta. Años en los que sonó también la alarma ecológica.

La degradación ambiental se interpretó como una crisis de la civilización moderna, marcada por la destrucción de la naturaleza y el deterioro de la calidad de vida,

Se responsabilizó de ello al proceso económico y se reconoció la importancia de incluir bases de sustentabilidad ecológica al desarrollo, a través del cambio de los modelos de producción y de consumo imperantes.

Sin embargo, irrumpieron durante los ochenta las políticas de ajuste estructural y de recuperación económica.

Mientras las políticas neoliberales tomaron fuerza en varios países de América Latina y el Caribe, los problemas ambientales se intensificaron: calentamiento global, contaminación atmosférica y de recursos hídricos, pérdida de biodiversidad y de fertilidad de las tierras por procesos de erosión o desertificación.

Tres lustros de neoliberalismo no han logrado restablecer los niveles de crecimiento económico anteriores a la llamada "década perdida" de los años ochenta.

Los indicadores socioambientales muestran un notable incremento de la desigualdad social y la degradación ambiental (tasas de desforestación, pérdida de suelos fértiles, emisiones de gases invernadero).

Pero el neoliberalismo ha hecho más que eso: está transformando la percepción del desarrollo sostenible.

Mientras en 1970 se creía que el crecimiento económico era la principal causa del deterioro ambiental, hoy se piensa que es más bien resultado de la insuficiente
liberalización comercial y de no haber asignado formas de propiedad y precios a los bienes comunes de la naturaleza.

Así, se dice, los mecanismos ciegos del mercado se encargarán de ajustar los desequilibrios ecológicos y las desigualdades sociales.

En la era de la globalización se invoca, pues, a las fuerzas benéficas del mercado para exorcizar los maleficios (los malos oficios) del Estado, causante del deterioro ambiental y la producción de pobreza.

Un conflicto por resolver

Habría que preguntarse si la economía y la ecología son las caras de una misma moneda o entrañan dos racionalidades sociales distintas con valores éticos y principios productivos diferentes.

El conflicto entre ecología y economía no ha sido resuelto por las nuevas teorías de la economía ambiental, ni por la economía ecológica, ni por las aún incipientes políticas de
desarrollo sostenible
.

Nuevos mecanismos económicos intentan evaluar los costos de restauración ambiental y generan incentivos como, por ejemplo, los impuestos verdes.

Existen también nuevos indicadores de desarrollo sostenible ("las cuentas verdes") que buscan ajustar las mediciones del producto interno con la incorporación de los
costos ecológicos. Sin embargo, hasta ahora han sido más un ejercicio metodológico que una realidad.

En los setenta, la crisis ambiental desenmascaró la manía de crecimiento que venía rompiendo los equilibrios ecológicos y explotando la naturaleza a un ritmo por encima
de sus condiciones de regeneración.

Por ello se clamó por un freno al crecimiento, una economía de Estado estacionaria y un ecodesarrollo basado en los potenciales ecológicos.

Pero en los noventa ya no se cuestiona si el capitalismo es viable. Por el contrario, se afirma que es sostenible y se asevera que la ecoeficiencia puede revertir la degradación ambiental.

Hoy día, el discurso del desarrollo sostenible produce un vuelco de 180 grados y parece distorsionar las causas y efectos de la crisis ambiental con un fin: mantener un 'sistema económico que se resiste a cambiar. Parece ignorar las contradicciones entre la lógica del mercado y las condiciones ecológicas que aseguran la sustentabilidad de la vida y de la economía.

La globalización económica -antes que fundarse en las ciencias de la naturaleza para orientar las leyes de la producción- retrocede en el tiempo a las invocaciones mágicas. Parece tratarse de una nueva alquimia que quiere reconvertir la naturaleza bajo los designios de la economía, acelerando la máquina devoradora de recursos finitos.

La crítica a lo que está detrás de estos nuevos discursos nos permitirá abrir un debate que nos ayude a vislumbrar los destinos de los pueblos y los recursos vitales de las Américas hacia el nuevo siglo.

Nota: "La América que queremos" es una nueva sección sabatina de EL CORREO. Los ensayos "en defensa de la vida" -de autores de primera línea- son tomados del libro con igual título, publicado por el Fondo de Cultura Económica en 1998, en el contexto del Programa de las Naciones Unidad para el Medio Ambiente.

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