El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

martes, 22 de febrero de 2011

El providencialismo y tu cerebro

Andrés Pérez Baltodano

El sentido de lo que significa ser humano está cambiando vertiginosamente como resultado del conocimiento producido por la ciencia cognitiva, durante las últimas cinco décadas. Esta ciencia multidisciplinaria estudia la manera en que el cerebro recibe, selecciona y procesa información. Su espectacular progreso ha sido facilitado, entre otras cosas, por la neuroimagenología, un tipo de tecnología que literalmente permite ver y observar el funcionamiento de cerebros vivos y sus reacciones a los estímulos a que son sometidos.

Me he visto obligado a estudiar esta ciencia por las enormes implicaciones que tienen sus descubrimientos para el estudio de la política y la dimensión subjetiva de la realidad social. Lo he hecho, caminando inicialmente sobre los puentes creados por un buen número de brillantes académicos que han dedicado sus vidas a navegar en las dos aguas: la de las ciencias humanas y la de la ciencia cognitiva, para relacionar ambos campos de conocimiento.

Cuando escribí el libro Entre el Estado Conquistador y el Estado Nación, conocía muy poco –casi nada– de las enormes contribuciones de la ciencia cognitiva al conocimiento de la naturaleza y el funcionamiento de la mente y del cerebro. Este libro, como algunos de ustedes saben, ofrece una interpretación cultural del desarrollo político e institucional nicaragüense; es decir, intenta articular una respuesta a la pregunta: ¿Por qué los nicaragüenses pensamos y actuamos políticamente en la forma en que lo hacemos?

Entre el Estado Conquistador y el Estado Nación argumenta que la cultura dentro de la que nacemos, crecemos y actuamos los nicaragüenses es una cultura providencialista. El providencialismo es un concepto teológico que expresa una visión de la historia de los individuos y de las sociedades como procesos gobernados por Dios. En el libro yo cito, como un ejemplo del peso del providencialismo en Nicaragua, una encuesta realizada por La Prensa en el año 2002. Un 79% de los entrevistados en esta encuesta aseguraba que Dios, y no su voluntad personal, era la fuerza que determinaba el rumbo de su vida y de la historia.

Del providencialismo, argumento en mi libro, se deriva una cultura política que se identifica como pragmática resignada. Esta cultura nos empuja a pensar que la política es el arte de acomodarnos a la realidad que construye el poder de los que, como el Dios Providencial, se presentan frente a nosotros como los dueños de la historia. Así pues, desde una perspectiva pragmática resignada, lo bueno y lo justo no son valores que deben alcanzarse mediante la lucha política y la domesticación de la historia; son, más bien, cualquier cosa que resulta conveniente para sobrevivir o triunfar. Si analizan la actuación política de los “pescaditos” del Partido Social Cristiano, o de los “pescaditos” del siglo XXI del MRS, o de cualquier otro partido político nicaragüense, obtendrán un riquísimo y vergonzoso catálogo de ejemplos de esta visión y posición.

No sólo nuestros partidos-pandillas muestran el peso del pragmatismo resignado. Este también se refleja en la conducta de las clases populares. La pobreza y los bajos niveles de educación que afectan a la gran mayoría de los nicaragüense promueve conductas visiblemente pasivas y fatalistas frente a la desigualdad, la corrupción y hasta los embates de la naturaleza.

El pragmatismo resignado también está presente en los sectores adinerados de nuestra sociedad. Basta pensar en las actuaciones del COSEP frente al actual gobierno o en la disposición de los Pellas a “atemperarse” a la moralidad política impuesta sobre nuestra sociedad por personas de la calaña y catadura de un Daniel Ortega, un Bayardo Arce, un Lenin Cerna y otros de la misma “especie”.

La dimensión material de la cultura

La ciencia cognitiva ofrece una nueva manera de entender la fuerza del providencialismo y del pragmatismo resignado en nuestro país. Nos enseña que los valores y la cultura son realidades materiales y, más concretamente, inscripciones y registros físicos que operan en nuestros cerebros y que nos predisponen a creer o rechazar ciertas cosas, así como a actuar de determinadas maneras.

Algunos de los circuitos que nos hacen pensar, sentir y actuar sexualmente, por ejemplo, son producto del largo proceso de evolución de nuestra especie. Otros son el resultado de nuestro desarrollo biológico personal desde que somos embriones. Finalmente, otros son el producto de nuestro desarrollo cultural en la sociedad y el mundo en que vivimos. Lo evolucionario, lo biológico-personal, y lo sicosociológico, funcionan en forma simultánea y se combinan para crear la diversidad y las regularidades que pueden observarse en el pensamiento y la conducta de los seres humanos.

Los neurocirtuitos que son el producto de la evolución de nuestra especie, y los que son el resultado de nuestro desarrollo biológico individual, generan conductas y reacciones relativamente uniformes. Por ejemplo, enfrentados al drama de no saber “adónde vamos ni de dónde venimos”, los humanos hemos reaccionado asumiendo la existencia de Dios (o Dioses o Diosas) como la clave del misterio de nuestra existencia.

Mas allá de esta idea general de lo divino, sin embargo, los humanos hemos construido múltiples explicaciones de la naturaleza y del papel de Dios en el desarrollo del universo y de nuestra especie. Esta diversidad responde a la inmensa variedad que muestra la experiencia material y cultural de la humanidad a través de su desarrollo.

La ciencia cognitiva nos enseña que las representaciones culturales que hacemos de Dios se traducen en circuitos neurales que, una vez constituidos, nos predisponen a entender la idea de Dios de determinada manera. Pronuncie usted la palabra Dios frente a un munsulmán y esta persona pensará automáticamente en Alá. Pronuncie la misma palabra frente a una cristiana y ella pensará en Jesús o en el Padre de Jesús.

Pronuncie la palabra Dios frente a un europeo de la Edad Media y esta persona pensará en una fuerza divina que decide cada movimiento de cada hoja de cada árbol del planeta. Pronuncie la misma palabra frente a un creyente europeo del siglo XXI y lo más seguro es que esta persona pensará en una fuerza abstracta que está detrás del misterio del universo pero que no interviene en la historia. Esta visión deísta, dicho sea de paso, hizo posible la idea de la democracia: un sistema político basado en una fe secular en la capacidad de los seres humanos para dirigir su propio destino.

La transformación de la idea de Dios en Europa muestra que el cerebro es un órgano relativamente plástico que puede ser condicionado y modificado mediante la educación y las experiencias de vida. En este sentido, el providencialismo cuasi medieval que impera en Nicaragua, puede combatirse mediante la construcción de narrativas y representaciones del mundo que contrarresten o neutralicen el funcionamiento de las inscripciones neuronales que nos empujan a creer que la historia y el destino de nuestra sociedad no depende de nosotras, sino de la voluntad de Dios, o de los Cardenales y caudillos que se arrogan su representación en la Tierra. Esto no necesariamente significa que los nicaragüenses deben dejar de creer en Dios. Significa que pueden y deben cambiar el sentido de la idea de Dios para neutralizar el pragmatismo resignado que, por ejemplo, empuja a un “Don Fabio” y su comparsa a participar en el juego de Daniel y aceptarlo como inevitable.

No existe tarea más urgente en nuestro país que cambiar la idea del Dios providencial que domina la cultura nicaragüense. Hacerlo significa, literalmente, modificar los neurocircuitos que reproducen el providencialismo en cada uno de nosotras. En términos más técnicos, significa promover un proceso de “remodelamiento sináptico”. El concepto sinapsis hace referencia a los puntos de relación interneuronal que forman los circuitos en que se inscriben físicamente nuestras creencias.

¿Cómo hacerlo? En primer lugar, rechazando y combatiendo el discurso providencialista que maneja la clase política nicaragüense –desde Don Daniel hasta Don Fabio—porque este discurso –literalmente– endurece físicamente una condición mental y cerebral que es, en gran medida, responsable de nuestra miseria. Cada nuevo estímulo que recibe el cerebro a través de un sermón o un discurso político providencialista, se traduce en la solidificación de las inscripciones neuronales que nos predisponen a creer en nuestra impotencia y en la omnipotencia de un Dios que lo decide todo.

Pero, por supuesto, no es suficiente rechazar el discurso y las representaciones providencialistas que bombardean nuestro cerebro todos los días. También es necesario articular nuevas regularidades discursivas para crear circuitos neuronales que nos empujen a creer en nuestra propia capacidad para cambiar el rumbo de nuestra sociedad y nuestra historia. Para esto es necesario explorar nuevas formas de representar –mediante la palabra, el arte, la música– el mundo que queremos construir y la vida que queremos para nosotros y para nuestras descendientes.

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